Escándalo

Cerco político y policial al príncipe Andrés

Un mail de Sarah Ferguson a Jeffrey Epstein destapa las mentiras del ex duque de York. Los parlamentarios piden investigarle: el cortafuegos de Carlos III se queda corto

El príncipe Andrés
El príncipe AndrésSteve ParsonsAgencia AP

El cortafuegos no ha funcionado. Lo que en Buckingham Palace se planeó como un cierre discreto del «caso Andrés» no ha evitado que la bola humillante del escándalo haya seguido creciendo. El ya ex duque de York, hijo favorito de Isabel II, se enfrenta a un cerco judicial y político sin precedentes. La Policía Metropolitana confirmó ayer que «examina activamente» nuevas acusaciones, según las cuales el hermano de Carlos III habría ordenado a su escolta oficial, pagada con dinero público, investigar a Virginia Giuffre, la mujer que lo acusó de abusos sexuales cuando era menor de edad.

La polémica, destapada por «The Mail on Sunday», apunta a que Andrés facilitó al agente la fecha de nacimiento y el número de la Seguridad Social de Giuffre con el fin de «encontrar información que la desacreditara». Más grave aún: los correos electrónicos filtrados sugieren que habría compartido esos datos con Jeffrey Epstein, el magnate estadounidense condenado por pedofilia cuya red de abusos manchó durante años a la élite internacional. Si se demuestra, el gesto podría constituir un delito tanto en Reino Unido como en EE UU. «Las penas por usar o transferir sin consentimiento un número de la Seguridad Social pueden alcanzar los quince años de prisión», recuerda Spencer Kuvin, abogado de varias víctimas de Epstein, que ha pedido al FBI abrir una investigación formal.

El suicidio de Giuffre

Es precisamente la inminente publicación del libro póstumo de Giuffre, quien se quitó la vida el pasado mes de abril, lo que ha precipitado los últimos acontecimientos. Andrés renunció el viernes a su título de duque de York y a todas las distinciones honoríficas que aún conservaba, incluida la Orden de la Jarretera, la más antigua y prestigiosa condecoración del Reino Unido. Pero los medios, políticos y la opinión pública no parecen dispuestos a darlo por zanjado. «El cortafuegos ha funcionado solo unos días», admite una persona desde palacio a «The Telegraph». A cada paso que da el rey para alejar a su hermano del foco, una nueva filtración devuelve el caso a los titulares.

El príncipe Andrés y Sarah Ferguson en el funeral de la duquesa de Kent
El príncipe Andrés y Sarah Ferguson en el funeral de la duquesa de KentGtres

La diputada laborista Rachael Maskell, representante de York Central –una ciudad que desde hace meses exige desligar su nombre del del príncipe–, ha reclamado una ley que permita retirar de forma definitiva títulos a miembros de la familia real. «York es una ciudad con valores éticos, no puede seguir asociada a un hombre bajo semejantes acusaciones», declaró. Incluso dentro del Ejecutivo se percibe incomodidad. El ministro de Energía, Ed Miliband, ha calificado las acusaciones de «profundamente preocupantes» y advierte que «no es en absoluto la forma en la que debe usarse la protección policial». Lo que durante años fue una cuestión privada de la Casa Real amenaza ahora con derivar en un asunto de Estado.

A todo ello se suma el creciente malestar público. En los sondeos, más del 70 % de los británicos considera que Andrés debería perder también el título de príncipe, el único que conserva por derecho de nacimiento. Dejar de serlo no depende de la voluntad de Andrés, sino del pulso político y emocional de su hermano mayor, que parece más inclinado a arrinconarlo discretamente que a despojarlo de forma pública de todo vestigio de sangre azul. Se habla, no obstante, de que el heredero al trono, Guillermo, querría ser más radical. Por su parte, también hay voces que apuntan al exilio como solución. «Es el único modo de que esta historia desaparezca», sentencia el escritor Andrew Lownie, autor de «The Rise and Fall of the House of York». «Debería abandonar el Royal Lodge, el palacete de treinta habitaciones donde vive con su exmujer Sarah Ferguson y marcharse al extranjero si realmente quiere poner fin al bochorno», añade.

Sarah Ferguson y el príncipe Andrés
Sarah Ferguson y el príncipe AndrésGtres

Noventa años después de que el entonces rey Eduardo VIII se viera obligado a renunciar al trono por enamorarse de una socialité americana divorciada, la historia se repite, aunque ahora con un guion infinitamente más sórdido. Lo que en los años 30 fue un escándalo romántico que cambió el curso de la monarquía británica, en 2025 amenaza con convertirse en la mayor vergüenza institucional. Porque esta vez no es por amor, sino por las acusaciones de pedofilia de un hombre que se creía intocable y ha acabado aplastado por sus propios excesos.

Sarah Ferguson vuelve a estar en el ojo del huracán

Una filtración de un correo electrónico de 2011, en el que Sarah Ferguson pedía disculpas a Jeffrey Epstein, ha desatado una nueva tormenta mediática. En el mensaje, revelado por «Daily Mail», se refería al financiero como su «amigo supremo» y lamentaba haberlo llamado públicamente «pederasta». Las consecuencias no se han hecho esperar: siete organizaciones benéficas han roto lazos con ella. Según su portavoz, James Henderson, la duquesa actuó bajo coacción, intentando proteger a sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, tras recibir amenazas de Epstein. Sin embargo, la polémica revive las sombras de su relación con el magnate, de quien llegó a aceptar 15.000 libras para saldar deudas, un gesto que más tarde calificó de «terrible error de juicio».