Amor
María José Campanario o el arte de amar para siempre
‘Quererse todos los días’, repite a modo de mantra, como si la Campanario y su campanero vivieran en la serie ‘Amar es para siempre’.
A María José Campanario le han preguntado cómo es posible que, después de casi dos décadas de matrimonio con Jesulín, aún estén saboreando las mieles del amor, o sea, porque lo suyo dura, dura y dura como las pilas del famoso conejito. Ahora que es odontóloga, quizá esperaba preguntas sobre las caries, los implantes o la muela del juicio, pero no priva lo bucal. Le pidieron revelar su secreto y ella respondió escuetamente: «Quererse todos los días».
La verdad es que uno esperaba algo más tántrico, sexual o afrodisíaco. Si te preguntan por un secreto, responde con un secretillo, ¿no? Échale algo de salsa al asunto. Pero no. Nada de la postura de la cucharita que utiliza Cristina Pedroche para levantarle el pajarito a su Dabiz Muñoz, nada de la postura del coco, ahora tan de moda; nada de si le pone a Jesulín de Ubrique algo de polvo de pene de foca, huesos de tigre o cuerno de rinoceronte en el gazpacho o el salmorejo de Belén Esteban, porque ha caído en la tentación de hacer la prueba y ver qué pasa si el torero recupera los viejos sabores. Nada del Kamasutra. «Quererse todos los días», repite a modo de mantra, como si la Campanario y su campanero vivieran en la serie «Amar es para siempre».
Yo soy viejo y he olvidado algunas cosas, pero recuerdo lo que sobre este asunto decía Sócrates: «Cásate. Si tienes una buena esposa, serás feliz; si tienes una mala, te harás filósofo». No veo al torero escudriñando a Kant, pero una vez dijo: «Cuando te enamoras, se te caen hasta los calzoncillos». Platón puro.
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