¡Felicidades!
Sophia Loren, la estrella que nació de los días sin pan blanco
La actriz, que cumple 90 años, empezó como una de aquellas «maggiorate» de posguerra de pechos inabarcables, pero nunca desvió su camino a la gloria
Las personas envejecen, pero los mitos nunca mueren. Aunque cumplan noventa años, como la más longeva de las estrellas míticas del cine mundial: Sophia Loren El otro mito, surgido también empapado por el «erotismo húmedo» de la época, no menos explosivo y descarado, es Brigitte Bardot, que cumplirá ocho días después los noventa años.
Sophia Loren no necesitó ir a Hollywood para convertirse en una súper estrella y en uno de los diez grandes mitos del cine clásico: ella hizo que Hollywood viniera a Europa, importando a sus mejores galanes en su madurez. Era cierto que en los años 60 la meca del cine estaba en franca decadencia y el «Star System» de los grandes estudios de cine era incapaz de fabricar estrellas con la rutilancia de los años 20, 30 y 40. Pero el cine europeo sí. Italia estaba desbastada y entre las ruinas, la miseria, el hambre y los concursos de belleza espolearon a las más bellas muchachas a participar y conseguir un ansiado «provino» que las convirtiera en estrellas de cine. Toda Europa, pero en especial la Italia de posguerra, fue una fábrica de bombas sexuales, las famosas «maggiorate»: pechos inabarcables, cinturas de avispa, posaderas que desafiaban la ley de la gravedad del flan, mirada ardientes y piernas largas como aquellos días sin pan blanco de posguerra luchaban por ser estrellas de cine.
De las numerosas jóvenes que competían por el primer puesto en Miss Italia dos de ellas destacaron en el cine por su rivalidad: Gina Lollobrigida y Sophia Loren. Las otras, Lucia Bosé y Silvana Mangano, prefirieron la vida familiar, renunciando a Hollywood por sus hijos. Giana Maria Canale no pasó del cine de romanos y Gina Lollobrigida fue engañada por el magnate Howard Hughes, enamorado de sus espectaculares pechos. Sophia Loren, sin embargo, no se desvió en su camino hacia la gloria. Casada con un ambicioso productor, Carlo Ponti, dirigió su carrera al estrellato sin titubeos hasta convertirla en la representante máxima de la diva del cine italiano.
Tras una carrera de éxitos internacionales, lo mejor de Sophia Loren se resume en las comedias neorrealistas o del «neorrealismo rosa», donde consiguió destacar junto a Marcello Mastroianni como las dos megaestrellas que configurarían la mitología del cine italiano de la segunda mitad del siglo XX. Es evidente que Sophia Loren triunfó con melodramas bélicos como «Dos mujeres» (1960), por el que consiguió el Oscar, pero donde brillaba con una luz de neón interior fulgurante era en los melodramas con ribetes de sainete y en la comedia neorrealista, interpretando a mujeres de arrabal, fuertes pero vulnerables.
Si la «pizzera» adúltera de «El oro de Nápoles» (1954) es un prodigio de interpretación contenida de Sophia Loren, donde no necesita más que sus mohines y meneos de cadera para encandilar a los espectadores, con el papel de Zoe en «La rifa», sketch de «Boccaccio’70» (1962), se resume toda su carrera de grandísima comediante. El lánguido aburrimiento de la feria, rodeada de catetos. Los desaires de la chica, harta de las bromas de los pretendientes y su resignación al saber que la han rifado y hay un medroso ganador que quiere cobrarse el premio acostándose con ella es tan prodigioso que ha dejado su huella de gran comediante dramática en el cine. La prueba es cómo imita su estilo, peinado y contoneos de cadera la Raimunda de Penelope Cruz en «Volver»
Favorita de Charles Chaplin
Incluso en las películas más comerciales de Loren sigue siendo una mezcla más o menos feliz de la pizzera y la Zoe de «La rifa», dos mujeres de formas rotundas, labios sabrosos, ojos almendrados, con una sabiduría interpretativa que no se aprende en el Centro Sperimentale de Cinematografia di Roma. Por eso la escogió Charles Chaplin para su última película, «La condesa de Hong Kong» (1967), para interpretar a una sosias femenina de Charlot, cuya bis cómica es innata. Su carrera al estrellato está cuajada de grandes interpretaciones. Tantas, que resulta imposible llevar la cuenta de los momentos estelares de la napolitana, que siempre destacaba por su belleza, de un exotismo mediterráneo al principio y más sofisticado al final de su carrera. Comenzando por su papel de la pizzera que engaña al marido mientras dice que va a misa en «El oro de Nápoles» (1954). En este cortometraje de Vittorio de Sica, el director que mejor supo dirigirla, está quintaesenciada la forma de contonearse y mirar desdeñoso, enmarcado por una boca inmensa, que al tiempo que alza los hombros le guiña un ojo al procaz mirón, encandilado con sus generosas ubres.
Toda su carrera está resumida en interpretaciones fabulosas, su exótica belleza y en unos cuantos bailes que hicieron época. Para los puristas, la mejor de sus interpretaciones es la de «Matrimonio a la italiana», en la que hace suyo el papel de Filumena Marturano.
Mambo italiano
En la mayoría de las películas de las «maggiorate» se incluía un baile en el que esta bombas sexuales exhibían sus formas so pretexto de la danza. La primera que inaugura esta moda es Silvana Mangano en «Arroz amargo» (1949), donde baila con Vittorio Gasman una mezcla de Boogie-Woogie, típico de los años bélicos, y un rock´n´roll. Pero el que la hará mundialmente famosa será un baión brasileño, «El negro zumbón» del filme «Anna» (1951). Canción escrita por Armando Trovaioli que la Mangano interpreta con movimientos sensuales de gacela.
No podía faltar un mambo en el gran éxito de Sophia Loren en «La chica del Río» (1954), siguiendo la moda de la chica desarrapada de extrarradio o la pueblerina. Pero donde consiguió enardecer al carabinero Vittorio de Sica fue con el «Mambo italiano» en «Pan, amor y…» (1955), meneando pechos y caderas bajo un liviano vestido sutil de infarto.
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