Buenos Aires
Carmen March: «Voy de incógnito a las tiendas para ver qué se compran»
Directora creativa de Pedro del Hierro
El despertador le ha cedido quince minutos de sueño esta semana. Sólo un cuarto de hora, porque a las siete en punto de la mañana ya estaba ella a la carrera en el Parque del Retiro. Terapia matutina que repetirá en Nueva York cuando aterrice para presentar allí por primera vez este sábado una colección de Pedro del Hierro Madrid. Apuesta de expansión internacional del grupo Cortefiel que busca abrir en dos años 500 puntos de venta sólo en China. «En la colección que presentamos vamos a un concepto de femineidad muy mediterránea en materiales y coloridos, basado en la estética española de Mariano Fortuny», asegura ya sin las zapatillas puestas.
–¿Ha encontrado atasco en El Retiro?
–Está lleno de gente corriendo y en bici. Ahí estamos todos como locos dando vueltas. Desde que corro tengo más amigos, soy más simpática y he ganado en paciencia. Para mí es una hora de meditación, que dedico para pensar sobre cualquier tema en silencio, poner la mente en blanco.
–Entonces, ¿prohibido los cascos?
–A mí me distraen mucho, prefiero correr con mis pensamientos.
–¿Y entre esos pensamientos está Nueva York?
–Estoy pensando en la que se nos viene encima.
–¿Ha comprado billete de ida y vuelta?
–¡No! Cuando vas a América es para poner en marcha un proyecto a medio-largo plazo, no tiene sentido una experiencia aislada. Además, en la moda todo cambia tanto... La última vez que estuve por allí trabajando fue hace cuatro años y no tiene nada que ver: la forma de ver, vender y consumir. Todo va a una velocidad tremenda, tanto que me da la sensación de que parto casi de cero.
–Pero habrá estado hace poco tanteando Manhattan...
–La última vez me pilló el famoso huracán que dejó media ciudad sin luz. Fue curioso porque me alojé precisamente en la «zona oscura» y mis hijos volvieron con la idea de que Nueva York es un lugar donde se comparte taxi con otras personas, se cena con velas, duermes con el abrigo... Más allá de la broma, cuando salía a correr, a partir de la calle 34 era como cruzar un espejo porque a partir de ahí había vida, con las cafeterías abiertas, la gente por la calle. De ahí para abajo, descubrí un lado de la ciudad que me decepcionó mucho. Si rascas, salen una serie de cosas que en Europa no se toleran.
–Entonces, ¿no estamos tan mal como creemos en España?
–Es un momento complicado, pero tenemos un alma muy grande. Tenemos muchísimos problemas pero hay entereza.
–Precisamente su proyecto en Pedro del Hierro nace con la recesión.
–Me tantearon hace tres años y llevo uno trabajando. Que este proyecto tenga ambición y alma española, me hace ilusión doblemente.
–¡Menudo pretendiente! Dos años para conquistarla...
–Yo quería parar y pedí tiempo. Supongo que hubo más novios y novias, pero por algún motivo conmigo salió bien. La prueba de que la relación funciona es Nueva York. Si tienes un proyecto con vocación internacional tienes que medirte en los rings mundiales.
–Entre unos y otros, están dejando a la diosa Cibeles y a su pasarela sola...
–La diosa Cibeles tiene unos leones estupendos que la acompañan a todos lados. A la pasarela madrileña no le falta nada, pero hay que ser realistas. Competimos a nivel mundial y hay cuatro escaparates potentes que tienen el calendario bien agarrado: París, Londres, Milán y Nueva York. Si quieres tener relevancia, tienes que estar en uno de esos cuatro escenarios.
– Año y medio de exilio de la moda. ¿Necesitaba desintoxicarse de lo «fashion»?
–Ha sido la mejor idea que he tenido, un privilegio para poder reflexionar. Parar me ha permitido tener una perspectiva desde fuera, porque cuando vas rápido por la carretera no tienes tiempo para admirar el paisaje. He podido resituar prioridades y ver qué cosas no me hacen bien.
–«Mi sueño no es viable», dijo tras echar el cierre a su marca. ¿Ahora con qué sueña?
–Me hace mucha ilusión ver que algo que yo he planteado lo lleva puestouna mujer en San Francisco, en Shangai, Buenos Aires, Tokio.... Pero todo esto, bebiendo de la cultura y de las raíces españolas tanto estética como éticamente. Cualquier vehículo es válido para transmitir nuestra cultura.
–Josep Font y usted son reflejo de una unión que no existía en la moda española: creador y empresa textil.
–Yo tengo ahora un grupo industrial con una potencia que es un lujazo. Es como la Fórmula 1: poder firmar con una escudería que te va a dar un coche que no se va a romper a la quinta vuelta. Es cuestión de tiempo y madurez del mercado para que se den más casos. Y los habrá.
–Ahora le toca situarse en la «pole».
–Que nos vaya bien a unos, nos viene bien a todos. Ahora pasamos nuestra primera prueba, porque la semana que viene sale a la venta en España la primera colección que diseñé para Pedro del Hierro Madrid.
–¿Irá de incógnito a las tiendas para ver la reacción?
–Lo hago todo el tiempo. Tienes que conocer dónde trabajas: las tiendas, los talleres, los almacenes... Además, si vas y descubres que has cometido un error, no pasa nada. Lo importante es corregirlo y aprender, hay que ser muy críticos con lo que hacemos.
–Eso cuesta en España.
– No sólo a los españoles, a los latinos también. A los anglosajones no les cuesta nada pedir perdón o reconocer que ha quebrado su empresa. Claro que esto exige ser humilde, atento y flexible.
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