Muy entregada
La Reina Doña Sofía o la regia entrega
La madre de Felipe VI es un ejemplo de entrega. A pesar de tener 85 años y haber sufrido dos pérdidas este verano, no ha rebajado un ápice su compromiso
La entrega callada, el «savoir faire» y el saber estar, la lealtad a unos principios, la sonrisa constante, aunque no se tengan ganas, la elegancia en cualquier circunstancia, la capacidad de comprender y de ponerse en los pies del otro, el amor por la familia, el saber escuchar… son parte de las virtudes de quien nació en las gradas de un trono, descendiente de emperadores y reyes, que, precisamente por saber quién es y a lo que eso obliga, ha cumplido, cumple y, estoy seguro, cumplirá su deber hasta el último suspiro, con discreción y humildad. No sólo se interesa por la arqueología o la música, dos de sus pasiones, sino que, con mentalidad abierta, sabe demostrar interés por todo lo que le rodea y por quienes se le acercan. Sigue presidiendo la Fundación que lleva su nombre, la Escuela Superior de Música Reina Sofía o la Fundación Atapuerca.
Majestad innata
La reina Doña Sofía lo es las veinticuatro horas del día. Y no hacen falta para demostrarlo grandes alharacas ni ceremonias pues su innata majestad suple y basta. A su edad y con su estatus, muchas personas estarían disfrutando de un merecido descanso en algún lugar agradable, fuera de obligaciones protocolarias y de los viajes de representación. Doña Sofía sabe que, por ayudar a su hijo el Rey y por hacer presente a la Corona en los lugares más diversos, son pocos los sacrificios y los esfuerzos, demostrando un ánimo constante e incansable.
Durante los pasados Juegos Olímpicos de París, a los que sin duda se siente muy unida pues no en vano en su país natal nacieron las olimpiadas y varios miembros de su familia participaron en diversas ediciones, la hemos visto en varias actividades deportivas como en la final de waterpolo femenino, donde demostró vivamente su emoción por la victoria, o a la competición de natación artística, modalidades de dúo y rutina libre, así como en la ceremonia de clausura, donde representó a los reyes Don Felipe y Doña Letizia, sentándose al lado de los reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia. Iba vestida con un vivo dos piezas floral, muy de su estilo veraniego. Durante las competiciones no dudó en ir ataviada con el atuendo oficial del equipo español para animar mejor y hacer patria pues, aunque griega de nacimiento, siempre ha afirmado si indubitable españolidad.
Hace pocos días falleció su tío el príncipe Miguel de Grecia y Dinamarca a quien nuestra Reina Madre estaba muy unida. Doña Sofía viajó desde Mallorca para asistir a su funeral en Atenas, acompañada de su hermana la princesa Irene, encontrándose allí con su cuñada la reina Ana María y sus sobrinos. Ahora, una nueva desgracia golpea a la familia: la muerte de Juan Gómez-Acebo, vizconde de la Torre, hijo de Luis Gómez-Acebo, anterior vizconde, y de la Infanta Doña Pilar, duquesa de Badajoz.
Como siempre, Doña Sofía sabrá estar al lado de quienes sufren. Pero ella, ya anciana, con su hermana Irene deteriorada o el ictus de su prima segunda y amiga íntima la princesa Tatiana Radziwill -ambas se desplazan ya en silla de ruedas- necesita y necesitará cada vez más el apoyo y el afecto de sus hijos y nietos. El respeto y el cariño de los españoles ya se lo ganó y ha seguido ganándoselo desde hace más de sesenta años.
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