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«El deportista que se dopa será un frustrado toda su vida»

Chema Martínez / Atleta. Tiene 42 años, pero no para de correr. «Siempre seré atleta; moriré con las zapatillas puestas», afirma

Chema Martínez
Chema Martínezlarazon

«A quí llevo yo desde el 90», dice Chema Martínez (Madrid, 1971) mientras mira las pistas del CAR de Madrid. Están vacías y empapadas, pero acaba de darse una paliza con los jóvenes. Da igual que llueva o truene, Chema sale a correr. Así es la vida del atleta y él, aunque ya no compite en el alto nivel, lo sigue siendo y disputando pruebas. La próxima será la San Silvestre Vallecana, el último día del año.

–Arriba, junto al nombre, tengo que escribir el cargo, ¿atleta o ex atleta?

–Ahora soy ex atleta de alto nivel, pero atleta lo he sido y lo seré, soy una persona de esas que morirá con las zapatillas puestas. Alguna vez dicen que qué quieres que te escriban en tu lápida: yo quiero que me entierren con mis zapatillas de correr. Es algo que llevo dentro, una forma de vida. Uno no deja de ser atleta nunca.

– La maratón de Nueva York fue su despedida de la élite fue ...

–Desgraciadamente el alto nivel me ha dejado a mí. Si pudiera, hubiera sido deportista de alto nivel toda mi vida, pero tengo 42 «tacos» y mi cuerpo no es el de hace 10 años. Ahora no puedo competir con los mejores como antes.

–¿Qué retos se pone?

–Cada competición a la que voy trato de dar siempre el ciento por ciento. Sigo entrenando igual, continúo con mi forma de vida, aunque quizá ahora no es tan espartana, pero sí me sigo cuidando, porque yo vivo así. Para mí venir a entrenar es cada día una manera de enfrentarte a tu vida, seguir teniendo estímulos, y eso me gusta, me apasiona y mi cuerpo me permite esas alegrías.

–¿Preocupan los recortes al deporte?

–Como cualquier español, estaba esperanzado en que nos hubieran dado los Juegos. Ha sido para todos el despertar de un sueño. Yo creo que nos hacía falta a nivel motivacional, de ilusión para los jóvenes, porque todos estos años de inestabilidad económica han hecho que no haya habido una transición generacional como debiera. No salió Madrid y hay que pensar de qué manera se le puede dar un golpe de efecto al deporte para el futuro.

–¿Influye que la juventud actual ha vivido más acomodada?

–Sí, en España y en Europa hemos estado viviendo muy bien. Le explicas a un chaval que tienes que hacer 200 kilómetros a la semana, entrenar de lunes a domingo, acostarte temprano, cuidar la comida, estudiar... en los tiempos que corren es demasiado duro. A eso ha dado pie la sociedad de bienestar en la que hemos estado. Los padres, y yo lo soy, tendemos a darle todo mucho más fácil a nuestros hijos. Es una generación menos hecha en la calle, que tiene otros medios y otras formas de distracción.

–¿Le da pereza cuando suena el reloj?

–¡Todos los días! Me tengo que levantar temprano para llevar a los tres hijos al cole y cada vez que suena el despertador por la mañana tengo que confesar que me cuesta muchísimo.

–Ese segundo de vencer a la pereza...

–Se me hacen minutos, porque me levanto, me quedo sentado en la cama y digo: «Dios mío, dame fuerzas para afrontar un nuevo día». Porque resulta duro, con la faceta de padre, y además ahora tenemos un inquilino más en la familia, un perro, con lo cual somos cinco y uno más.

–¿Lo tienen complicado los atletas europeos con el dominio de los africanos en fondo?

–El fondo se ha convertido en su coto privado y resulta casi imposible pelear de tú a tú con ellos. Genéticamente están preparados. Tú me ves a mí, que estoy delgado, y peso quince kilos más que un africano de mi misma talla. Son gente que ha encontrado en el deporte una forma de vida para ellos y su familia... Ellos no ven el deporte como nosotros, que buscamos el éxito, una medalla para tu país, la gloria; ellos buscan bienestar, dinero, conseguir un futuro. Son muy buenos y están muy dotados, y lo que debemos hacer es poner más de nuestra parte, entrenando más, descansando más o utilizando más fisios y todos los medios para intentar estar a su altura.

–¿De verdad se disfruta corriendo 42 kilómetros en 2 horas 15?

–Se disfruta después. La maratón requiere que des hasta el último gramo de energía, que te entregues, pero cuando has cumplido el objetivo te deja una sensación de bienestar: me he esforzado, lo he preparado durante meses, he sufrido, pero lo he conseguido. El sentirte así de vivo es lo que crea adicción para la siguiente. Cruzas la línea de meta y es un sufrimiento extremo, no te puedes mover, aunque al día siguiente ya te estás marcando otro objetivo. Ahora hay mucha gente enganchada a las maratones. Es otra de las cosas bonitas que en todos estos años he visto: cómo ha evolucionado mi deporte, desde cuando salíamos a correr con mallas y nos miraban como bichos, hasta ahora, que los corredores forman parte del mobiliario de las ciudades.

–¿Hasta qué punto llevas tú el control en una maratón?

–Los aficionados tienen más control, nosotros vamos muy al límite, por la línea del precipicio sabiendo que te puedes caer. Es una línea muy fina. Lo que pasa es que para eso entrenas, para intentar ajustar.

–Y llega el famoso muro...

–Duele. Te duele hasta el alma. Yo hay veces que en ese muro he intentado llorar, del dolor interno que tenía, porque te duelen las piernas, cada zancada, tu cuerpo no va bien, no tienes energía, no sabes qué te mueve, vas con la cara descompuesta. Ese dolor lo entrenas. Normalmente en una maratón vas a encontrar un muro, que puede ser un murito, el de Berlín o la Muralla China, como me pasó a mí en Nueva York.

–¿Le da rabia que se hable tanto de dopaje y atletismo?

–Es una realidad que tenemos que erradicar. Para mí, la solución pasaría por utilizar castigos más ejemplarizantes para que los jóvenes no vieran que existe ese camino, y que si lo tomas, porque no estás bien asesorado o porque te ciegas, tengas una traba al ver que está muy penado. Yo creo que el deportista que recurre al dopaje va a ser un frustrado toda su vida, será un fracasado, nunca tendrá la satisfacción de decir: «Yo esto me lo he peleado». Quitaría todas las marcas, sería drástico porque desgraciadamente sigue estando ahí, y encima con todo lo que ha pasado en España, cuando salimos fuera tenemos que aguantar que nos digan lo que nos digan, con todos esos casos abiertos que hemos tenido y que a los deportistas nos hacen sentir vergüenza.