
Cuenta atrás
Bárbara Mirjan y Cayetano Martínez de Irujo, en capilla, y una ex a la fuga
Genoveva Casanova, ya en México, ha cedido el testigo a la novia para que la boda se celebre sin su sombra el 4 de octubre

Ahora sí, después de nueve años de noviazgo, Cayetano Martínez de Irujo y Bárbara Mirjan están en capilla. El sábado 4 de octubre es el día señalado para un novio sesentón que recuperó el amor gracias a la joven a la que esperará en el altar de la iglesia sevillana del Cristo de los Gitanos. El conde de Salvatierra contendrá la emoción entre muros de historia, fervor popular y la fuerza más presente que nunca de Cayetana de Alba, cuyos restos reposan entre el Cristo de la Salud y la Virgen de las Angustias de este templo. Su memoria será, sin duda, una presencia viva, casi palpable, también para su viudo, Alfonso Díez, uno de los invitados.

El tiempo pronostica nubes y claros, la mejor alegoría para una ceremonia que fundirá la alegría desbordada con la ternura y la nostalgia callada que aún le rinde el pueblo sevillano a la duquesa de Alba. Cayetano caminará hacia el altar del brazo de su hija Amina, la niña de sus ojos, como él la llama, y, desde donde quiera que esté, la abuela asentirá orgullosa, aspirará el aroma de las flores y descalzará sus pies en cuanto empiecen los sones rocieros.
La pareja anunció su compromiso en marzo de 2025. Desde entonces, los medios de comunicación y algunos de sus seres más allegados se han ido ocupando de armar cada detalle como una especie de escuadrón, más emocional que logístico, a veces incluso anticipándose a las decisiones de los propios interesados. Es lo que ocurre cuando hay impaciencia, pero es que ya se sabe que Cayetano se toma demasiado al pie de la letra aquello de que quien camina deprisa acaba tropezando. Había que azuzarle un poco para comprobar su convicción férrea de que, pase lo que pase, los novios intercambiarán el sábado su tradicional «sí, quiero».
Genoveva, en México
Con elegancia y sonrisa diplomática, y con más liberación que resignación, Genoveva Casanova, la madre de sus hijos, ha entregado ya el testigo a Bárbara Mirjan. Ni nueve años de noviazgo con la joven, a la que conoció siendo estudiante, ni los dieciocho transcurridos desde la separación de la mexicana fueron suficientes para romper un lazo emocional más resistente que su efímero matrimonio. Durante este tiempo, se han cuidado y se han sostenido el uno al otro, sin más secreto ni misterio que su complicidad, pero ahora Genoveva ha decidido hacer las Américas, volver a sus raíces mexicanas, acabar de una vez con esta trama y ceder el escenario a la futura duquesa consorte.

Sin su incómoda sombra, Bárbara será la duquesa de Arjona y condesa de Salvatierra. En el atelier de Navascués, Cristina Martínez Pardo, alma mater de la firma que vistió a Teresa Urquijo y Belén Corsini en sus respectivas bodas, ultima los detalles del vestido nupcial. Será un diseño a la altura de la Casa de Alba y acorde con el gusto clásico de la novia.
A pesar del cáncer diagnosticado a su hermano Fernando, por el que está recibiendo radioterapia, hay pocas cosas que puedan empañar ya este esperado enlace al que seguirá un convite en Las Arroyuelas, en Carmona, la finca de más de mil hectáreas que el duque heredó de su madre y donde guarda imborrables recuerdos de su infancia. «Es mi casa, mi futuro, mi finca», ha declarado.
Un banquete con solera
Allí se congregarán unos 300 invitados. Carlos Fitz-James Stuart, que acaba de ser abuelo de su quinto nieto, confirmó su presencia ante las cámaras. Si finalmente asiste Jacobo, será la primera vez, desde el fallecimiento de la duquesa de Alba, que se ve a los seis hermanos juntos. Habrá aristócratas, empresarios y gente muy conocida de la sociedad española.

El prestigioso catering Miguel Ángel será el encargado de dar gusto a los paladares y todo parece indicar que el banquete tendrá sabor andaluz, productos con denominación de origen y cristalería fina. A medida que avance la tarde, se permitirán relajar el halo aristocrático para bailar al ritmo que marque el grupo Los Alpresa y el extorero Diego Ramos, un salmantino afincado en Sanlúcar de Barrameda que rendirá con su música un tributo a Julio Iglesias.
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