Declive

La caída de la Casa Sussex: impopulares, erráticos y cansinos

La pareja quiso protagonizar su propio cuento de hadas, el Megxit, y hoy recibe de todos los ángulos dos únicos calificativos: timo y decepción

Prince Harry and Meghan Markle, Duke and Duchess of Sussex visit the track and field event at the Invictus Games in The Hague, Netherlands.
El príncipe Harry y Meghan MarklePeter DejongAgencia AP

Cuando Meghan Markle y el príncipe Harry de Inglaterra llegaron con sus trajes nupciales en aquel icónico Jaguar azul metálico descapotable a Frogmore House, su primera residencia matrimonial, soñaron que sus cabezas eran de oro, el torso de plata, las caderas de bronce y las piernas de hierro. Se elevaron a los cielos sin percatarse de que sus pies eran de barro. Cinco años y medio después de aquella idílica imagen, la bonita estatua se desmorona por completo y la pareja mancha todo cuanto pisa.

Lejos de encarnar una modernidad encantadora dentro de la «firma», la pareja quiso protagonizar su propio cuento de hadas, el Megxit, y hoy recibe desde todos los ángulos dos únicos calificativos: timo y decepción. La Casa Real británica ya miró con recelo cuando registraron el nombre Sussex Royal como marca comercial, en diciembre de 2019, en la Oficina Británica de Propiedad Intelectual. Sus planes, inauditos en la Familia Real, hicieron salivar a más de una compañía por lo que comercialmente podía desatar.

Solo unos meses después, tras la renuncia de los duques a sus obligaciones monárquicas y su retirada, primero a Canadá y después a Montecito, en California, la reina Isabel II consiguió que no pudiesen utilizar la marca Sussex Royal. Sin embargo, sus ambiciones continuaron adelante y explotaron su propia firma como duques de Sussex que posteriormente materializaron bajo el nombre de Fundación Archewell en alusión a su primogénito Archie Harrelson.

El príncipe Harry y Meghan Markle con su hijo Archie, hermano mayor de Lilibet
El príncipe Harry y Meghan Markle con su hijo Archie, hermano mayor de LilibetTOBY MELVILLE / POOLAgencia EFE

Se apuntaron al triunfo fácil, hicieron de su «desgraciada» vida una forma de conseguir fama y dinero y se convirtieron en ávidos consumidores de moda y tendencias, cultivando un exagerado culto a sus personalidades. La iconografía era perfecta, pero absolutamente inarmónica con el sello ecológico y humanitario con el que quisieron estampar sus vidas públicas. Ahora que su relevancia empieza a ser prácticamente nula, nadie está dispuesto a que su comportamiento pase desapercibido. Y cada uno de sus pasos se examina con lupa.

Compromiso con el planeta

Hace únicamente unas semanas, Harry y Meghan Markle fueron sorprendidos en la ciudad de Nueva York en un convoy de siete coches para realizar un trayecto de tan solo setenta metros. La escena tuvo lugar después de la ceremonia de clausura de los Juegos Invictus. Los duques de Sussex participaban en una conferencia sobre salud mental y pusieron como pretexto su seguridad. Era solo la última teatralización de la lucha titánica que mantienen contra los paparazzi. ¿Suficiente para romper su supuesto compromiso con el cuidado del planeta?

Los medios de comunicación y los ciudadanos a través de sus redes sociales critican la conducta hipócrita de la pareja, que se declara ferviente defensora de la Tierra. «Harry y Meghan ya no saben existir», titulaba esta misma semana la revista «Point de Vue» en un artículo que cuestiona si la vida privada de los duques de Sussex puede considerarse ecológica y acorde con la sensibilidad, claramente en descrédito, que usan como bandera.

Meghan Markle y el príncipe Harry en una imagen de archivo
Meghan Markle y el príncipe Harry en una imagen de archivoGtres

Si observamos los titulares en estos años de aventura californiana, sus costumbres están lejos de evitar el calentamiento del planeta o de frenar los vertidos tóxicos que envenenan los océanos. No son caprichos puntuales. Un día es un viaje a Ibiza en jet privado, otro la visita a Elton John a la Riviera francesa y el siguiente es un fin de semana en la localidad caribeña de Canouan.

