Royals

El retrato fantasmal (e inédito) de Diana de Gales

Diana de Gales
Diana de GalesDavid Bailey

Escribía Charles Dickens que «toda familia de alguna antigüedad o importancia tiene derecho, al menos, a un fantasma». Si es así, las estancias de Buckingham acogerán a muchos, aunque casi todos parecen observar el discreto silencio de la posteridad. Sin embargo, uno de ellos se empeña en imponer su presencia visible, mucho más viva que un recuerdo. Diana es un eterno retorno, un viaje de ida y vuelta sobre su figura, que todavía resulta atractiva para un público que siempre parece esperar algo más de ella.

Una exposición en Londres prueba de nuevo esa evidencia. Desde esta semana, el palacio de Kensington acoge la muestra «Life Through Royal Lens», una colección de fotografías de la familia real británica realizadas a lo largo de casi 200 años. Imágenes oficiales, históricas y también personales. Isabel II acapara buena parte de la exhibición. Y, sin embargo, vuelve a ser ella, la difunta, el principal reclamo. Un retrato inédito de la princesa ha centrado la atención de la prensa convirtiendo una iniciativa local en un acontecimiento mediático. David Bailey realizó en 1988 esta sesión de estudio de la que se publicó una sola fotografía, que desde entonces cuelga de las paredes de la National Portrait Gallery. Esta es muy similar a la que ahora se descubre, solo hay un gesto de diferencia: en la elegida entonces mira a la cámara con una sonrisa tímida; la que hoy atrae a los que la añoran es un perfil bello pero triste, tal vez una imagen más honesta porque en esos días la tormenta de su matrimonio ya se había desatado y comenzaba a ser aireada en los periódicos.

Esta enésima reaparición de Diana probablemente sea tan solo un prólogo de su omnipresencia durante los próximos meses, cuando todo tipo de homenajes la devuelvan entre nosotros al conmemorar los 25 años de su fallecimiento, en aquel 31 de agosto. Llamativa coincidencia con los festejos que a partir de junio acompañarán el jubileo, las siete décadas en el trono, de quien fue su suegra. Será un verano emotivo, nostálgico también para la soberana, que en el inevitable repaso a su reinado sentirá a Lady Di como uno de sus mayores dramas. Porque fue aquel matrimonio fallido el que hizo de Carlos, aún hoy, el príncipe de los desafectos entre sus compatriotas. Y de Camilla, al fin próxima reina, un remedo de la que hubiera debido ser la consorte más querida. Ese es el temor que despierta el fantasma de Diana: que promete vagar para siempre, bella y dulce, por la memoria de una nación.