Espectáculos
Anthony Blake: «Hay gente que teme que le adivine el pensamiento»
Hace más de 20 años, Anthony Blake me adivinó el pensamiento. Dos días antes de hacer esta entrevista, en la televisión, volvió a hacerlo. «Piensa en la cifra del cumpleaños de tu hijo», –me dijo–. «Cambia primero la primera cifra y luego la segunda. ¿Qué número es?». Le contesté que el 84 y sacó una tarjeta del bolsillo donde estaba escrita esa cifra. ¿Cómo lo hace? El siempre dice que «es producto de tu imaginación». Pero lo cierto es que, más allá de la advertencia del título de su último espectáculo, «No vengas solo» –ahora en el Teatro Amaya de Madrid–, no son su muñeca de porcelana, el humo o las fotos de cadáveres de las que se acompaña en esta ocasión lo que me hacen sentir miedo. Personalmente, me sigue provocando pavor su mirada...
-Me da mucho miedo mirarle a los ojos.
-¿Por qué?
-Porque cada vez que lo he hecho en los últimos veinte años me ha adivinado usted lo que pienso.
-Bueno, ése es mi trabajo, ¿no?
-Si hubiera sido médico, hubiese tenido un ojo clínico envidiable.
-No te creas, porque cuando estudiaba Medicina, un buen día me di cuenta de que ésa no era mi pasión, de que al llegar a casa no quería seguir profundizando en cada temario. Cuando descubrí la magia me faltaban horas y libros en los que seguir estudiando.
-¿Tardó mucho en cambiar la Medicina por la magia?
-Pues mira, me echaron de la Universidad de Oviedo porque no me quedaban convocatorias y me tuve que ir a Valencia, donde, por cierto, viví el golpe de Estado... ¡Qué grande es un tanque cuando no está desfilando el día de las Fuerzas Armadas! ¡Qué grande se vuelve y qué miedo da!
-¿Fue aquello lo que determinó su carrera de mago?
-Fue lo que me hizo darme cuenta de que, en un momento determinado, por una tontería podía saltar una chispa y me podía quedar colgado. El caso es que tras aquel episodio en Valencia volví a Oviedo, pero como no me quedaban convocatorias en Medicina tuve que tomarme un año sabático y en ese año fue en el que mis amigos me dijeron que era bueno como mago y empecé a actuar en discotecas. Ahí empezó el barullo.
-Siempre hablamos de magia, pero los poderes sobrenaturales no existen, ¿no?
-Hace más de 20 años que James Randi, el gran enemigo de Uri Geller, puso un millón de dólares en una cuenta para el primero que demostrara que tenía poderes paranormales. Y la cuenta sigue intacta. Hemos ido a la Luna, le hemos trasplantado el corazón a un hombre, no se puede seguir avanzando más. Y en todo este tiempo no hay una mala evidencia de que existan ni la telepatía ni la telekinesia, ni nada de nada.
-¿Y la magia existe?
-Sí, claro.
-¿Y qué es?
-Despertar la mente mágica que todos tenemos. Pensar: «Cualquier cosa es posible».
-¿Un engaño?
-Como el de la vida de cada día. Pero desde ella yo te llevo a un mundo fascinante y distinto.
-Me lo podía haber dicho un banquero.
-Yo te digo que te voy a engañar... El banquero no y el político tampoco. Ahora mismo tengo amigos que trabajan en bancos que no se atreven a decirlo, porque a los propios trabajadores de base les han contado que tenían que vender un producto que se ha comprobado que, en un noventa y tantos por ciento, no sabían ni lo que era... Pero sí que sabían que venderlo les daba puntos y ratings. Yo estoy convencido de que, en muchas ocasiones, ni el director de la sucursal tenía muy claro lo que era ese producto.
-Evidentemente.
-Y eso ha generado una desconfianza general. Porque, claro, te decían que eso era una buena historia, una buena inversión. Ven a verme a mí, que directamente te digo que te voy a engañar.
-No todos lo hacen. Mire Anne Germain.
-¿Quién es ésa? ¡Por favor! ¡Un poco de dignidad! Yo repudio ese tipo de trabajo, me parece demencial. Es decir, esa señora no hace nada que yo no haya hecho ya desde hace mucho tiempo. Como decirte que, en teoría, puedo hablar con tus muertos, con tus espíritus. Sólo que yo te digo siempre que es producto de tu imaginación y ella te lo está dando como cierto o real. Es decir, es un fraude.
-Más fraudulentos aún parecen todos esos echadores de cartas de las teles.
-Claro, es que estamos en crisis y es cuando más aumentan esos personajillos. Si tuviéramos una legislación como la que tienen en América, cada vez que te echara las cartas un señor estaría obligado a decirte que no hay base científica y que no es más que un juego.
-¿Las predicciones siempre son falsas?
-Es imposible prever si cuando salgas por esta puerta irás hacia la derecha o hacia la izquierda, porque en el último instante puedes cambiar de opinión. No se puede prever el futuro.
-¿Y entonces cómo es que usted pudo adivinar el número de la lotería hacer años?
-Porque soy mago. Soy ilusionista. Soy capaz de crear la ilusión de que tú veas que yo lo he adivinado. Lo más gracioso es que han pasado más de diez años desde aquella historia y hasta la chica que trabaja en casa me pregunta si le puedo decir el número de la lotería para una amiga suya que está muy mal de dinero. Aquella historia fue preparada con un detalle, con tres discursos distintos y ya está. Pero ha sido mi mejor campaña de publicidad.
-No necesita mucha, creo que su espectáculo está siempre lleno de gente que pasa miedo, por cierto.
-Bueno, es que hay gente como tú que tiene miedo a que le adivine el pensamiento. Y si me pongo, lo hago, claro, es mi profesión. Pero, además, en este espectáculo lo que hago es empezar con una evolución bastante coherente y que empieza hablando del miedo psicológico. Se ve en una cajita de música preciosa. Y luego voy hablando de otros tipos de miedo, hasta que llegamos al miedo intermedio, entre lo que es el miedo al más allá o el miedo a la oscuridad.
-O sea, a lo desconocido.
-Y el miedo a lo físico real, que son las pesadillas. Y ahí tengo por primera vez en mi historia profesional una compañera, que no te voy a decir el nombre porque descubriría algo que no debo descubrir, pero que es una muñeca de porcelana de unos cuarenta y tantos centímetros, preciosa, preciosa.
-¿Y qué hace la muñeca?
-Es la que conoce las pesadillas de los espectadores.
Personal e intransferible
Anthony Blake no es un hombre normal: su altura, su porte, su mirada intensa y penetrante. No puede ser normal porque es un mago de verdad. O sea, de los que no quieren hacer más que magia. O lo que es lo mismo, crear ilusión. Y lo lleva haciendo desde hace más de veinte años, en las televisiones, las radios, los exitosos espectáculos de teatro. Es tanta su proyección que incluso ha escrito tres libros sobre magia. Del primero, 60.000 ejemplares. Y todo eso siendo un hombre felizmente casado, padre de tres hijos, o lo que es lo mismo, teniendo que atender una vida convencional. La magia no hace rico. «Y menos ahora, con el 21 por ciento de IVA». También los magos sufren la crisis. Por eso Blake, como tantos españoles, anda pensando en buscarse trabajo en Argentina, Chile, Colombia, México... Seguro que allá también dará que hablar. cuando diga su frase más famosa "todo es producto de tu imaginación"
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