Crónica

Kiko Rivera, el único que nos quita el sueño

Kiko Rivera en su cuenta de Instagram.
Kiko Rivera en su cuenta de Instagram.@riverakiko

Nos inquieta y quita el sueño tanto como saber que Kiko Rivera prefiere morirse sin abrazar a su madre. Ya no alberga ninguna esperanza. Quizá nunca la tuvo. Este es, sin duda, un anuncio desolador, trágico. El clan Pantoja, tan unido hace años, y tan distante ahora. Es tristísimo. preocupa y llena de incertidumbre igual que este impasse en la vida social y distinguida que antaño se centraba, o más bien concentraba, en la sala Joy Eslava, que mantiene su esencia gracias a Pedro Trapote, o Embassy y los Hoteles Palace y Ritz. Eran, significaban y suponían centros que reunían calidad y calidez. Servían de escaparate perfecto, marco idóneo y hasta admirado, aunque también criticado, que de todo había, para la celebración de cualquier acto de la índole que fuera. El escenario era un plus.

Nada que ver con lo de ahora, ¡ay! Sin escenarios donde pasearse ni lucirse con arrogancia y desenvoltura. Sin «fotocoles» donde marcar postureo. Ni fiestas con corrillos periodísticos en los que se tomaban más notas que en las propias presentaciones y donde la camaradería predominaba entre famosos y plumillas.

Hoy todo se reduce a estrenos teatrales, buen sitio para destacar, ostentar, brillar y dar que hablar. Son y suponen escenarios singulares pero de circunstancias, nada duraderos y que no producen impacto en una ciudad hoy prácticamente irreconocible que si Dios no lo remedia parece abocada al bajón con apatía, apagón y consecuente decaimiento social y económico.

Alguien debería lanzar un necesario y patriotero «levántate y anda». De otra forma no veo salida ni solución a este hundimiento y tristeza circunstanciales pero inquietantes. No hay que descuidarnos ni dejarnos llevar levantando los hombros cómodamente. Es hora de reaccionar y recuperar lo que siempre fue distinguido símbolo capitalino.

Pues eso, Madrid levántate y anda, retoma el empuje y brillo que siempre te distinguió convirtiéndote en nuevamente, por los siglos de los siglos y para la eternidad, en capital de la españolidad. Vuelve a ser la de siempre. Así lo quiera Dios. Ojalá.