Casa Real

Carlos III rompe 400 años de tradición: un funeral católico para la duquesa de Kent que moderniza la monarquía británica

La despedida de la duquesa de Kent marcará un hito religioso y simbólico en la historia de los Windsor

Los duques de Kent
Los duques de KentGtres

El 4 de septiembre, la Familia Real británica perdió a una de sus figuras más longevas y discretamente influyentes: la duquesa de Kent, Katharine Worsley. Tenía 92 años y medio siglo de vida dedicada a la institución, aunque con un sello personal que la convirtió en pionera silenciosa dentro de los Windsor. Su fallecimiento no solo ha provocado luto en Buckingham, también ha generado un gesto histórico que sitúa al reinado de Carlos III en un nuevo capítulo: el de la apertura religiosa.

El próximo 16 de septiembre, la duquesa recibirá un funeral católico en la Catedral de Westminster, un hecho sin precedentes en más de 400 años. No se trata de la célebre Abadía, escenario de coronaciones y bodas reales, sino de la catedral católica, inaugurada en 1903 y corazón del catolicismo en Inglaterra y Gales. Allí se celebrará una misa de réquiem presidida por el cardenal arzobispo de Westminster, a la que asistirán los reyes Carlos y Camilla, así como otros miembros de la familia.

Una pionera en silencio

La historia de este funeral no se entiende sin la decisión que tomó la propia Katharine en 1994: convertirse al catolicismo. Fue la primera Windsor en hacerlo desde que, en 1701, el Acta de Establecimiento prohibiera a cualquier heredero casado con un católico acceder al trono. Un giro delicado en una familia marcada por la Reforma anglicana de Enrique VIII, pero que la reina Isabel II supo manejar con naturalidad. La duquesa, sin embargo, nunca buscó protagonismo. Tras dejar atrás sus compromisos oficiales, se dedicó a la docencia musical en colegios públicos, donde sus alumnos apenas sabían que su profesora era prima política de la soberana.

Lejos de los focos, reivindicaba con humildad sus orígenes como “la chica de Yorkshire”, mote que la prensa usaba de forma despectiva. Katharine lo llevaba con orgullo, a pesar de que su linaje no era lo suficientemente aristocrático para quienes habrían preferido una esposa de “mejor rango” para el duque de Kent. Su matrimonio, celebrado en 1961, allanó un camino que después seguirían otras mujeres que, sin pertenecer a la realeza, se integraron en ella sin provocar crisis ni abdicaciones.

Carlos III y el símbolo del cambio

El gesto de Carlos III al asistir a este funeral católico encaja en su agenda de modernización de la monarquía. Desde su coronación en 2023, el monarca ha buscado proyectar una imagen inclusiva, invitando a líderes de diferentes religiones -musulmanes, hindúes, sijes y judíos- a la ceremonia. Su presencia en esta misa supone un nuevo paso hacia la apertura, desafiando siglos de tradición anglicana.

No hay que olvidar que el soberano británico es, a la vez, rey y cabeza de la Iglesia Anglicana. Por eso resulta especialmente relevante que acompañe al féretro de un miembro de su familia hacia una catedral católica, en un rito que combina solemnidad y gesto político. Como si el reinado de Carlos III quisiera demostrar que la realeza puede ser guardiana de la tradición sin renunciar a la modernidad.

Un legado que se amplifica en la despedida

La duquesa de Kent nunca buscó protagonismo. Rehusaba el tratamiento de "Alteza Real", eligió la docencia frente a la pompa y convirtió su conversión religiosa en una decisión íntima, no en un manifiesto. Sin embargo, en la paradoja que tanto suele acompañar a la realeza, será precisamente en su despedida cuando se haga visible la profundidad de su legado.

Porque con ella se despide una mujer que allanó el terreno para que la monarquía británica pudiera adaptarse a un mundo en transformación. Y con este funeral, la Casa de Windsor rompe un muro de cuatro siglos, recordando que la historia no solo la escriben los soberanos, sino también quienes, como Katharine de Kent, supieron transformar la institución desde la discreción.