Moda

El posado más frío de Elsa Pataky

La Razón
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Es una de mis constantes batallas con los relaciones públicas, que se encuentran más pendientes de contentar a su clientela que de ofrecer auténtica información. Incluso la coartan por situar a las «celebrities» ante el popular «photocall».

Terminan convirtiendo a los famosos en robots, como hizo Vanesa Peloche hace un par de días con Elsa Pataky. Prácticamente arrastró a la actriz madrileña hasta el «photocall» cuando mantenía una rueda de prensa con periodistas entre los que yo no figuraba. Pero Peloche sólo pensaba en la absurda maniobra de situarla delante de un paredón repleto de reclamos propagandísticos. A estos relaciones públicas deberían darles vuelta y vuelta -mejor dos que una- por la alta costura de París o los estrenos hollywoodienses, para ver si de esta manera se enteran y aprenden lo que de verdad es un posado. Tienen que servir al conocido más que a la marca subvencionadora. Las principales revistas de este género ya se han revelado, y gracias a los avances tecnológicos van eliminando el antiestético y siempre incómodo fondo. De poco sirve obligarles a posar mecánicamente... Es una verdadera robotización: los gestos y las actitudes se repiten.

Cuando uno ojea las revistas internacionales comprueba que en otros lugares del mundo no cultivan este mimetismo que limita la naturalidad. Convendría una reflexión más allá de lo estético. Costará porque les resulta más cómodo realizarlo de esta manera. Aunque el resultado no ofrece la desenvoltura expresada, por ejemplo, por los invitados de los recientes Premios Marie Claire en la embajada francesa. Es una maniobra tan desfasada que consigue forzar comportamientos tan naturales como el de Alba Carrillo, que remarcó la desnudez de su traje negro de Cavalli, la dulzura de Eugenia Osborne bajo un vestido de Duyos y el chic de Judith Mascó, receñida en un Cortana.

Terminan mezclando churras con merinas. Porque no todos incurren en ese aborregamiento de vips bien educados que no se rebelan: Mathieu lo hizo en sus buenos tiempos -menos mal que Pepe Moreno conserva aquella esencia elitista nada gregaria-, Javier Escobar sentó escuela mal aprendida por algunos y Erik Yerno conserva con exquisitas maneras lo que debe ser. Un poco de juventud rebelde no vendría mal como revulsivo. A ver si toman nota de que no son robots.