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Concha Márquez Piquer siempre pensó que su arte merecía mucho más

Concha Márquez Piquer durante la presentación de su libro, a 17 de diciembre de 2015, en Madrid (España).FAMOSOS ACUDEN PRESENTACION LIBRO MADRID;CONCHA MARQUEZ PIQUER;CATEGORY_CODE_SHOEuropa Press Reportajes (Foto de ARCHIVO)17/12/2015
Concha Márquez Piquer durante la presentación de su libro, a 17 de diciembre de 2015, en Madrid (España).FAMOSOS ACUDEN PRESENTACION LIBRO MADRID;CONCHA MARQUEZ PIQUER;CATEGORY_CODE_SHOEuropa Press Reportajes (Foto de ARCHIVO)17/12/2015Europa Press ReportajesEuropa Press

Conocí a su madre y la conocí a ella. Nosotros la llamábamos Conchita y su madre Conchín, algo difícil de decir en Buenos Aires. Por cierto, que en esa ciudad quisieron cambiarle el nombre a doña Concha en el cartel del teatro donde iba a actuar. Querían anunciarla como Concepción Piquer. Doña Concha dijo que si hacían tal cosa, ella no salía al escenario. Genio y figura la madre, y también la hija.

Quizá su mayor problema fue siempre el peso de toda la historia que llevaba encima: hija de una de las más grandes cantantes que ha dado este país y esposa durante veinte años de Curro Romero, el mito de la media verónica, el Faraón de Camas, el que hacía llorar a los puristas en la Maestranza. Me contó un día con mucha gracia y sin caer en ninguna vulgaridad ni verdulería, el pánico que le entró en su noche de bodas, con 16 años, cuando Curro se le mostró completamente desnudo. El diestro y esposo estaba demasiado armado para lo que ella, tan joven, se podía imaginar. Quiso salir corriendo.

Concha Márquez Piquer durante un acto público
Concha Márquez Piquer durante un acto públicoRP©RADIALPRESS

Tenía una gran voz, una de las mejores que yo he escuchado en este país, pero con difícil ubicación en las discográficas y en el show, porque con la decadencia de la copla, ¿cuál era su sitio? Su señora madre me dijo una vez sobre su hija, con ironía: «Ha estudiado en Londres y en Suiza, habla tres idiomas, demasiado preparada para ser artista». Podría haber sido la Barbra Streisand española si aquí hubiera sido posible la transición de «Suspiros de España» a «Memory».

Tomábamos copas en Bocaccio y a veces cenábamos juntos. Le pesaba siempre la falta de reconocimiento: creía que su arte merecía mucho más. Y tenía razón.