
Entrevista
Hablamos con Ona Mafalda, la princesa que no necesita corona para brillar
La hija de Kyril de Bulgaria se sincera en LA RAZÓN sobre su trayectoria artística y musical

No me recibe en un palacio ni con tiara; lo hace acomodada en un sofá y con chaqueta de cuero. Ona Mafalda, hija de Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria, no es una princesa al uso, y la mayoría del público la conoce más por su carrera como cantante que por la sangre azul que circula por sus venas. Su carta de presentación no es la regia ascendencia, sino los años de formación musical en Boston, dos álbumes publicados y una inagotable inquietud artística que la ha llevado a asumir la dirección creativa de la decoración navideña de Cupra City Garage Madrid bajo el concepto “Time to Reset”. La campaña le vino como anillo al dedo: en su último disco, “Reset”, reflexiona sobre cerrar ciclos y abrir nuevas etapas, una cuestión en la que tiene cierta experiencia. “Vengo de cerrar un ciclo bastante oscuro, donde yo no estaba muy bien personalmente. Me cuidé con mucha terapia y me sané, y una vez que ya estaba bien mentalmente, pude empezar este nuevo proyecto”, comenta a LA RAZÓN en perfecto castellano, lengua que aprendió hace pocos años, cuando se mudó a Madrid desde su Londres natal.
Siempre se ha sentido muy conectada con sus raíces españolas, y sus referentes artísticos suenan más a copla que a pop, sobre todo en materia de feminismo: “En mi disco incluyo una versión de ‘Yo no soy esa’ de Mari Trini, que la admiro. Sacó ese tema en 1972, estando extremadamente empoderada. Era una mujer que luchaba muchísimo por los derechos de las mujeres, igual que Marisol o Rocío Jurado”.

La neutralidad política que cabría esperar de la nieta del último zar de Bulgaria no va con ella, y Mafalda destila un activismo y lucha social que no pretende -ni necesita- disimular: “Me preocupa mucho la situación de las mujeres. El Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer vi que algunos grupos hicieron una contramanifestación. Me enferma, ¿cómo alguien puede estar en contra de eso? Y por supuesto incluyo a las mujeres trans, que tienen que tener el mismo valor y los mismos derechos que todas. Intento ser todo lo activista que puedo e ir a las manifestaciones”. Ona ha ido rompiendo moldes a lo largo de su desarrollo personal y profesional. No es la niña bien en la que suelen convertirse otras jóvenes altezas desligadas de su corona, sino una mujer con vocación que ha preferido la música a los photocalls; el arte a la farándula, y siempre lo tuvo claro: “Tengo la gran suerte de que a mis padres les haya encantado la música. Desde pequeña he crecido entre conciertos y enseguida supe que quería ser parte de esto”.

Ni Kiryl ni Rosario pusieron pegas a que su hija siguiera un camino marcado por la pasión en lugar de la supuesta seguridad que ofrecen los puestos ejecutivos o en las finanzas -tan manidos entre los cachorros de la jet-, pero sí le pidieron que se esforzara al máximo y no diera nada por sentado: “Me apoyaron en mi decisión, pero sí que me dijeron que era muy importante trabajar duro. Y que tuviera un plan B, porque al principio la música parece increíble y brillante, pero cuesta vivir de ella”.
Por fortuna, no ha necesitado recurrir a ninguna alternativa, y a día de hoy celebra que se gana el pan gracias a su arte. El recorrido ha estado repleto de altos y bajos, aunque los mayores obstáculos a los que se ha enfrentado han llegado de parte de sus propios demonios: la inseguridad y la presión por las expectativas. “He tenido momentos en los que he estado a punto de dejarlo. He tenido miedo a lo que otros podrían pensar de mí, pero he aprendido que no hay que dejar que los prejuicios te frenen, o lo que otra gente piense. Tienes que hacer lo que te apetece y no dejar que esas inseguridades te frenen. Yo ya solté todo eso, y me siento mejor ahora”. Ona Mafalda, probablemente la princesa más libre y menos royal.
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