Negocios
Cayetano de Alba: entre la nobleza, la ruina y la reinvención empresarial
La pérdida de los productos «Casa de Alba» ha marcado al terrateniente que lucha por ser rentable
A primera vista, cuesta imaginar que un aristócrata con una finca de 1.500 hectáreas a solo 25 minutos de Sevilla pueda hablar de dificultades económicas. Pero Cayetano Martínez de Irujo, duque de Arjona e hijo menor varón de la recordada duquesa de Alba, insiste en ello una y otra vez: «Estoy aprendiendo a ser empresario sin dinero, como el 90 por ciento de los empresarios. Con dinero heredado es relativamente fácil. Lo difícil es salir adelante sin dinero y pidiéndolo a los bancos», confesó en una reciente entrevista cuando se le pregunta por la empresa Eurotécnica Agraria S.A., donde acumula sus latifundios.
Desde la muerte de su madre en 2014, Cayetano ha vivido una montaña rusa económica y personal. Heredó la finca de Las Arroyuelas, un extenso latifundio agrícola de 1.500 hectáreas, además del palacio de Arbaizenea en San Sebastián. Sin embargo, la gestión de semejante patrimonio no ha sido sencilla. «La estructura de gastos es muy difícil de mantener. Mantengo a 35 familias», explicó, en referencia a los empleados que dependen directamente de la finca y de sus negocios agropecuarios.
Problemas económicos
Pese a la magnitud de sus posesiones, el aristócrata asegura haber estado «varias veces en la ruina». Reconoce que los siete años posteriores a la muerte de su madre fueron especialmente complicados: «Todo lo que hice me salió regular o mal, porque yo había sido deportista de élite y no estaba preparado». La finca todavía no es rentable, y él mismo anticipa «tres años muy difíciles» por delante para consolidar el negocio agrícola.
Uno de los momentos más delicados de su trayectoria reciente fue cuando perdió la gestión de los productos de la marca «Casa de Alba», en favor de su sobrino Fernando Fitz-James Stuart, actual duque de Huéscar y heredero del ducado. Durante años, Cayetano había estado muy involucrado en el desarrollo de productos gourmet bajo la prestigiosa marca familiar, elaborados con materias primas de las fincas como Aljóbar, en Aznalcázar (Sevilla). Sin embargo, con el relevo generacional en la Casa de Alba, el control pasó progresivamente a manos de Fernando, considerado más preparado para liderar la nueva etapa empresarial de la familia. «Fernando es inteligente y está bien preparado. Tiene buena conciencia de lo que es la Casa de Alba», reconoció Cayetano públicamente, aunque no sin cierto tono resignado.
La situación se complicó aún más cuando la finca de Aljóbar quedó en el punto de mira de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, tras una denuncia por la existencia de ocho presuntos pozos ilegales destinados al riego de cultivos. La mencionada Eurotécnica Agraria SA, en cuyo consejo de administración figura Cayetano, recibió más de 200.000 euros en subvenciones públicas entre 2019 y 2022. Esta combinación de ayudas, investigaciones y tensiones familiares dibuja un panorama complejo para el futuro económico de la Casa de Alba.
Obligado a reinventarse
A sus 62 años, Cayetano sigue siendo uno de los miembros más mediáticos , y a menudo más imprevisibles, de la aristocracia española. Ex jinete olímpico, ha vivido siempre entre el privilegio y la exigencia familiar. «Nadie de mi familia venía a verme competir. La primera vez que ocurrió fue en los Juegos Olímpicos de Barcelona», ha confesado, recordando una juventud marcada por la distancia emocional.
Él mismo reconoce que, pese a sus apuros financieros, ha hecho grandes esfuerzos para dar a sus hijos la mejor educación posible: Luis trabaja hoy en JP Morgan y Amina en el sector hotelero en Londres. La historia de Cayetano Martínez de Irujo es la de un aristócrata obligado a reinventarse en un contexto económico adverso, marcado por la globalización, las tensiones familiares y los cambios en el modelo de gestión de las grandes fortunas históricas. Entre las sombras de una ruina anunciada y el brillo de una boda aristocrática, el duque de Arjona navega un presente incierto en el que la tradición ya no garantiza la prosperidad.