Los colectivos ecologistas ponen el grito en el cielo, más cuando una de estas escapadas ocurre después de disfrutar de la Fórmula 1, un evento cuestionado desde varias plataformas medioambientales. La imagen reciente del menor de los hijos de Carlos III y la difunta Diana de Gales en los paddocks del Gran Premio de Fórmula 1 en Austin, Texas, charlando animadamente con un equipo de televisión, desató el comentario de que no parecía que le incomodasen los litros de gasolina que queman los motores. Su actitud, considerada más cercana al «greenswashing», o falsa conciencia ecológica, que a un compromiso moral serio, le sitúa constantemente en el punto de mira.

El comportamiento de los duques es, pues, errático y tiene mucho que ver en ello el poco interés que ahora mismo despiertan. De todos los proyectos que lideran, solo los Juegos Invictus consiguen cierta relevancia mediática. Quienes antes apoyaban sus pretensiones han sucumbido a una realidad: los Sussex solo son virales cuando hablan, o hablan mal, más bien, de los Windsor. El problema es que ya lo han contado todo a cambio de cifras multimillonarias.

Harry y Meghan en la inauguración de los Juegos Invictus, en La Haya. EFE/EPA/ROBIN UTRECHT / POOL
Harry y Meghan en la inauguración de los Juegos Invictus, en La Haya. EFE/EPA/ROBIN UTRECHT / POOLROBIN UTRECHT / POOLAgencia EFE

Por el acuerdo que firmaron con la plataforma Netflix para su serie autobiográfica en seis capítulos se barajaron cifras de hasta 100 millones de dólares. El proyecto, que incluía también algunos documentales y programas infantiles, no cumplió las expectativas, y una de las series de dibujos animados, «Pearl», fue cancelada. Lejos quedan los días en que Harry podía pedir hasta un millón de dólares por sus apariciones, como hizo en 2020, cuando se embolsó ese dinero por un discurso en JP Morgan. El colofón en esta sucesión de decepciones lo ha puesto su ruptura, en junio de 2023, con Spotify. Meghan firmó un contrato, que estaría entre los 15 y 25 millones de dólares, por su podcast Archetypes. Solo su primera temporada, con alguna entrevista de cierto interés, consiguió buena acogida, y la compañía optó por su cancelación. Uno de sus ejecutivos, Bill Simmons, carga duramente contra ellos y califica a la pareja de timo. Y arremete con especial virulencia contra Harry: «Naciste en una familia real y ahora te has ido, vendes documentales y podcasts, a nadie le importa lo que tengas que decir sobre nada a menos que hables de la familia real, y encima te quejas de ellos». ¿Qué ha ocurrido realmente? Es verdad que Spotify ha tenido que abaratar costes, reducir plantilla y reajustar contenidos, pero, en lo que afecta a Archewell, la productora de los Sussex, el motivo ha sido, según los analistas de Bloomberg, la falta de contenidos y la imposibilidad de arrancar a Harry algún proyecto más allá de su trauma infantil. Apuntó demasiado alto cuando planteó entrevistas personales, con personajes tan improbables como Vladimir Putin, Donald Trump, el Papa Francisco o Marck Zuckerberg. Después de tres años y una vez agotado el morbo, cualquier idea es agua de borrajas y su relato ya no cala.

La escritora Esther Kraue advertía recientemente de la estafa que implica «ser famoso por sabe Dios qué», y comparaba a la pareja con las Kardashian, pero con menos emoción aún. En su opinión, Harry fue un personaje interesante como royal: «Era el chico pelirrojo amante de la diversión con el que a todos les encantaba estar. Desde que se casó, ha sido un completo aburrido».

Rumores de divorcio

En ese despiste existencial y en medio de recurrentes rumores de divorcio, los duques podrían estar apurando sus últimos cartuchos. Uno de ellos, la producción de una película romántica por la que Netflix ya habría pagado más de 3,5 millones de dólares por los derechos. Con el título «Meet Me At The Lake», la historia, basada en la novela homónima de Carley Fortune, transcurre en Toronto y recordaría a su propia historia de amor. Todo apunta a que, una vez que la marca Sussex sin el apellido Royal ha resultado un fiasco, la pareja que antes comía a dos carrillos intentará salvar sus propios trastos por separado. Harry podría estar barajando impulsar una serie documental sobre África en Netflix. Sin embargo, es Meghan quien marca cada vez más distancia para brillar en solitario. Su primer paso ha sido fichar por la agencia de talentos William Morris Endeavour. Desde ahí podría estar preparándose para relanzar su blog The Tig, utilizar su imagen como influencer o publicar, incluso, sus memorias. Aunque esto último es un rumor que enturbia aún más, si cabe, el panorama.