14 de febrero

De Almeida a Yolanda Díaz y a la boda gay del PP en Valencia: Amores y desamores de los políticos en San Valentín

De las campanas de boda en el PP a las rupturas de las líderes de la izquierda, los últimos doce meses han sido intensos en las cosas del querer

José Luis Almeida y su prometida Teresa Urquijo y Moreno
José Luis Almeida y su prometida Teresa Urquijo y MorenoJesús G. FeriaLa Razón

No sabemos si realmente llegó a existir San Valentín. Si fue un sacerdote romano, un obispo o un religioso africano. Que más da. Es el patrono indiscutible de los enamorados y, como decretó el Papa Gelasio I en el siglo V, «Dios sabrá mejor que nosotros qué hizo exactamente este santo, pero hay que rezarle». Otra cosa es que le lleguen las plegarias. A ver, a quien reza José Luis Martínez-Almeida, según confesó a LA RAZÓN, es a San José: «Que por algo llevo su nombre y es un estupendo ejemplo de humildad». Con su intercesión o por méritos propios, este año celebra San Valentín con la promesa de un amor «para toda la vida» y campanas de boda que se escuchan cada vez más cercanas.

El alcalde madrileño cultivó con soberana paciencia el arte de la espera, convencido de que los árboles que tardan en crecer llevan la mejor fruta. Picando piedra, al estilo clásico y prescindiendo de Tinder o cualquier otra aplicación, en primavera brotó el amor. En otoño se comprometieron y, según lo previsto, el próximo 6 de abril se casarán en la capital en una ceremonia religiosa a la que seguirá un banquete en la finca de una de las abuelas de la novia. La pareja está siguiendo todos y cada uno de los preceptos que manda la tradición, desde la pedida de mano con intercambio de regalos a las despedidas de soltería, por lo que podemos imaginar un San Valentín pletórico de corazones.

Un buen año para casarse

Igual cabe esperar de la pareja que forman Juan Carlos Caballero, portavoz popular en el Ayuntamiento de Valencia, y Javier Zamora, un abogado al que conoció en Nuevas Generaciones y con el que comparte, además de la pasión por la política, algunas aficiones, como viajar o practicar deporte. «2024 es un buen año para casarse y hoy es un buen día para contarlo», escribió en su cuenta de Instagram el número dos de la alcaldesa María José Catalá el 14 de enero. La noticia no tardó en recibir aplausos y felicitaciones de sus compañeros de corporación y personas conocidas, como el escritor Máximo Huerta. Caballero, de 34 años, es una de las jóvenes promesas de la política española y su naturalidad en el anuncio de su boda gay se suma a la de otros políticos del partido, como Javier Maroto y Jaime de los Santos.

Después de algunas rupturas sonadas en la política desde el último San Valentín, empezábamos a sospechar que el binomio amor y poder tal vez era imposible. Sanna Marin, la primera ministra finlandesa, anunció su divorcio en mayo de 2023. Begoña Villacís, exlíder de Ciudadanos en Madrid, en julio. Un mes después comunicó el suyo el primer el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. En otoño fue Inés Arrimadas quien compartió lo que desde hacía tiempo era un secreto a voces: su historia de amor con Xavier Cima había llegado a su fin. A estas alturas, la ruptura en las altas esferas no tambalea el poder ni hace que los políticos pierdan solidez en su liderazgo o en la reputación de su imagen.

La política es muy absorbente y quienes se dedican a ella se entregan de una forma apasionada. Esto es algo que aprenderán Teresa Urquijo y Javier Zamora. El exprimer ministro británico Toni Blair describió en sus memorias la frialdad de sus noches con su esposa Cherie en Balmoral. Margaret Trudeau, madre del primer ministro canadiense, pagó con la felicidad conyugal el poder de su esposo Pierre, que también ostentó el cargo en dos etapas diferentes. Según confesó, era complicado mantener el cariño viéndose una hora al día.

Los ciudadanos no castigan en las urnas el divorcio, pero sí algunas actitudes. Por ejemplo, la pasividad frente a la infidelidad. Hillary Clinton, según analizaron los asesores políticos, se topó con ello cuando aspiró a la presidencia de Estados Unidos. Los votantes aún no habían olvidado su parsimonia ante los devaneos de su marido, Bill Clinton, durante su estancia en la Casa Blanca.

Al final, el poder es reflejo de la sociedad, con la misma diversidad de familias, convencionales o menos convencionales. Ni siquiera el presidente Obama, que escogió para los fondos de campaña de 2012 una foto abrazando feliz a su esposa Michelle y a sus hijas, se libró. «Hubo diez años de matrimonio en los que no soportaba a Barack», contó en 2022 la exprimera dama durante una entrevista televisiva con motivo de la promoción de su libro «Con luz propia». Habló con claridad sobre las dificultades de su matrimonio, especialmente desde que Obama fue elegido presidente, en 2009, hasta su salida de la Casa Blanca, en 2017.

La erótica del poder. ¿Cuántas veces la hemos mencionado? Sirve para los chascarrillos de pasillo y animar la crónica cuando Yolanda Díaz se abraza más de lo que se considera justo y necesario o cuando nuestro presidente se ufana después de que la prensa extranjera le haga ojitos. De puertas adentro, el panorama debe de ser tal y como lo describió Blair. Uno llega tan extenuado de arrumacos y sonrisas que el mito acaba cayendo.

Yolanda Díaz tampoco celebrará San Valentín, al menos no con Andrés Meizoso, padre de su hija Carmela, con el que acaba de poner punto final a su matrimonio de 20 años. La vicepresidenta segunda del Gobierno ha recuperado su soltería, aunque realmente ya llevaba tiempo separada. Primero lo insinuó definiendo su vida en el Ministerio con su hija con un término que ni siquiera recoge la RAE: «súper monomarental». Ahora ella está en Madrid y él en Ferrol, donde trabaja como delineante. Como en los casos mencionados, a Meizoso le entró morriña por su tierra y su intimidad.

Soltera se encuentra también Mónica García, madre de tres hijos, desde su divorcio secreto de Enrique Montañés García.El mismo día en que Pedro Sánchez nombró a la portavoz de Más Madrid ministra de Sanidad, en sustitución de José Miñones, salieron a la luz su divorcio y los motivos de la separación.

A finales de junio se habló de una crisis matrimonial, según revelaron viejos compañeros de profesión. García pudo ser quien abandonó el domicilio familiar de más de 200 metros cuadrados situado en la zona del Retiro, ya que la casa era propiedad de su ya exmarido. Entonces se dijo también que la ministra se había interesado por un piso en la calle Goya, cuyo precio en el mercado sería de 1.000.000 de euros. La propietaria habría rechazado la venta al conocer la identidad de la compradora. Dimes y diretes que no amargarán los bombones de San Valentín a Núñez Feijóo, Sánchez, Abascal, Moreno Bonilla y otros tantos enamorados de la política y de sus parejas.