Fundación Aladina
Hablamos con Paco Arango: boda primaveral y un fuerte vínculo divino
Siempre decía que era el hombre de los mil hijos sin casarse, ahora se compromete con Begoña Aguilera
A sus sesenta años, Paco Arango puede presumir de haber creado una de las fundaciones con mayor respaldo en la atención a niños con cáncer y a sus familias. «Nunca imaginé que lo que empezó siendo algo muy pequeño se convertiría en Aladina. Atendemos a más de mil niños a pie de cama y para mí son mi familia. Yo no llego, digo ‘hola, qué tal’ y me voy; los médicos están para curar el cuerpo y nosotros para cuidar el alma. Es como el mercadillo, la gente responde de manera extraordinaria», señala.
La recaudación se destina al nuevo gran proyecto de la fundación: Casa Aladina, un centro de día pionero en España, concebido para ofrecer apoyo integral a niños enfermos, supervivientes de cáncer infantil y sus familias. El edificio, ubicado en el distrito de Hortaleza y con un coste de quince millones de euros que asumirá íntegramente la fundación, prevé concluirse en 2026.
Cada año, Aladina impulsa iniciativas que no quedan en el papel. Un ejemplo fue la creación de una zona especial en el Hospital Niño Jesús para pacientes sometidos a trasplante de médula. A la filantropía suma su faceta de cineasta. Ha dirigido cuatro películas: Maktub, Lo que de verdad importa, Los Rodríguez y el más allá y Mi otro Jon. Esta última comenzó a rodarse un mes antes de la muerte de su madre, figura clave en su vida. «Le contaba en qué consistía el guion y se sorprendía de mi capacidad para inventar. Era una mujer extraordinaria, y fue ella quien me envió a Begoña, la mujer con la que me voy a casar en primavera». Su madre, Maite García-Urtiaga, de origen vasco, solía decirle que le daba pena que, cuando ella faltara, él se quedara solo. «Yo le respondía que nunca estaría solo, que tenía a toda la familia Aladina. Soy el hombre de los mil hijos sin casarme», este era mi mantra de siempre.
La premonición materna se cumplió. «Begoña es de Bilbao y estoy convencido de que me la envió desde el cielo. Es mi partner», confiesa. El encuentro surgió de una situación inesperada: una amiga, Wissi, le comentó que tenía una cena con cuatro amigas solteras y que una había fallado. «Le dije: ‘¿Y por qué no puedo ir yo, que también soy soltero?’ Y así conocí a Begoña. Estoy seguro de que mi madre intervino», relata a LA RAZÓN.
Arango cree profundamente en las señales. En momentos difíciles de rodaje o ante obstáculos en un proyecto, suele aparecer un arcoíris. «La primera vez piensas que es casualidad, pero luego entiendes que son mis ángeles de Aladina». Esa fe se mezcla con una lucidez dolorosa: «He perdido a demasiados. Cada vez que un ángel sube al cielo, se me rompe el corazón en mil pedazos. Es la mayor injusticia. A mí alguien tendrá que explicármelo cuando muera». Con frecuencia imagina a Dios, “el Mister”, como lo llama, llorando en los hospitales. «El 20 por ciento de los niños que trato fallecen. Me marcan para siempre, aunque intento quedarme con el 80 porciento que sale adelante».
Hijo del empresario Plácido Arango, Paco fue cantante, actor, productor y protagonista de la crónica social en los años ochenta. Hoy su vida gira en torno a la fundación, a la creatividad y a la búsqueda de recursos, «saco dinero de debajo de las piedras», para no depender de subvenciones. Anuncia un proyecto cinematográfico en verano «con un actor muy gordo», sin dar más detalles. Con esto y su boda, Paco sigue encontrando luz donde más se necesita.