Libro

El salvaje mundo del príncipe Andrés: el libro que descubre sus perversiones y lo sepulta

Orgías sexuales con menores, una ristra de objetos fetiche, jets a su antojo... El historiador Andrew Lownie lo desgrana en su nuevo libro que ya arrasa

El príncipe Andrés, duque de York, a su llegada a la sede de Crossrail en la plaza de Canadá en Londres (Reino Unido).
El príncipe AndrésFACUNDO ARRIZABALAGAAgencia EFE

Se da «duchas de aire» a diario, sentándose en un balcón o junto a una ventana durante veinte minutos con los ojos cerrados, respirando. Tiene un sentido del humor muy vulgar. Su cama está cubierta de docenas de peluches, uno de ellos lleva un chaleco que dice: «Es duro ser príncipe». Su habitación en la isla privada Little Saint James, donde se llevaban a cabo orgías sexuales con menores, escondía diferentes objetos fetiche, entre ellos, medias, zapatos de tacón y ropa interior femenina de distintas tallas. Mandaba a sus guardias de seguridad a recoger las pelotas de golf. Y los aviones privados se contrataban con la misma naturalidad que un Uber para sus salidas nocturnas. Bienvenidos al extraño, atormentado y salvaje mundo del príncipe Andrés, hermano del actual monarca Carlos III. El historiador Andrew Lownie publica este jueves «Entitled: el ascenso y la caída de la Casa de York», donde desgrana el declive de un hombre que lo tuvo todo pero que ha acabado convertido en una desgracia nacional, sin posibilidad alguna de volver a representar a la Corona.

El libro, de más de 400 páginas, es fruto de una investigación de cuatro años y cuenta con más de cien entrevistas a personas del entorno más cercano del que siempre fue ojito derecho de Isabel II. Se retrata a una personalidad déspota y excéntrica con una asombrosa falta de criterio en sus negocios, actuando como mediador de alto nivel para algunos de los empresarios más indeseables del mundo. Su casa de Sunninghill, en Berkshire, se vendió en 2007 por 15 millones de libras a Timur Kulibayev, magnate multimillonario del petróleo y el gas y yerno del presidente de Kazajistán. En otra ocasión, invitó a Sakher El Materi, yerno del dictador tunecino Zine al-Abidine Ben Ali, al Palacio de Buckingham, cuando había sido condenado por corrupción en ausencia por un tribunal tunecino. También se hizo amigo de un presunto espía chino.

Manejado por Epstein

Pero es su actitud hacia las mujeres y su amistad con el empresario Jeffrey Epstein, pedófilo convicto que se quitó la vida en prisión mientras esperaba juicio, lo que resulta más inquietante. «Es evidente cómo Epstein manejó a Andrew», escribe Lownie, y añade: «El príncipe era un idiota útil que le dio respetabilidad y acceso a líderes políticos y oportunidades de negocio». Lownie, cuyos libros anteriores incluyen biografías del duque de Windsor y Guy Burgess, diplomático británico y espía soviético, cita una serie de entrevistas inéditas con el propio Epstein en 2007 en las que afirmaba: «Somos muy parecidos. Ambos somos adictos sexuales empedernidos... A él le gusta hacer cosas que incluso a mí me parecen pervertidas, ¡y yo soy el rey de las aventuras sexuales!». El libro, que sale hoy a la venta, retrata al royal como un mujeriego trotamundos, asegurando que se ha acostado con «más de mil» mujeres. En un viaje de cuatro noches a Tailandia, 40 fueron enviadas a su habitación de hotel.

Pese a que su relación con el pedófilo ha creado a lo largo de los últimos años miles de titulares, la novedad del libro es que se plantea, por primera vez, que la vulnerabilidad del príncipe Andrés fue explotada con fines geopolíticos por agentes que buscaban información confidencial desde dentro de la realeza británica. Lownie explica que parte de esta información está basada en un documental del periodista canadiense Ian Halperin, en la que varios integrantes del entorno de Andrés confirman que Epstein «vendió sus secretos al Mosad, a los servicios de inteligencia saudíes y a agentes libios bajo el mando del coronel Gadafi».

Príncipe Andrés de Inglaterra
Príncipe Andrés de InglaterraAgencia AP

El material comprometedor también podría haber acabado en manos rusas, según el autor, que examina los temores de la inteligencia británica, publicados inicialmente por el «Sunday Times», de que John Mark Dougan, exadjunto de la oficina del sheriff del condado de Palm Beach, huyó a Rusia con copias de archivos y estuvo en contacto con el «mentor» de Vladimir Putin. Uno de los testimonios más explícitos es el de Ivan Novikov, quien fue chófer del príncipe durante varios años y presenció personalmente sus encuentros con mujeres muy jóvenes. «Andrés recogía a chicas jóvenes que eran, en esencia, prostitutas. Una vez, llevé a dos chicas jóvenes, de unos 18 años, a un hotel. Ambas esnifaban cocaína, y él entonces las besaba».

Lownie también incluye un testimonio inédito de Virginia Giuffre, la mujer que acusó al duque de York de abusar sexualmente de ella cuando era menor de edad y que recibió una suculenta suma de dinero para evitar juicio antes de suicidarse el pasado mes de abril. Relata que «Epstein, Andy (el príncipe), otras ocho jóvenes y yo tuvimos relaciones sexuales. Todas éramos menores de 18 años. (...) Mientras se suponía que debíamos besarnos y tocarnos, Jeffrey y el Príncipe se reían. Luego se desnudaron». Fue precisamente la desastrosa entrevista con la BBC en 2019, hablando sobre su vínculo con Epstein, lo que desencadenó la caída definitiva del príncipe Andrés. Su arrogancia y su falta de disculpas lo llevaron a renunciar a su cargo real.

¿De qué vive Andrés?

Sin ninguna fuente de ingresos aparente más allá de su pensión de la Marina Real, el dinero familiar que pudo haber heredado y las donaciones «primero de la reina y ahora del rey Carlos», Lownie se pregunta cómo puede permitirse vivir en el Royal Lodge, un palacete de 30 habitaciones, cuya remodelación le costó 7,5 millones de libras, más otras 250.000 libras de mantenimiento anual. Su única alegría es el continuo amor y admiración de sus hijas y su exesposa, Sarah Ferguson, con la que sigue conviviendo. A Lownie le intriga que la duquesa siga apoyándole a pesar de que solo estuvo casada con él seis años. Se dice que cuando el príncipe no está montando a caballo o jugando al golf, pasa su tiempo viendo vídeos de aviación y leyendo novelas de suspense. Su favorita, «El talentoso Sr. Ripley», trata sobre un estafador que se hace pasar por un playboy adinerado.