Aniversario

Un año de la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva: de la infidelidad al desayuno en la cama

La pareja celebra el próximo lunes 8 de julio su primer aniversario de casados

Tamara Falcó e Íñigo Onieva
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Efectivamente, ya se ha cumplido un año de la boda del milenio. Una boda que ha partido en dos la historia de la humanidad, –entiéndase «la humanidad» como cotilleo español…– ha sido difícil sustraerse del fenómeno Tamara-Íñigo. Incluso las personas más recalcitrantemente contrarias e indiferentes al mundo de las socialités no han podido evitar la implicación emocional en el largo y retorcido «affaire» de dimes y diretes o en el desenlace amoroso de la aristócrata con el que parecía ser el hombre de su vida, pero que no pudo evitar el tarareo de los cánticos de alguna(s) sirena(s). Claro, el compromiso matrimonial se rompió. Y la sociedad se implicó de tal manera en el asunto que acabó transformándose en un inmenso tribunal al uso. Al final se impuso el sentido común, y la marquesa perdonó-indultó señorialmente al niño pijo-ángel caído, siempre en el punto de mira del subconsciente colectivo como inesperado caza fortunas y bello embaucador de mirlos blancos. Pero las firmes convicciones religiosas y el protocolo de oración de Tami, Tamy o Tammy surtió efecto, y hubo bodorrio como Dios manda, con pre y post boda.

Tamara Falcó e Íñigo Onieva
Tamara Falcó e Íñigo OnievaGtres

En la ceremonia, uno de los sacerdotes oficiantes casi arde a lo bonzo; Íñigo Onieva se había presentado teatralmente resacoso, tarde, mal y casi a rastras… todo parecía un funesto presagio, pero no parece que las cosas hayan ido por malos derroteros. Y es que los hábitos tanto de una como del otro estaban demasiado arraigados: sus fuertes personalidades no acababan de encajar; eran motor en rodaje, pero poco a poco, sin forzar la marcha, controlando la temperatura y los cambios de aceite según el libro de mantenimiento, el matrimonio parece haber funcionado con suavidad, sin tirones, como una máquina bien engrasada. Y esa tranquila felicidad del motín sofocado en el primer año de matrimonio se refleja en el rostro de Tamara. Serena, soberana, dueña de sí misma, majestuosa; refulgente, radiante, poseída por el espíritu de la distinción anónima, con apariciones relámpago envueltas en un halo de misterio tal vez heredado de su ADN oriental. Su protagonismo es más profundo, igualmente cálido pero más lejano. Evidentemente, Tami es ya un mito inalcanzable.

Íñigoparece haber sentado cabeza. Está muy pendiente de ella y es muy detallista. Madruga, hace deporte y cada día le hace el desayuno y se lo sirve en la cama. Le regala flores sin aviso y pasean juntos a los perros. Me aseguran que van a celebrar su primer aniversario de boda en un destino exótico, donde comerán y beberán bien.

Mientras, Tami proclama al público su fantasmagórico embarazo, deseado todavía más por sus fans, e Íñigo, obediente consorte, calla y otorga. Vamos queriéndolo. A ella ya la queremos; se lo ha ganado.