Joyeros reales
Estas son las casas nobles españolas que adueñan las joyas que parecían reservadas a la Casa Real
Alba, Medinaceli, Montellano... Abrimos los joyeros de las grandes casas españolas, unos tesoros desconocidos durante décadas que parecían reservados solo a las mujeres de la Familia Real
La boda de Victoria López Quesada no fue la primera ocasión en la que se generó cierto debate sobre las joyas de la novia, pero, posiblemente debido a la relevancia tanto de las familias como de los invitados, sí fue en la que esa conversación produjo más información. Si bien se decantó finalmente por la tiara de botones de diamantes, que modificó para añadirle una flor de lis, también podía haber escogido entre el diseño con rosetas de Chaumet para los condes de la Maza o la de espigas de los Habsburgo austríacos. Estas tres opciones con las que contaba la ahijada del Rey para tocar su cabeza nos descubrió un universo de joyas que parece a veces solo reservado a la Familia Real, aunque lo cierto es que los palacios de nuestro país atesoran a día de hoy piezas muy destacadas.
De hecho, durante los últimos tiempos hemos visto aflorar en los diversos enlaces matrimoniales algunos diseños que han llamado mucho la atención. Uno de los más recordados es el espectacular collar de Chaumet que lució Carla Pía Falcó, duquesa de Montellano, en la boda de su hijo, Felipe de Matossian Falcó, en marzo de este año.
Se trata de una pieza de diamantes y turquesas fabricada en 1951 y que hace juego con una de las tiaras que la Casa de Montellano conserva hoy en día, la de lazo de 1926, dos diseños excepcionales que se exhibieron en 2019 en la exposición que organizó la maison francesa en Mónaco.
Solo con estos dos modelos nos podemos hacer una idea de los tesoros ocultos que a día de hoy todavía se conservan en España: «Las grandes casas tenían colecciones tan impresionante como las de las damas de la Casa Real», afirma David Rato, autor del perfil de Instagram Spanish Royal Jewels. «Es difícil, eso sí, apuntar quién sigue teniendo esas colecciones. Son familias que viven vidas bastante privadas, alejadas del foco mediático, y son raras las ocasiones donde sacan su artillería pesada. El hecho de que solo la Familia Real luzca diademas en las cenas de gala en Palacio también dificulta nuestro trabajo de investigación. Nos tenemos que contentar con algunas bodas al año».
Y, efectivamente, suele ser en las citas nupciales cuando nos podemos sorprender con estas piezas, muchas de las cuales se encargaron a principios del siglo XX a joyerías como Chaumet o Ansorena: «El XX representa un punto de inflexión significativo en el mecenazgo español en la tienda parisina», apuntan a LA RAZÓN desde Chaumet Heritage. «Un número cada vez mayor de nuevos clientes hicieron fabulosos pedidos», añaden.
Y es que, si bien la Familia Real compraba en la maison parisina desde prácticamente su fundación, a finales del XIX y principios del pasado siglo títulos como el condado de la Maza, el ducado de Montpensier, Alba o el ya citado de Montellano se unieron a su lista VIP. De estos últimos y tras casi medio siglo sin haberse visto en público, también es la tiara de rosas silvestres, posiblemente uno de los diseños más espectaculares de Chaumet, creado en 1922 para Carlota Escandón y Barón, que Clara y Cristina Matossian Falcó lucieron en sus bodas. La pieza en platino, diamantes y perlas es tan destacable que en el año 2019 inspiró la colección Melodie Nacrée de Chaumet.
En la boda de los hijos del Duque de Alba, por ejemplo, las novias optaron por declinar la posibilidad de lucir alguna joya familiar, cediendo en esa ocasión el protagonismo a la madrina, Matilde Solís y Martínez Campo. Perteneciente también a una importante casa, optó por lucir en el enlace de su hijo mayor la tiara de zafiros de la casa de la Motilla, solo que en su versión de collar.
Es un diseño convertible de Ansorena que recuerda a la cola del pavo real y que habla de la excelencia que logró la joyería madrileña en aquellos años: «Desde el reinado de Isabel II, Ansorena se sitúa como la joyería de cabecera de la monarquía, la aristocracia y la alta burguesía de nuestro país, aunque son los años previos y posteriores al enlace de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en 1906, los que suponen el mayor esplendor en la producción, no solo nuestra, sino de las históricas manufacturas joyeras europeas», explica Pedro Barrero, del departamento de tasación de joyas y relojes de la firma.
Perlas y diamantes
De hecho, se podría asegurar incluso que la maestría de Ansorena con los diamantes y las perlas influyó en los encargos que se hicieron por aquella época. Uno de ellos fue la tiara rusa de la Casa de Alba, una joya de la que doña Cayetana se tuvo que desprender para comprar un caballo para su hijo Cayetano y que en 2022 volvió a salir a la venta por dos millones y medio de dólares. Porque, además de obras de arte, también suponen una inversión y son muchas las familias de la nobleza que han decidido desprenderse de ellas para hacer caja, como fue el caso de los Medinaceli, que llegaron a recaudar más de 250.000 euros por uno de sus tesoros, o los Villagonzalo, que subastaron por 130.000 el diseño que realizó Ansorena para Esperanza Chávarri Aldecoa. «Dependiendo de la pieza, de su materialidad y diseño, como de su procedencia, pueden alcanzar valores superiores al millón de euros. No creo que sea tanto como un seguro sino como una forma de diversificar el patrimonio», asegura Barrero.
La Casa de Alba atesoraba otras joyas, como es la tiara de la emperatriz Eugenia de Montijo, pieza con la que se casó Eugenia Martínez de Irujo y que acabó heredando. Al actual cabeza de familia le queda, eso sí, la corona heráldica: «Es una joya bastante curiosa que emplean las duquesas, marquesas, condesas, etc. españolas y que no se veían tanto en otras cortes europeas», apunta Rato. En este caso, es un modelo en brillantes y esmeraldas que la emperatriz regaló a su hermana, Rosario Falcó y Osorio. Tras décadas sin verse, en la pasada exposición «La moda en la casa de Alba» se exhibió un retrato de Sofía Palazuelo, futura consorte, con ella, lo que confirma que la corona sigue en la casa.
Los Medinaceli también conservan la suya, algo más discreta, en diamantes y perlas que vimos por última vez en el enlace de Sol Medina Orleans-Braganza. Pertenece en este caso a la Fundación ducal Casa de Medinaceli, presidida por el duque de Segorbe, lo que hizo que, debido al enfrentamiento que tiene con su sobrina Victoria, actual títular de la casa, esta última no pudiera lucirla en su boda.
Los Martínez de Irujo, Pastrana, Domecq, Marianao y Osuna también nos pueden sorprender con sus tesoros, aunque, como reconocen desde Ansorena, «este tipo de joyas, como tiaras, brazaletes o broches, se gestionan a través de la venta privada para mantener la privacidad, lo que no quita para que las subastas sean su principal canal de venta y que exista un auge del coleccionismo». De ahí que sea tan difícil saber qué queda en los joyeros de la nobleza, pero sí podemos asegurar, como afirman en Chaumet Heritage, que «pocas joyas combinan mejor símbolos de poder y amor como una tiara».
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