Isabel Pantoja

El sueño romántico de Pantoja y Muñoz

El ganadero Álvaro Núñez del Cuvillo relata a LA RAZÓN que la pareja quería el ganado «como algo sentimental, no para explotarlo»

Una parcela en mitad del campo y montar a caballo juntos entre el ganado... Por lo visto, éste era el gran sueño de Isabel Pantoja y Julián Muñoz: retirarse a vivir su amor en un ambiente rural... Casi lo consiguieron, pero el hechizo se rompió y, ahora, ochenta cabezas de ganado han sacado a relucir, en el juicio del «caso blanqueo», las luces y las sombras de aquel tórrido romance que en su día fue la «comidilla» nacional.

La finca «Mi gitana», nombre con el que cariñosamente la propia Pantoja firmaba en el cuaderno de Julián Muñoz, era mucho más que el proyecto común de la pareja. Al parecer, anhelaban una vida campestre en la que compartir su amor. «Querían el ganado como algo romántico, no para explotarlo », afirma a LA RAZÓN Álvaro Núñez del Cuvillo, hijo del prestigioso ganadero Joaquín Núñez del Cuvillo, con quien negociaron la compra de ganado de lidia en 2003, época en la que justamente Muñoz dejó la alcaldía de Marbella. A pocas horas de que su padre testificara en el juicio que se celebra contra la pareja por blanqueo de capital en un apéndice del «caso Malaya», Núñez comentó a este diario cómo Pantoja y Muñoz organizaban el que sería su nuevo hogar, la parte más dulce de una historia de amor que se ha convertido en una pesadilla: el fiscal del caso los acusa de blanquear dinero a través de la compra de este ganado.

Muñoz nunca ha estado ligado al mundo del campo. El abulense trabajaba de camarero hasta que en 1991 entró en la política marbellí como concejal. Su intención era convertir «Mi gitana» en una auténtica hacienda andaluza y arrendaron un terreno cerca de la finca para criar toros, novillos y vacas de lidia. «Julián no tenía ni idea de este mundo, y yo creo que pensó que por meter las vacas en una finca, ya eran suyas», explica Núñez acerca de la deuda que la pareja adquirió con él tras entregarles dos remesas de 40 vacas. En el mundo del ganado de lidia sigue valiendo la palabra de un hombre y, así, es frecuente que las ventas se sellen con un apretón de manos. Además, Isabel era una vieja conocida de Joaquín Núñez del Cuvillo, buen amigo de Paquirri. Según cuenta su hijo, fue precisamente esa amistad la que impulsó a los Núñez Cuvillo a fiarse de la tonadillera más famosa de España. «No cobramos el dinero cuando se llevaron las primeras reses a una finca que arrendaron junto a «Cantora» pero esperábamos que pagaran... Nos quedamos como garantía la carta genealógica de los animales», explica, y añade: «Hasta nos hizo un requerimiento notarial, que, por cierto, ahora nos ha venido muy bien». La situación comenzó a ponerse tensa para el ex regidor y el ganadero se temió lo peor : «Viendo la que Julián tenía liada, no iba a pagarnos las vacas... Y cuando las cosas le empezaron a venir mal, decidió venderlas para carne porque sin el libro genealógico no podían herrar los becerros».