
Foto viral
Elisabeth de Bélgica y Jorge de Liechtenstein: el romance real que Europa esperaba
Una imagen en Grecia, un gesto del príncipe Emmanuel y el silencio de la Casa Real: las claves del noviazgo que une a dos de las monarquías más influyentes de Europa

Los rumores, cuando vienen acompañados de una fotografía, tienen un peso distinto. Y en este caso, bastó una sola imagen para encender las alarmas en los palacios europeos. Desde el pasado viernes circula en redes sociales una fotografía que muestra a la princesa Elisabeth de Bélgica, heredera al trono, junto a Jorge de Liechtenstein, tercero en la línea sucesoria del principado alpino. Una instantánea tomada en Grecia, durante unas vacaciones veraniegas, que no tardó en viralizarse y en convertirse en el tema más comentado entre la prensa especializada en realeza.
El detalle es revelador: la foto fue compartida inicialmente en el perfil público de Instagram del propio Jorge. Poco después, al comprobar su repercusión, el joven archiduc eliminó la publicación y cerró la cuenta. Pero ya era tarde. La imagen había sido replicada en foros, redes y medios digitales, y el interés de la opinión pública en Bélgica era ya imparable.
El silencio (medido) de palacio
El periodista belga Wim Dehandschutter, experto en Casa Real, fue el primero en contactar con el gabinete de prensa de los reyes Felipe y Matilde. La respuesta, calculada y previsible: "También hemos visto la foto. No sabemos si es producto de la IA. No comentamos asuntos privados". La insistencia en la palabra "privado" es, en estos casos, un muro habitual. Sin embargo, lejos de enfriar el debate, solo aumentó las especulaciones.

Dehandschutter lo explica con claridad: "El interés por Elisabeth es inmenso en Bélgica. Será la primera mujer en acceder al trono, y todo lo que haga, diga o muestre genera expectación. La atención sobre su vida privada es inevitable, aunque choque con la necesidad de intimidad de la familia real".
Un mensaje que lo cambia todo
El verdadero giro, sin embargo, no llegó desde el protocolo, sino desde la espontaneidad. El príncipe Emmanuel, hermano menor de Elisabeth, escribió en su cuenta de Instagram -también privada- un mensaje que muchos consideran la confirmación implícita del noviazgo: "Respeta la privacidad. Demuestra empatía. ¡No es tan complicado!". Una declaración breve pero elocuente que, difícilmente, tendría sentido si se tratara de una foto manipulada o de una simple amistad.
Además, se ha sabido que Jorge de Liechtenstein llevaba meses compartiendo imágenes con Elisabeth en redes, aunque discretamente. La última fue, sencillamente, la chispa que encendió la mecha.
Dos casas reales, un mismo código de silencio
La relación entre ambas familias no es nueva. Los reyes Felipe y Matilde mantienen desde hace años una estrecha amistad con los príncipes Alois y Sophie de Liechtenstein, padres de Jorge. Los jóvenes, de hecho, se conocen desde la infancia. Actualmente coinciden en Estados Unidos, donde cursan estudios universitarios, lo que les ha permitido cultivar la cercanía que ahora parece transformarse en algo más.
Tanto Bélgica como Liechtenstein comparten un rasgo definitorio: la obsesión por la privacidad. Los reyes belgas han protegido la infancia de sus cuatro hijos "como leones", en palabras de Dehandschutter, y Elisabeth eligió estudiar fuera del país precisamente para esquivar el escrutinio constante. Por su parte, la Casa de Liechtenstein es probablemente la más discreta de Europa: riquísima, influyente en la política de su diminuto principado y hermética como pocas. De ahí que ninguna confirmación oficial sea esperable a corto plazo.
Una unión con peso histórico
Más allá de lo sentimental, la relación despierta interés porque conecta a dos casas reales de larga tradición en Europa. Elisabeth será, en el futuro, la primera reina de Bélgica, mientras que Jorge forma parte de la línea sucesoria de Liechtenstein. Sin necesidad de hablar aún de compromisos, este vínculo ya acapara titulares y despierta el interés internacional.
Lo cierto es que la princesa Elisabeth, a sus 22 años, vive ahora el inicio de lo que será una larga vida pública marcada por la dualidad: ser la figura institucional más mediática de Bélgica y, al mismo tiempo, una joven que busca el amor. Un equilibrio delicado que, como muestra esta primera prueba viral, será parte inevitable de su futuro como reina.
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