
Aniversario
Carlos y Camila: veinte años de amor
El 9 de abril de 2005 los hoy reyes de Inglaterra se dieron el «sí, quiero», un matrimonio que dividió a la nación entonces

Todo empezó con una frase memorable: «¿Sabía que mi bisabuela fue amante de su tatarabuelo?». Corría la década de los 70 y una veinteañera muy divertida y sin ningún tipo de tapujos llamada Camila Shand se acercó al entonces príncipe Carlos. Le hizo reír. Y se enamoró perdidamente. Pero tuvieron que pasar tres décadas para que el heredero al trono pudiera casarse con el amor de su vida. Carlos y Camila celebran hoy 20 años de matrimonio. El aniversario les pilla en Italia, donde se encuentran de viaje oficial. En el jardín de Villa Wolkonsky celebraron una sesión de fotos donde volvieron a demostrar gran complicidad. Como aquel 9 de abril de 2005, aún siendo conscientes de que la boda dividió a la nación. La mayoría se oponía alegando que se trataba de una falta de respeto a la memoria de Lady Di, fallecida en 1997. Sin embargo, otros –apenas el 32%, según las encuestas– opinaban que eran claramente almas gemelas y que, con Carlos destinado a ser rey, necesitaba un verdadero apoyo.
Y así ha sido. Lady Di aportó unos bellos genes a la Corona, pero ha sido Camila quien ha logrado dar la necesaria estabilidad a la institución y la felicidad al actual monarca. Ambos, en su día el gran adúltero y la mujer más odiada del Reino Unido, son hoy rey y reina. La pareja ha logrado ganarse el cariño del pueblo y demostrando formar un equipo inquebrantable que se mantiene unido ante todo tipo de adversidades, entre ellas, el cáncer que padece el monarca. En definitiva, los condenados a villanos han sido redimidos, dejando claro que su amor triunfó ante todos y ante todo.
La pareja quiso casarse con una sencilla ceremonia civil en el Guildhall de Windsor a la que acudieron sólo 28 personas, entre ellos, los hijos del entonces heredero al trono y los de Camila. Isabel II fue la gran ausente. Optó por quedarse en casa con su marido, el príncipe Felipe. Robert Hardman, biógrafo de los «royals», afirmó posteriormente que su ausencia indicaba una «desaprobación de los preparativos, no del matrimonio en sí».La soberana, eso sí, estuvo luego en el servicio religioso en la Capilla de San Jorge donde el entonces arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, dio su bendición a la pareja. Isabel II y su marido ofrecieron una recepción para los recién casados donde la reina pronunció un discurso y comparó su relación con la carrera de caballos. «Lo han superado y estoy muy orgullosa y les deseo lo mejor. Mi hijo está en casa, a salvo, con la mujer que ama».
Una celebración discreta
Como si de una metáfora se tratara, la propia boda estuvo llena de vicisitudes. La fecha original estaba fijada inicialmente para el 8 de abril, pero tuvo que cambiarse a última hora para que Carlos pudiera representar a su madre en el funeral del papa Juan Pablo II en la Ciudad del Vaticano.

Como querían que su día fuera lo más informal posible, sirvieron a sus invitados un buffet inglés tradicional con sándwiches, scones, mini empanadas de Cornualles y champán. Y, por supuesto, nada de subirse al famoso balcón de Palacio.
Siguiendo la tradición real, los recién casados pasaron su luna de miel en Birkhall, en la finca Balmoral de la familia, un lugar muy especial para ellos, ya que allí se comprometieron y al que consideran su segundo hogar. De hecho, la pareja ha pasado mucho tiempo allí en el último año mientras Carlos se recupera de su tratamiento contra el cáncer.
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