
Ante las memorias
María Zurita, la sobrina que sostiene el eje emocional del Rey Juan Carlos… y ahora calla
La publicación de las memorias del Rey padre la coloca, otra vez, en el centro incómodo: familia, lealtad, fronteras y silencios
Hay una escena que se ha repetido varias veces desde 2020: mareas gallegas, brisa atlántica, barcos en Sanxenxo… y la figura reconocible de María Zurita -sorprendentemente constante, discretísima, nunca estridente- acompañando a su tío, el Rey Juan Carlos, en jornadas de vela desde que él decidiera instalarse en Abu Dabi.
En realidad, este es el subtexto más interesante del exilio voluntario del Monarca: quién ha seguido estando. Quién no. Quién llama. Quién no. Quién cruza fronteras y quién prefiere distancias. Y María Zurita, 48 años, empresaria editorial, madre monoparental, sobrina del Rey padre e hija de la Infanta Margarita, se ha convertido en uno de esos puentes emocionales silenciosos pero contundentes.
Ella, su madre, y sus primas -las Infantas Elena y Cristina- son el pequeño círculo familiar que ha dado calor doméstico donde la institución no podía darlo, o no quería, o no debía. Por eso hoy su silencio pesa más.
Porque ahora que se publican las memorias de Don Juan Carlos, a María Zurita se le ha preguntado por ello. Y ella ha decidido no entrar. Ni matizar. Ni apoyar. Ni criticar. Callar. Y en ese gesto hay todo un editorial.
Por un lado, su silencio sorprende. Porque ella sí ha ejercido de presencia leal y visible durante estos años difíciles para Juan Carlos I: viajes, visitas, apoyo personal, gestos familiares que han sido crónica gráfica de la parte privada de este relato de país.
Por otro lado, su silencio es coherente: Zurita nunca ha jugado a la política emocional explícita. No necesita hacerlo. Y probablemente no quiere aumentar la temperatura en un momento en que cada frase se interpreta como un posicionamiento dinástico. Y ella -que ha sabido mantener identidad propia fuera del apellido- no está dispuesta a que la historia escrita por otros la arrastre a un rincón que no desea ocupar.
María Zurita, que siempre ha sido la clase de miembro Borbón que no busca foco pero tampoco huye de lo humano, se ha convertido sin querer en símbolo de la sala B del poder real: la que no figura en organigramas institucionales, la que no habla, la que acompaña en barco, la que respeta la intimidad familiar sin alimentar el fuego.
En este tablero, cuando unas memorias amenazan con reabrir viejas heridas y nuevas narrativas, ella elige proteger. Elegir no hablar… es elegir custodiar.
Y ese gesto es el movimiento más inteligente y más Borbón posible en este momento.
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