África

Dublín

Bono, el filántropo al servicio del poder

Bono, junto a George W. Bush, en una cumbre por el desarrollo en 2002
Bono, junto a George W. Bush, en una cumbre por el desarrollo en 2002larazon

En una de sus parodias más célebres, «Muchachada Nui» se ponía en la piel de Bono, el cantante de U2. Con su acento manchego, Joaquín Reyes decía, caracterizado de la estrella tras las gafas de color salmón: «Yo es que amo el mundo una cosa bárbara. Albergo tanta humanidad... Los problemas del mundo me interesan todos y por eso he prestado mi imagen, y poco más». Es difícil sintetizar mejor el retrato que hace de la superstrella del rock Harry Browne en su último libro, «Bono: en el nombre del poder» (Sexto Piso), en el que retrata al músico con sentido crítico, menos humor y bastante malicia.

«La cuestión es por qué merece un libro el señor Bono –asegura Browne–. Y la respuesta es que es alguien muy visible involucrado en las relaciones entre los países ricos y pobre en los últimos 20 años, basado en el papel de personas famosas como intermediarias para concienciar sobre las causas nobles». Un fenómeno en el que, según sus explicaciones, el papel del músico ha sido el de tansferir su integridad moral a los poderosos. «El título en inglés es ''The Frontman'', que es, literalmente, la persona a la que pones delante, la fachada. Y esa fachada, dice: ''confía en Bush, Clinton, Blair, Bill Gates''». El libro pone en el objetivo su papel en causas humanitarias y filantrópicas que le llevaron incluso a ser portada de la revista «Time» con el título de «¿Puede Bono salvar el mundo?» y a ser calificado de «rey de la esperanza» por Oprah Winfrey. En realidad, según la tesis del libro de Browne, las iniciativas nobles de Bono no han hecho sino perpetuar las condiciones de pobreza de África y situarse al servicio de los poderosos. «Esas campañas crean la impresión de que tratan de paliar la situación y acabar con la explotación, pero no es real. Con una mano dan un poco mientras con la otra sacan mucho más. África, que es el paradigma de esas campañas, sigue estando con los mismos ratios de pobreza que hace treinta años, al contrario de lo que ha pasado en Latinoamérica o Asia, con mucha menos caridad. Y Bono ha sido la portada de ese ''estamos aquí para ayudar''». En el libro van aflorando las contradicciones en las que sus opiniones y sus actos incurren. Una de ellas, la primera y más famosa, es su estrategia fiscal. Mientras Bono alzaba la voz por la pobreza en África, trasladaba sus cuentas y las de su grupo a Holanda, beneficiándose de una política ventajosa. Y no se trata de poca cosa: U2 protagonizó la gira más rentable de la historia en 2011, durante la que se embolsó 517 millones de euros. «No se le puede reprochar, eso lo hacen las compañías en el mundo, pero resulta inadmisible que Bono declarase que es algo bueno para el planeta, que fomenta la competitividad. Es una estupidez, ése es un debate serio que saca de África 34.000 millones, mucho más de lo que ha hecho Bono por el continente», añade.

Una red opaca de empresas

Browne concede que el músico de Dublín ha hecho cosas buenas por el continente, aunque al servicio de, en el mejor de los casos, un imaginario colonial. «Es cierto, ha llevado medicamentos contra el sida que han ayudado a mucha gente. Y no se ha aprovechado de esas campañas para enriquecerse. Porque yo no juzgo sus motivaciones, pero sí sus declaraciones. Y algunas están llenas de un cinismo casi deshonesto en el que está claro que su posición pasa de querer cambiar el mundo a decir: ''Así son las cosas, chico''», explica. Browne trató de serguir el rastro de las empresas que están a su nombre y sólo obtuvo dos palabras en claro: «red opaca. Es muy complicado, hay mejores investigadores que no han llegado al fondo, porque son sociedades que tienen sede en muchos países y que se hacen préstamos entre sí». Muchos le han criticado a Bono que sea un filántropo con el dinero de otros (principalmente Bill Gates) pero que no haga nada con el suyo. «Es cierto. Hay muy buenas historias periodísticas sobre sus fundaciones, que no destinan ni el uno por ciento a donaciones u obras de caridad. Pero es que en realidad no son para eso. Sus empresas no son ONG, sino «lobbys», agencias de relaciones públicas que no tienen ese objetivo filantrópico. Y es normal que las tenga porque es alguien que se ha acercado a los grupos de poder y ha logrado meterse en ellos mucho. Y claro, de ahí surgen las contradicciones hasta el punto de que empieza a hablar desde el fondo del estómago de la bestia», dice con muchas ironía el autor del libro. La capacidad de adaptación de Bono a todas las formas de poder está acreditada: tuvo el talento suficiente para pasar de Bush y Blair a Obama y Brown y salir bien en todas las fotos. Blair le define como alguien «con un don natural para el politiqueo», mientras las críticas de otros artistas resultan demoledoras. La que merece más atención es la de Springsteen, que dice de él que es «un chamán, sinvergüenza y con uno de los complejos mesiánicos más grandes y encantadoramente simpáticos del rock & roll». Y es que Bono supo envolverse en la bandera de la paz primero y callar con la invasión en Irak, así como mantener una calculada ambigüedad acerca de su posición sobre el Ulster, asunto sobre el que se dedica un capítulo en torno a su adscripción al estándar irlandés. «Bono no es una farsa. Puede que sea superficial y vanidoso, pero ha dedicado esfuerzo a esas causas. La cuestión es que ha conseguido lo contrario: perpetuar los problemas». Como le parodian en el monólogo de los cómicos españoles: «¿Es que no veis que para ser un líder hay que tener carisma? Aceptad vuestro papel de gregarios».