Pareja
Sarkozy y Bruni, el “milagro” de un amor maduro
Lo que comenzó hace 15 años, se ha convertido en uno de los matrimonios más sólidos del “cuore”
Ella le canta en francés, italiano e inglés. Él se deja arrullar y entre arrumaco y arrumaco toma su cámara y fotografía a su esposa en topless y con vistas al Mediterráneo en una instantánea que en redes sociales titula: «Los últimos rayos». Podría ser la playa francesa de Cap Nègre, en Le Lavandou, donde Carla Bruni y Nicolas Sarkozy apuran los últimos días del verano, o alguna de las islas del archipiélago balear que han recorrido a bordo de un yate. Da igual el destino, porque allí por donde pasan dejan un rosario de imágenes tan almibaradas como la de ese atardecer. ¿Se puede ser más romanticón?
Lo que parecía un capricho de juventud va ya para 15 años. La que fuera top model de los 90 lo advirtió desde el palacio del Elíseo y lo repitió cuando arreciaron las críticas: «Seré la primera dama hasta el final del mandato de mi marido y su mujer hasta la muerte». Sarkozy es el hombre de su vida y ambos viven una eterna luna de miel. El idilio nació de una pasión desenfrenada. Desde el primer instante, Bruni descubrió un magnetismo único. «Con los años, ese magnetismo sigue intacto», declara.
Ni siquiera los chismosos encuentran argumentos de sustancia para armar algún rumor. Empezaron con las calzas de los zapatos con las que el expresidente francés intentaba igualarse en estatura a Bruni y hoy continúan señalando las mollitas que sobresalen de su bañador. Es un cuerpo fofisano, típico de quien se cuida y hace deporte, pero se rinde sin pensarlo ante una tentación calórica. ¿Quién dice que eso sea motivo de incompatibilidad en el amor? No será Bruni, que valora la capacidad de seducción por encima de una belleza que se desvanecerá antes o después con el paso del tiempo. Con casi 55 años, ella sí mima su espectacular figura practicando a diario un poco de barra, otro de pilates y algo de bicicleta elíptica. Cuando lo cuenta, se le olvida mencionar la generosidad que tuvo la naturaleza en el reparto de encantos.
Desnudo fotográfico
Durante el mandato presidencial de Sarzoky, de 2007 a 2012, su trabajo fue impecable. Acompañaba a su marido a la mayoría de los actos oficiales y participaba en numerosas causas benéficas. Sin embargo, no puede hablarse de una primera dama al uso. Fue la primera y única mujer en casarse con un presidente de la Quinta República francesa mientras éste ocupaba el cargo, pero hay algo más insólito. Recién llegada al Elíseo, un desnudo fotográfico en blanco y negro, realizado quince años antes por el fotógrafo Michel Comte, salía a subasta en Christie’s. Un coleccionista chino pagó por él 91.000 dólares, veinte veces por encima del precio estimado.
Cristalizaba así una nueva erótica del poder que decora desde entonces cualquier crónica o semblanza del matrimonio. A Sarkozy se le ve ufano por ello, si bien en ocasiones se ha arrepentido de haber mostrado tanto. En su libro «Tiempo de tormentas», lamenta la exposición de su vida privada y haber permitido injerencias maritales por parte de los medios de comunicación. «En Francia, exhibir tu felicidad está tan mal visto como exhibir tu riqueza», declaró en verano de 2020. Pero él ya lo hizo un mes antes de su boda, avisando a la Prensa que le acusaba de mujeriego que «Con Carla, va en serio». Se casaron en 2008, después de un noviazgo fugaz, y enseguida asomaron las lenguas viperinas que pronosticaban divorcio después de la Presidencia. Él estaba recién divorciado de Cécilia Attias, con quien tenía tres hijos. Ella, separada de Raphaël Enthoven, padre de su primogénito Aurélien, quien ha decidido seguir los pasos de su progenitora en el mundo de la moda, aunque su verdadera pasión es la Ciencia. El 19 de octubre de 2011 nació Giulia, la única hija en común del matrimonio.
Su pasión: la música
A Bruni no le sofoca el seguimiento mediático. Nacida en Turín en una familia acomodada, a los 19 años se subió a las pasarelas y en poco tiempo se convirtió en una de las modelos mejor pagadas de los noventa. Más de siete millones de dólares al año. Ha trabajado para Christia Dior, Givenchy, Paco Rabanne, Lacroix, Chanel, Versace y otras grandes firmas. Recientemente desfiló para Balmain, aunque ahora su mayor dedicación, y su gran pasión, es la música. Compone y hace que el amor esté siempre presente. Reconoce que este sentimiento la tiene inesperadamente atrapada. Según reveló a la revista «Madame Figaro», antes de Sarkozy llegó a hacer terapia para superar su incontrolado miedo al compromiso.
«Carla y Nicolas no funcionan el uno sin el otro», titulaba recientemente la revista «Paris Match». Quince años después de su primera cita, la pareja que más titulares regala a la Prensa francesa ha aprendido a bailar bajo la lluvia acompasando sus pasos. Eso no evita, según confiesan ellos mismos, que cuando el expresidente tiene calor, la cantante tenga frío o que, si él se duerme a las diez, para ella sea su hora de empezar a componer. Le inspira su dulzura, su buen humor e incluso la audacia de presentarse en su discográfica con la misma ropa deportiva con la que había ido a correr y sentarse a su lado. ¿El secreto? Bruni piensa que «es un hermoso milagro».
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