Museos

Blanca Cuesta: «Borja y yo hacemos un tándem muy especial»

Inaugura su primera exposición en solitario

Blanca Cuesta desembalando una de sus obras, que estarán expuestas hasta el 15 de marzo
Blanca Cuesta desembalando una de sus obras, que estarán expuestas hasta el 15 de marzolarazon

«Blanca es pura energía». Lo dice su maestro, Pedro Sandoval, y, a juzgar por la forma en la que ella corretea de un lado a otro desembalando sus cuadros, parece que la afirmación es cierta. Controla cada detalle para que todo esté a punto en la inauguración del jueves, cuando abrirá al público su primera exposición en solitario, en la Galería de Arte David Bardía. La protagonista de esta historia dice soñar «con mezclas de colores» y, aunque no lo diga de viva voz, también fantasea con que algún día su nombre y apellido sean suficientes para que la gente la reconozca y en su cabeza estalle la fusión de texturas, volúmenes y tonos flúor que invaden su obra. Pero, de momento, Blanca Cuesta, la esposa de Borja Thyssen, sabe que aún tiene que luchar contra muchos prejuicios, e incluso contra su propia imagen: la de su pasado –que ya juzga algo roída e histriónica– y la mediática, en la que siempre hay alguien dispuesto a espetarle que la pintura es un «hobby» más en la lista de pasiones pasajeras de una niña bien. «Los que me pueden hacer daño son las personas que me importan y ellas saben que pinto desde hace muchísimos años», asegura Cuesta, antes de aclarar que las críticas vacías «me provocan aún más la sensación de que debo continuar con el reto de cambiar esas opiniones», explica a LA RAZÓN.

Pinta en el estudio de su casa madrileña, generalmente de lunes a viernes y «aprovechando la luz de la mañana». Asegura dedicarle muchas horas a su trabajo y por eso, cierta indignación parece invitarle a añadir algo más. «Intento ser muy organizada en mi trabajo para aprovechar todos los momentos con mis hijos. Hoy no he podido acompañarlos a natación. Soy una súper madraza y no sacrificaría tanto mi vida personal por un capricho pasajero. Además, me van a criticar de todos modos, así que prefiero que lo hagan con algo que me apasiona», sostiene.

La vida, asegura, la ha llevado de «una forma natural» hacia este presente invadido de abstractos y colores. Y ahora que su imagen se ha alejado de los «flashes» del «photocall» para alojarse bajo la cálida luz de las galerías de arte, analiza sin tapujos su transformación en estos años: «El tiempo y las circunstancias de la vida te dan madurez en todos los niveles», comenta. ¿Hay cierto arrepentimiento tras esta afirmación? En absoluto: aunque reconoce que «hubiese escrito la historia de otra forma, pero eso no está en mis manos», si hay algo que cambiaría es haber estudiado Educación Infantil y Enfermería en vez de Bellas Artes. ¡Ah! Y algún que otro estilismo: «Cuando veo el escotazo en algunas fotos pienso: ''¿A dónde iba yo con esta pinta?'' Y el caso es que entonces me encantaba». Ésa es la evolución natural de la que habla Blanca, hacia la que le han llevado sus hijos, Sacha, Eric y Enzo, y también su matrimonio. «Borja tiene su espacio en el mundo del arte, pero desde otro punta de vista, como coleccionista, y yo como creadora. Hacemos un tándem muy especial porque también me apoya mucho y siempre ha creído en mí», asegura, mientras él trastea por la sala, pendiente de cada uno de los cuadros de su mujer. «Desde que empecé con el abstracto creo que Borja se ha sorprendido del talento que tengo», asegura, divertida, sin olvidar que ahí fuera hay un mundo hostil que amenaza con no tomársela nunca demasiado en serio. «Ése es mi desafío, al menos tengo que intentarlo», lanza, segura.