Jesús Calleja cumple 60 años: del niño enfermizo de León al aventurero que tocó el cielo

Si hay alguien que encarna esa proeza vital, ese viaje sin retorno hacia lo imposible, es Jesús Calleja. Este 11 de abril, el leonés de la sonrisa perenne sopla 60 velas, aunque siga habitando el mundo con la mirada de un niño fascinado por la aventura.

Nació en Fresno de la Vega, un rincón modesto de León, donde jugaba entre los secadores de la peluquería familiar creyéndose astronauta. "No es un niño normal", dijo su madre, María Jesús, antes de llevarlo al psicólogo. Pero claro que no lo era: estaba destinado a escalar montañas, cruzar océanos y, literalmente, rozar las estrellas. Lo suyo era una misión.

Un niño frágil y enfermizo

Fue un niño frágil, enfermizo, ausente en clase pero presente en sus sueños. Lo atacaron la varicela, el sarampión, las paperas, la hepatitis… pero Jesús se revolvió contra su debilidad como si ya estuviera en una cumbre sin oxígeno: entrenaba hasta la extenuación y se hizo fuerte a golpe de voluntad.

Inspirado por los relatos de su padre Julián sobre el Everest, llegó allí en 2005, cumpliendo con casi medio siglo de retraso el viaje que Hillary y Tenzing iniciaron en su imaginación infantil. A 8.850 metros de altitud, dedicó la cima a su gente de León. Para entonces, ya era un rostro conocido en televisión, un explorador de sobremesa con espíritu de sherpa y verbo de rockstar.

Pero su verdadera cima está más abajo. En Nepal, donde conoció a Ganesh, un niño guía de siete años que dormía entre ratas y al que rescató de una tuberculosis letal. Lo adoptó. Lo trajo a España. Lo convirtió en su hijo. Hoy, Ganesh es padre, mano derecha de Jesús y guardián de una historia que sigue creciendo: Sundari y Sunesh, hermana y mejor amigo de Ganesh, también encontraron refugio y futuro bajo el ala de Calleja. "No tengo carrera, no vengo de familia rica, pero decidí cómo quería vivir", ha dicho más de una vez.

Jesús habita ahora en un chalet de 400 metros en La Sobarriba, con helipuerto y nietos correteando. Desde allí sigue diseñando sus rutas imposibles, como cuando en febrero pasado se convirtió en el tercer español en viajar al espacio, a bordo de una cápsula de Blue Origin. Su infancia tocó el cielo con un secador; a los 60, lo hizo con un cohete.