Entrevista

Confesiones de Andoni Ferreño: «Arturo Fernández me abrió las puertas del teatro y aquí, sigo»

«Sorprende que siga con la misma mujer desde hace 40 años. Tenemos unos hijos maravilla», confiesa el presentador y actor

    Andoni Ferreño
    Andoni FerreñoGtres

    Nos cruzamos hace unos días en los pasillos de Atresmedia y Andoni Ferreño (Vizcaya, 1960) sigue siendo el de siempre. No solo físicamente, que también es meritorio. Conserva la humildad, el ingenio, la simpatía, la profesionalidad y el buen hacer de aquellos años en los que la tele le llamaba para todo. Eran los noventa y él fue uno de los presentadores de moda de la televisión española. Luego se embarcó en el teatro y aquí también se ha ganado un lugar de privilegio. Tras un año de gira por España, estos días pueden verle en el madrileño Teatro Bellas Artes con «Se alquila», una obra escrita por su hijo Gonzalo donde comparte tablas con Agustín Bravo. Una dupla para llevársela a casa.

    Andoni, dígame cuánta gente se ha acordado de usted tras verle en «Y ahora Sonsoles» (Antena 3) hace unos días…

    Me ha llamado media España. Se ha notado hasta en taquilla. Creerán que me queda poco de vida (risas).

    En los 90 si encendías la televisión, y allí estaba. ¿Cómo recuerda aquellos años?

    Tengo vagos recuerdos, es como si no lo hubiera vivido y es la prensa la que me lo recuerda. Fue una época maravillosa, pero vivo más el presente. Me empieza a hacer ilusión por mis hijos. Gonzalo me dice: «Me hablan de ti y me hablan muy bien». Le dicen que era buen tipo, ni soberbio ni engreído. Era fresco y sonreía muy bien, porque lo ordenaba Valerio Lazarov: «Andoni, que se fije el pelo y sonría».

    Tras la tele, se vuelca en el teatro. ¿Cómo consiguió usted reinventarse? ¿Era su plan b?

    Fue complicado. Los puristas se pusieron de uñas con «el de tele». Me costó años que se me aceptara. Por suerte, los grandes del teatro sí vieron mis ganas y me adoptaron, como el gran Arturo Fernández o Amparo Rivelles. Se me respeta porque lo doy todo.

    En esa época, se convirtió en una estrella en Colombia…

    Fuimos seis o siete actores españoles, nos adoptaron enseguida y nos cuidaban. Mi mujer, que es muy inteligente, supo capear aquello. Hice muy buenos amigos, tanto españoles como colombianos, con los que me sigo mandando mensajes. Colombia ahora es mi segunda patria.

    Hoy hace dupla con Agustín Bravo en «Se alquila». ¿Dónde podemos verles?

    Pues estamos hasta el 31 de agosto en el Bellas Artes, de Madrid. Jesús Cimarro me ha dado la oportunidad junto con mi compadre Agustín, que es muy creativo y va a sorprender. Hoy hemos hablado por teléfono tres veces. «Se alquila» está escrita por mi hijo Gonzalo y yo la he adaptado.

    El cantante y también actor Fran Perea nos ha confesado que montó teatro y productora para no depender de que le llamen. ¿Ése es el camino?

    A veces lo que tienes que hacer es producirte tú para no esperar a que te llamen y hacer los papeles que te gustan, pero corres un riesgo económico, eso está claro. Puedo dar cursos de arruinarme y volver a ganar dinero. Nuestra profesión es así.

    Reconoce que los hombres de su gremio también sufren la dictadura de la estética…

    Me ha cabreado siempre el encasillamiento. Tener que hacer de guapo y no poder hacer un papel donde engordes es sinónimo de catetez. He nacido con 1.85 cm y soy agradable a la vista, por eso me he visto sometido a esta dictadura. Como le pasaba a mi amigo Arturo Fernández, que me reconocía que se exigía mucho con el físico.

    ¿De verdad cuando conoció a Claudia Schiffer le aburrió a los cinco minutos?

    Claudia Schiffer tenía la opción de decidir si Gabriel Corrado y yo podíamos salir a su lado en aquel programa y mandaba una persona a decirlo. Nos dio el visto bueno. La vi tan perfecta que, se lo prometo, que me aburrió. Prefiero el culto a la imperfección.

    La mujer de su vida siempre ha sido la misma, Paula Sereno, con la que lleva desde 1992. ¿Qué tiene ella?

    Mucha normalidad, no sé por qué sorprende que siga con la misma mujer desde hace 40 años. Tenemos unos hijos maravillas, una vida muy normal, tranquila. Me hace muy feliz tomar una cerveza con ella y charlar. Yo soy desagradablemente simpático y ella lo sabe capear muy bien. La pasión es algo pasajero y lo que queda es la conexión.

    Su hijo Gonzalo, autor de la obra, también se gana la vida en el gremio. ¿Supervisa su carrera?

    No entro en su carrera ni en su vida, ni en la de mi hija, que vive en Holanda muy feliz. Tienen que crecer con éxitos y fracasos.