Presentación
A subasta el traje que Dalí creó para Schiaparelli
El próximo 23, París disfrutará con la subasta que abre año reavivando el recuerdo apenas recuperado de un grande de la moda que llegó a competir con Coco Chanel. La abuela de aquella Marisa Berenson con ojos de limpidez única bien captados en «Cabaret» o «El jardín de los Finzi Contini». A instancias de Gala que lo usó y prodigó, Dalí inventó para ella su sombrero con forma zapatera y también la túnica repleta de langonstas, dos creaciones insólitas en un tiempo en que imperaba la formalidad indumentaria. Lanzan 180 lotes –y así lo consigna y se hace eco «Subastas» de Miguel Ángel García Juez–, evidencia de su atrevimiento en el diseño de una moda que remató la «belle époque». Entre sus característicos jerseys de tricot, también ofrecen objetos de su colección privada como una lámpara de pie firmada por Alberto Giacometti que sale en 60.000 euros, precio nada disparatado dadas las actuales cotizaciones del italiano tan seguidor de las estilizaciones etruscas. Entre las piezas subastadas hay variado surtido de cuando estampaba con papel de periódico o muestras claras de su casi obsesión por reflejar el mundo circense con malabaristas o trapecistas. Hay guantes de la colección «Música» conectados a una caja de música complementando, o más bien redondeando, el impacto musical con el auditivo. Una originalidad casi estrafalaria en los años 20, todo alternado con bordados de la región de Lessagge –a la que resultó fiel hasta el final St. Laurent– donde sobresalen algunas ideas de Jean Cocteau, otro «enfant terrible» del tiempo en el que Coco anticipó soltura de forma y comodidad de receñimientos imposibles.
Un adelantando anticipo de lo que luego sería el «new-look» de Dior: hoy no deja de sorprender la gama perfumera «pour homme» renovadora de fragancias veteranas. «Bois d´argent», el más dulzón «patchuli imperial», o el amaderado «Mizath» suponen avance perfumador sin perder autenticidad y glamour. Es lo que ocurrió en tiempos con esta Elsa Schiaparelli que parece tronar en olor de multitudes entusiastas recuperando como plasmó bocetos de Christino Berarad tan significativo en los Ballets Rusos de Diághilev. Él entendió como nadie lo que ella buscaba para su serie circense que no gustó nada a una Marlene Dietrich habitual de la firma sita en la Place Vandòme acentuando así su rivalidad con «mademoiselle». Mientras la italiana era habitual de tertulias y famoseo, Coco se mostró más hermética. Eso aumentaba su misterio.
París recupera un nombre mítico aureolado por el rehecho encanto de su nieta. Oportunidad de disfrutar de vestimentas surrealistas donde la diseñadora hacía vestidos con tomas aparentemente tan imposibles como la «Venus de Milo de los cajones», hoy buscadísima, o esa gasa impresa con langostas vestidas por la duquesa de Windsor bajo sus anchas espaldas masculinizadoras en 1935, lo ofrecen en 80.000 euros. Para su primer perfume, «Shoking», Schiaparelli se inspiró nada menos que en el descomunal busto de Mae West, auténtico icono de aquellos años que París resucita con la moda eterna que, a la vista está, es lo que nunca muere. A ver si tomamos nota y valoramos igual, ya no digo pujando martillo en mano, por obras de significativos como Vargas Ochagavía –que tanto y tan bien vistió a María Fernanda Ladrón de Guevara cuyas funciones suponían desfilo–Pertegaz, Pedro Rodríguez, Marbel, Herrera y Ollero y otros ejemplos de Alta Costura nacional.
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