
Personajes
Íñigo Onieva se viste de empresario en el 10º aniversario de Tatel: "Con ellos he aprendido cómo funcionan las tripas de este negocio"
Hablamos con el empresario sobre el 10º aniversario del restaurante Tatel en Madrid, al que está ligado profesionalmente. Eso sí, nada de preguntas personales, ya saben

Todo listo en la puerta del restaurante Tatel, uno de los más exclusivos de la capital, el «place to be» de la llamada gente de bien y crema y nata de Madrid. La alfombra roja está perfectamente estirada, los focos encendidos y los fotógrafos en sus puestos. La gran estrella está a punto de llegar, pero en esta ocasión no se trata de la socialité de turno que acapara portadas de revistas, sino de una figura tan conocida como esquiva: Íñigo Onieva.
Desde que su nombre empezó a resonar en los titulares del corazón, este madrileño de 36 años ha estado inevitablemente ligado a la figura de Tamara Falcó. Su presencia en el foco ha quedado asociada a ella y rara vez se prodiga en encuentros mediáticos por iniciativa propia. Su papel en la escena social responde más a los vaivenes de su vida sentimental que a la construcción de una identidad pública autónoma, pero tras la etiqueta de «marido de Tamara Falcó» se esconde un personaje con más matices de los que suelen trascender. Ingeniero de formación y empresario vinculado al mundo de la hostelería y el ocio nocturno, Onieva prefiere mantenerse discreto en lo profesional, ajeno al ruido que genera su vida sentimental, pero ayer quiso dar un paso al frente. La ocasión lo merecía.
Íñigo posó ayer ante los medios, en la celebración del décimo aniversario de Tatel. Estuvo acompañado de uno de los grandes nombres de la hostelería nacional, Manuel Campos Guallar, director de Mabel Hospitality, el sello detrás de Tatel y de otros locales de moda en la capital como Totó o Casa Salesas, del que Onieva fue la cara más visible hasta que Campos Guallar asumió el liderazgo el pasado mes de mayo.
La que no estuvo fue Tamara Falcó, que atendió a la misma hora unos premios de moda en la otra punta de la ciudad. Su apretada agenda excusó su ausencia, pero tampoco se habría presentado en Tatel si el horario se lo hubiera permitido: era la noche de Íñigo Onieva, de su trabajo en Tatel y de su faceta como empresario; lo último que hubiera querido la marquesa de Griñón es que su mera presencia eclipsara a su marido.

Tras posar unos segundos, Onieva acepta no de muy buen grado atender a los medios allí convocados, entre los que se encuentra LA RAZÓN. No es amigo de la presa, no es ningún secreto, y con la voz firme pero visiblemente nervioso advierte: «Cualquier pregunta que no tenga nada que ver con esto, ya sabéis que no respondo». El yerno de Preysler es tímido y todavía tiene mucho que aprender de su suegra, así que nos apiadamos de él y dejamos las plumas afiladas para otra ocasión. Al fin y al cabo, ha ido a dar la cara como miembro de la comitiva de Tatel.
«He venido a acompañar a mi socio Manuel, que hace 10 años que lanzó esta marca, y aguantar 10 años en el mundo de la restauración es todo un hito. Estoy muy orgulloso de que siga a tope todos los fines de semana y cada día, y además con una expansión global muy interesante», nos cuenta. Ya son varios años los que lleva ligado a este sello, y reconoce que no ha sido una carrera sencilla: «No paran de abrir y cerrar restaurantes todo el rato, así que mantener la calidad y la exigencia del servicio en restauración, sobre todo en Madrid, que es todavía más exigente, es para admirar. Estar al pie del cañón y dando la talla año tras año es un reto constante».
Nuevos proyectos
Que una marca como Tatel confiara ayer en él como imagen de la casa da buena muestra de que están satisfechos con su trabajo y resultados. Onieva se maneja bien en el sector, y eso que lo descubrió hace no muchos años: «Todo lo relativo a la hostelería lo he aprendido con ellos, no era mi industria antes de venir a Madrid. He aprendido con ellos cómo funcionan las tripas de este negocio». Un negocio en el que, por cierto, está a punto de dar nuevos pasos: «Vienen más proyectos». Se refiere al Vega Private Members Club, un selecto club privado que abrirá sus puertas próximamente y en el que Íñigo ejerce como empresario titular y socio ejecutivo.
La entrevista se da más o menos bien hasta que suena el nombre de Tamara Falcó, que ha seguido sus pasos en el mundo del deporte y ha empezado a ponerse en forma. «Exacto, la verdad es que está muy bien, está estupenda», se limita a comentar sobre su mujer, con la que acaba de ampliar la familia con dos perritos: «Son monísimos». Y hasta aquí. Íñigo se despide dando las gracias y exclamando: «Tampoco voy a estar hablando una hora». Lo cierto es que no llegó ni a dos minutos, pero su intervención confirmó su lugar en la escena social como miembro de uno de los grupos más relevantes del sector hostelero. Por primera vez, los focos apuntaron a él en calidad de empresario, no de marido de la marquesa de Griñón.
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