Aniversario
Lola Flores sigue “viva” en el 100 aniversario de su nacimiento
Este año “cumplirá” su gran sueño, que se abra en Jerez, su tierra chica, un museo homenaje que llevará su nombre
Imposible olvidarla. Han pasado veintiocho años de su muerte y Lola Flores sigue viva en los corazones de los que la conocimos, y quisimos, por su fortaleza, carisma y sencillez. El 21 de este mes se conmemorará el centenario de su nacimiento.
Recuerdo el día en que la entrevisté por última vez, ya se encontraba enferma de ese cáncer de mamá que, desgraciadamente, le llevó a la tumba. Me dijo que tenía muchas ganas de vivir, que iba a vencer a la enfermedad y que solamente le daba miedo perder la vida por el sufrimiento que iba a causarle a su familia.
No podía vaticinar que, meses después, dejaría de existir, y que dos semanas más tarde de aquel fatídico 16 de mayo le seguiría al más allá su hijo Antonio.
Lola era una madraza, tenía una relación de clara complicidad con sus hijos, les apoyaba en todo y les acogía en su regazo en los buenos y los malos momentos. No tenía dobleces.
España se enteró de que a “La Faraona”, como se la conocía popularmente, le habían diagnosticado un cáncer de mama, en el programa “La Luna”, de Julia Otero, en 1989, y lejos de venirse abajo al desvelar el problema, animó a otras mujeres a que “en cuanto vean un bulto en el pecho, acudan al médico”. No hubo lágrimas ni reproches, al contrario, la procesión se quedó dentro, aunque en 1994, en nuestro último encuentro, me confesó que “he llorado mucho en la intimidad, no te lo puedo negar, pero tengo confianza en salir adelante, por mi y por los míos, que me necesitan mucho.”
Incluso cuando seguía un tratamiento de choque, era capaz de actuar esa misma noche en salas de fiesta. Hacía de tripas corazón y priorizaba el contacto con su público por encima del dolor. Sacaba fuerzas hasta de donde no las tenía.
El día anterior a su entierro en el madrileño cementerio de La Almudena, miles de españoles acudieron a darle un último adiós a su capilla ardiente, que se montó en el Centro Cultural de la Villa de la madrileña plaza de Colón. Casi veinticuatro horas de colas kilométricas, nunca viví un homenaje póstumo igual.
En el cementerio, el caos fue absoluto, todos querían acercarse a la rumba. A mi lado, una mujer casi se cae dentro de ella, empujada por la masa. Solamente faltó que la difunta se levantara para soltar de nuevo su famoso “si me queréis, irse”.
Tenía setenta y dos años y dejaba canciones tan emblemáticas como “A tu vera”, “La zarzamora”, “Ay, pena, penitencia, pena” o “Torbellino de colores”. Reina de la copla, también se atrevió con los boleros y las rancheras.
Precisamente, su entierro, por petición propia en vida, fue acompañado por los sones de “La zarzamora”.
Este año “cumplirá” su gran sueño, que se abra en Jerez, su tierra chica, un museo homenaje que llevará su nombre. Y un centro cultural con tablao flamenco incluido en el que se celebrarán todo tipo de actos relacionados con “la Faraona”.
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