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El ex de Belén Esteban reaparece

La Razón
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Será anhelado tema y portada de las próximas revistas del corazón, quizá hartas de tanto enlace postinero como los aún coleantes de la niña María Colonques y del torero Miguel Ángel Perera con la alta, espigada –y parece que geniuda– Verónica Capea. Se trata de enlaces que, por el famoseo al que convocan, traen más cola que el maravilloso modelazo de Eli Saab que lució la hija de Manuel Colonques, presidente de Porcelanosa, en la ceremonia castellonense. El grupo de azulejos, por cierto, redondeará su expansión internacional la próxima primavera cuando sir Norman Foster remate en la Quinta Avenida neoyorquina los 3.000 metros cuadrados de la nueva tienda de la marca.

Mientras, velan armas ante la próxima boda de Víctor Janeiro y la guapa y escaladora Beatriz Trapote. Es cita de categoría «b» o, si utilizamos el símil de las divisiones futboleras, incluso podría ser cateogoría regional. El caso es que también está moviendo emociones porque surgen dificultades para ubicar a los 300 invitados sin causar «espantás», soponcios, infartos o deserciones. Los novios casi jugarán al ajedrez buscando no herir susceptibilidades y que la fiesta no se agüe, caso probable ante el antagonismo –incluso entre familiares– de unos con otros: Carmen Bazán, ejemplo de madre abnegada, pretende evitar a Humberto Janeiro, creador de tan singular prole, y la historia queda servida, porque lo mismo sucede con Olvido Hormigos, ya sin impacto ni presencia televisiva al igual que su ya íntima Mónica Pont, relegada de una actividad que la resucitó en plan ajusticiadora y que choca con su aspecto angelical. Ya se sabe que las apariencias engañan. Puede organizarse una buena en esta boda, quizá incluso con guerra de pamelas, gestos hoscos de algunas ante la madre de María José Campanario –cuyas descalificaciones a Jorge Javier Vázquez aún causan fricciones y carcajadas por extemporáneas– y rechazaos como el de Álvaro Muñoz Escassi y Sonia Ferrer para evitar coincidir con colegas del concurso remojado «¡Mira quién salta!», donde todos se pusieron pingando. Eso sí, la cita televisiva propició el flechazo entre el rompecorazones andaluz y la entonces parecía que sentimentalmente feliz presentadora. Puede liarse una buena en esta ceremonia, o tal esperan, porque la concurrencia enfrentará a churras con merinas. Me pongo en lo peor, que será algo regocijante por encima de la pompa circunstancial y los problemas que sin duda generará el imposible protocolo conciliador. Dará para mucho según me adelanta la luminosa Lydia Lozano, que ya se regodea con las desavenencias que compartirá. No le arriendo la ganancia.

Lo mismo pienso ante la súbita reaparición, «rentrée» o actualización que busca Fran Álvarez, el ex marido de Belén Esteban. La de San Blas sigue en estado de gracia televisiva, reavivada por una audiencia casi adicta que elevó a casi el 26% de «share» su esperada vuelta a los platós hace una semana. El alejamiento le vino al pelo y parece serenada, más sólida emocionalmente y superando las motivaciones de su momentánea retirada que sólo avivó la curiosidad. «Estoy más gorda», es lo primero que suelta castiza y espontánea cuando se la saluda, y su físico mejora de día en día. Tras el regreso triunfal, choca el imprevisto chorro de agua fría de que su ex marido resuelva ahora hablar a partir del miércoles. Y nada menos que en tres publicaciones para que no haya engaños ni deformaciones. Así me lo anticipa Toño Sanchís aún con gesto de alucine porque no entiende semejante postura –¡y encima lo hace sin exclusiva!– en quien siempre parecía escapar de los medios. Una falsa impresión superada por la voluntad de hablar para, acaso, desbarrar. A esto se le llama chupar cámara.