Gente

El deterioro físico de Plácido Domingo dos meses después de la polémica

Su último concierto en Moscú fue todo un éxito pero al cantante le cuesta sonreír y se refugia en su trabajo.

Su último concierto en Moscú fue todo un éxito pero al cantante le cuesta sonreír y se refugia en su trabajo.

El concierto que el jueves ofreció Plácido Domingo en Moscú se abrió con aplausos y se cerró con vítores. En Moscú aman al artista. Cuando las luces se apagaron bajo del escenario y apenas pronunció algunas frases de agradecimiento. Todos esperan que el artista hable después del giro que ha dado su vida tras los testimonios que le acusan de presunto acoso sexual. «¿Mi estado de ánimo? Me ha visto que estoy muy contento porque estoy trabajando y eso es lo más importante. Estoy cantando y en contacto con el público», se limitó a decir. Todo y nada. Quienes forman parte de su entorno dicen que gracias precisamente al trabajo se mantiene a flote. «If I rest, I rust» (si descanso me oxido), su mantra ha cobrado más sentido si cabe desde el pasado mes de agosto, cuando salieron a la luz los testimonios de un grupo de mujeres, solo dos de ellas identificadas, que lo señalaban directamente como acosador. Él ha seguido con su ritmo. En Nueva York ensayó en el Metropolitan hasta el día antes de la función que canceló. Trabajo, trabajo, trabajo, aunque es innegable que el delicado momento que atraviesa se ve reflejado en su aspecto físico. Domingo es un hombre de 78 años con una fortaleza que pareciera que no es de este mundo. Ha hecho frente a un cáncer de colon años atrás y ha vuelto al escenario más fuerte si cabe. Sin embargo, el que su reputación esté en entredicho le está haciendo atravesar sus horas más bajas. El artista siempre viste impecable. Le gusta el color azul y generalmente lleva americana, más gruesa en otoño e invierno y más ligera en los meses de estío. No le falta la corbata. Tampoco el pañuelo coordinado que asoma por el bolsillo. Cuando visitó Madrid el pasado mes de julio para presentar «Juana de Arco» en versión de concierto en el Teatro Real, Domingo llevaba vaqueros y unas deportivas blancas con rayas negras. Americana clara de lino por cuyas mangas asomaban los puños con vuelta. Y un pañuelo asomando por el bolsillo. Imposible verle más jovial con este look que le quitaba años. De cerca es impensable pensar que está cerca ya de ser un octogenario.

Después cantó en la Arena de Verona, donde lució tan atlético como siempre. Hasta que llegó el 13 de agosto, un martes, que cambiaría su vida. Domingo no se dejó ver desde ese día en que el mundo entero se hizo eco de unas acusaciones que aún hoy están bajo investigación hasta que aterrizó en el Festival de Salzburgo horas antes de cantar «Luisa Miller» delante de un atril. Lo hizo en un avión privado acompañado de su esposa Marta Ornelas y de su hijo Álvaro, el segundo de los tres que tiene. Sonrió, porque borrar la sonrisa de su rostro es tarea casi imposible, pero le costaba. Apenas se dejó fotografiar. Recogió un ramo de flores y siguió su camino. No se separó de su esposa a quien sujetaba con cariño del brazo. Eran muchos los seguidores que le aguardaban y Domingo, emocionado, se limpiaba los ojos, saludaba con la mano en un gesto cariñoso. No era el artista de otras veces. Daba la impresión de encontrarse sobrepasado, de que incluso el traje le pesara para poder caminar. Tras la representación hubo una cena en la que estuvo el matrimonio. Instagram recogió el momento distendido. Después se haría el silencio. Algunas cancelaciones ya se habían producido y las más sonadas llegarían de la mano del mismo Domingo cuando anunció que se retiraba del «Macbeth» del Met y de cualquier compromiso futuro con el teatro. En el ya histórico vídeo que recoge el ensayo general, la última vez que pisaría el escenario del coliseo, se le ve con gesto amargo mientras recibe los aplausos del público; a su lado, asida de su mano, la soprano Anna Netrebko es la cara opuesta. Días después, el anuncio de que abandonaba sus cargos en la Ópera de Los Ángeles, y el pasado 13 de octubre una función de «Nabucco» en la Ópera de Zúrich, donde fue recibido y despedido con aplausos. Ni una palabra. Ni una declaración. Y por fin una imagen a su llegada a Moscú, de nuevo acompañado de su mujer y de uno de sus hijos, donde el jueves cantó y donde por primera vez compareció ante los medios. En la presentación se le vio desmejorado, más delgado, con el gesto muy cansado. Vestía de oscuro, con una camiseta marrón que asomaba por debajo de una camisa de rayas y una americana del mismo tono. Su pelo era más largo, lo mismo que la barba. Domingo parecía agotado. Después, una intervención en un programa televisivo para el que no se cambió de ropa. La mirada de Domingo está triste, aunque se esfuerce en sonreír, aunque se muestre incapaz de alterarse incluso cuando la pregunta que más le puede doler llega como un dardo. «No puedo hablar porque todo está bajo investigación», respondía a una pregunta de AFP sobre si ha hecho mella en él el escándalo de los presuntos abusos. Domingo esboza un gesto que quiere asemejarse a una sonrisa y mantiene su tono relajado.

Su vida junto a Marta ornelas

Ante el mal tiempo, ante la tormenta que amenaza con volver a coger fuerza en no mucho tiempo, él pone tierra de por medio y habla de su esposa, de cómo la conoció, de los años que han pasado juntos, de lo importante que ha sido y es para él: ««El tiempo vuela. Parece que fuera ayer. El hecho de que ambos amamos y vivimos por la música... Realmente trabajamos en equipo. Ella fue una cantante también y es una maravillosa directora de escena. Y trabajamos todos los días. Nuestro trabajo es una doble vida: por un lado está nuestra vida en familia con nuestros hijos y nuestros nietos, y por otro, compartimos nuestro trabajo y ella siempre está a mi lado para apoyarme», señaló. Una mujer de la que ha dicho que «lo es todo para mi. Gracias a ella estoy donde estoy». A Moscú llegaron juntos, ella siempre a su lado.

Su entorno no le deja solo. A Domingo le da la vida el trabajo, tener la cabeza ocupada en sus proyectos, pensar en el siguiente espectáculo, en cómo abordar ese personaje que ya ha cantado tantas veces. A España llegará en el mes de diciembre, quizá seguramente antes, para los ensayos. Cantará «Nabucco» en el Palau de les Arts. No queda una sola entrada. La última entrada de su Instagram tiene apenas unas horas. En ella lamenta la pérdida de Alicia Alonso, «un monumento en el mundo del ballet y una de las más grandes bailarinas de todos los tiempos. Me queda la gran satisfacción y el honor de haberla conocido en mi reciente viaje a La Habana».