Casa Real
La tiara de rubíes con la que Mary de Dinamarca arranca su primera cena de gala como reina
La joya lucida por la reina de Dinamarca para la cena de Gala en Suecia fue testigo de la coronación de Napoleón Bonaparte, el 2 de diciembre de 1804.
La tiara de rubíes que ha lucido Mary de Dinamarca en la cena de Gala en Suecia es una joya con historia, ya que fue testigo de la coronación de Napoleón el 2 de diciembre de 1804 en la catedral de Notre-Dame, París, y que la reina Ingrid (madre de Margarita II) legó a su nieto Federico, para que este, entonces un príncipe heredero que todavía estaba soltero, pudiera cedérsela a su mujer algún día.
La primera jornada de la visita de Estado de Federico y Mary de Dinamarca a Suecia ha concluido con una gran cena en el Palacio Real de Estocolmo. Los reyes Carlos Gustavo y Silvia han ofrecido un banquete en honor a sus invitados que debían vestir de rigurosa etiqueta: chaqué y condecoraciones para los hombres y vestido largo, tiaras y joyas para las mujeres. Un dress code que Mary de Dinamarca ha cumplido a la perfección no solo por el vestido dorado, con encaje rojo que ha lucido con joyas de rubíes. Ha destacado en especial la tiara de rubíes que ha lucido la esposa de Federico de Dinamarca, una joya que ya ha lucido como princesa, quizá por los vínculos que tiene esta joya con la familia real sueca, pues perteneció a la reina Ingrid, tía paterna de Carlos Gustavo.
La tiara de rubíes fue estrenada en 1804, cuando Désirée Clary, esposa del mariscal Jean Baptiste Bernadotte (después rey Carlos XIV Juan de Suecia), la eligió para la coronación de Napoleón. Es una joya realizada con diamantes y rubíes que representan adornos florales. Désirée regaló la joya a su nuera, Josephine de Leuchtenberg, y esta se la dio a su nieta, la princesa Luisa de Suecia, antes de su boda con Federico VIII de Dinamarca.
Tras años en la familia real danesa, la diadema acabó siendo propiedad de la reina Ingrid de Dinamarca, madre de Margarita II, quien nació como princesa de Suecia. Fue una de sus joyas favoritas y al morir se la dejó a su nieto Federico, para que fuera lucida, como ha sido así, por su esposa.
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