Barcelona

Carmen Martínez-Bordiú no se divorcia hasta octubre

Martínez-Bordiú y Campos
Martínez-Bordiú y Camposlarazon

Ambiente exquisito sobre los tejados de Madrid. La vista desde la terraza del Museo Thyssen merecería un pasacalle de Alonso y Padilla cantado por el madrileñismo irrepetible de Nati Mistral, tan varada como la barca santanderina de José Campos.–Nadie sabe dónde está– dicen de la «nietísima», tan apasionada y rompedora que sigue embalada con su nuevo enamorado, «que es un encanto», confirma Jaime Martínez Bordiú. Teresa Bueyes, abogada de la «estupenda», confía en que en octubre se resuelva el caso, «pero los juzgados santanderinos están colapsados». Carmen reclama la barca hasta que Campos pague el crédito obtenido para comprarla. Él renunció a los 300.000 euros que le exigía –¡hasta ahí podíamos llegar!–. Estamos asistiendo al crecimiento de lo que podría ser su último romance. Aunque con ella nunca se sabe, ya que la esposa de Luis Miguel Rodríguez sigue comentando por Seseña su intención de no darle la libertad.

Importante selección de personalidades para realzar el debú español de Suttons & Robertson, firma británica experta en subastas de arte. Fue fundada en 1770. Convocó la varita mágica de Lola Alcáraz, la jefa de protocolo de la embajada francesa, con quien comenté lo que sabe de los nuevos embajadores americanos, una pareja que dicen que son gays. Ya no impacta igual que el reciente desembarco del representante francés, Jeróme Bonnafont, que llegó con esposo y niño adoptado para reemplazar a Bruno Delayé, que pronto retornará a París porque no se acomoda a Brasilia. Lo entiendo, es un erial soñado por Niemeyer como espantosa ciudad del futuro. Delayé se reincorpora a París, comentaban ante un García Revenga que no estaba en son de paz. Contaba que «he pasado la tarde en Barcelona con la Infanta Cristina, que celebraba su cumpleaños. Son mis jefes y a ellos me debo», casi se justifica crispado, algo que no hacía falta, porque alaban su lealtad a la Casa, donde aún colea el reciente contencioso con la Prensa porque tres fotógrafos fueron vetados en el concierto homenaje al heredero nipón. Allí brilló el flamenquismo de Miguel Poveda cuyas imágenes no pudieron recoger los afectados porque sus medios –«Semana», «Diez minutos» y la agencia Gtres– publicaron el cumpleaños de Irene Urdangarín. Parece un castigo, reprimenda y censura de otros tiempos. Lo tremendo es que al día siguiente, Javier Ayuso, el jefe de prensa de la Casa del Rey, se disculpó lamentando «lo que ha sido una equivocación», aunque cuesta creer semejante traspié. Se añoran los irrepetibles años de Sabino, Fernando Gutiérrez, Fernando Almansa y González Cebrián. Cabe investigar si castigaron por publicar fotografías de una menor o por algo tan tremendo como llevar dos barras bajo el brazo, como si eso convulsionase a la monarquía. –No aprendemos y en esto vamos a peor– valoraban, mientras Jaime Martínez-Bordiú oía cómo Dani Sanmartín, ya paladín de la risueña Beatriz de Orleans, hablaba de la boda compostelana de su íntimo J. M. Goyeneche con una sobrina de la reina Fabiola. «El pazo es mejor que el de Oca». En ese mismo día y hora también se desposó en El Escorial otra sobrina de la de Mora y Aragón, y los invitados tuvieron que repartirse. Y siguiendo con las bodas: Marina Castaño tiene la ansiedad previa al enlace que en siete días celebra ante 160 invitados en su casa de Puerta de Hierro.