Entrevista
Manel Dalgó: «No invité a Isabel Pantoja a Mónaco por ser su fan. Había otro motivo»
Casado con un rico empresario alemán, el transformista fue el anfitrión de Isabel Pantoja en el Baile de la Rosa de Montecarlo, donde reside desde hace más de una década
El nombre de Manel Dalgó (Barcelona, 1967) cobró relevancia hace unas semanas al conocerse que era él quien había invitado a Isabel Pantoja al Baile de la Rosa en Mónaco. Este transformista, referente LGTBI y esposo del millonario Thomas Schmieder, tiene residencia fija en Montecarlo desde 2008 y es amigo íntimo de la cantante británica Shirley Bassey, popular por sus canciones para las películas de James Bond. Su historia con la tonadillera es solo una anécdota más en una vida llena de aventuras y éxitos por toda Europa.
¿Cómo se gestó la invitación de Isabel al Baile de la Rosa?
Cuando ella estaba de gira por América, me contactó su manager para decirme que estaban preparando un disco por el 50 aniversario de Isabel en la música y que le gustaría que participase en él mi amiga Shirley Bassey.
¿Cuál es su relación con Bassey y cuál fue su respuesta?
Tenemos una relación fraternal, es como mi hermana mayor. Nos conocemos porque es vecina de mi esposo Thomas en Montecarlo desde hace muchos años y, a raíz de eso, ha actuado muchas veces en el «Chez Nous», el cabaré del que era dueño mi marido en Berlín. Shirley conocía a Isabel después de haber escuchado un tema que versionó de ella y dijo que le parecía buena idea. Como yo sé que es tímida y le gusta conocer a las personas antes de hacer colaboraciones, se me ocurrió invitar a Isabel al Baile de la Rosa para que se conocieran antes.
Se ha dicho que usted era admirador de Isabel.
No es así. A mí no me movió el querer conocer a Isabel, porque yo escucho sus canciones pero no soy fan de ella. Yo soy fan de Mina, la cantante italiana, pero tengo un lema: a mí la vida me ha tratado bien, entonces lo que yo tengo me gusta compartirlo con la gente que quiero. Promover el que conociese a Shirley para que ambas pudiesen conseguir algo en el terreno musical era lo que me emocionaba. A sus 86 años, Shirley está en forma y me encantaría que cantase e hiciese algo más. Además, ver a Isabel pasárselo bien después de todo lo que ha tenido que pasar me hizo muy feliz. Estuve con el vello de punta toda la noche de verla reír, bailar, abrazarse a Shirley y cantar las dos, porque aunque una habla español y la otra inglés se entendían perfectamente y las traducíamos entre todos. Fue mágica la noche.
Ahora que la conoce en las distancias cortas, ¿qué le parece Isabel?
Como artista es indiscutible y, como persona, pues es un bombón. Es una señora encantadora, muy cercana, cariñosa y agradecida.
Se ha llegado a decir que usted era amigo de Agustín Pantoja, ¿es cierto?
No, para nada. No le conocía.
Isabel ha afirmado que la ha invitado para los próximos años.
Sí, claro, yo le dije que cuando quiera venir aquí tiene su casa, tiene su mesa y puede venir cuando quiera.
Su marido, Thomas, tiene una mesa preferente Montecarlo para los eventos que allí se celebran. ¿De dónde nace su relación con la Casa Real monegasca?
De ningún lado, de vivir allí. Ese es un dato erróneo. Thomas se instaló en Mónaco hace más de 40 años mientras mantenía su negocio en Berlín. Eligió el Principado porque era donde solía veranear de joven con su familia, la cual era de origen alemán y tenía negocios de tapices persas que les fueron muy bien. Thomas conocía al príncipe Raniero y a su hermana Antoinette de verse por aquí, al igual que al príncipe Alberto cuando todavía no regentaba. Mónaco es un pueblo, se conoce todo el mundo.
Sabemos que usted siente una gran admiración por la princesa Estefanía, a la que ayuda en su lucha contra el sida en la gala anual «Fight Aids Monaco».
Antes de poner residencia fija en Mónaco, nosotros siempre íbamos de vacaciones al Principado y acudíamos a esa gala para colaborar. En 2008, al terminar de trabajar en el «Chez Nous», presenté mi candidatura como voluntario y la aceptaron. La princesa hace un gran trabajo y su objetivo es sacar del aislamiento social a la gente que convive con el VIH. Empecé a trabajar con ella pero siempre con un grandísimo respeto. Después de tantos años ya nos conocemos y hablamos cuando nos encontramos en los eventos. Ella chapurrea el español y es una persona adorable y super cercana, al igual que su hermano.
¿De Carolina no puede decir lo mismo?
No la conozco, pero ella es más seria. No es tan cercana como sus hermanos.
Isabel Pantoja se fue del Baile de la Rosa sin poder hacerse una foto con la princesa.
No fue posible la foto porque cuando Carolina está sentada en mesa con sus hijos está charlando con ellos y no quiere que se la moleste. Además, está rodeada de seguridad. Cuando Carolina se levantó para marcharse, pasó por nuestro lado porque estábamos en la pista bailando y, al igual que a todos los presentes, nos saludó y nosotros le dimos la gracias por la velada tan bonita, pero no hubo la oportunidad de pedirle una foto. Si hubiese habido prensa dentro del baile, habrían captado ese momento cuando Carolina pasa al lado de Isabel y se dan las gracias por cortesía.
Alberto si posó junto a la tonadillera.
Alberto es una persona muy cercana, agradable y cariñosa. Esa noche le dije que, además de Shirley Bassey, iba acompañado por Isabel. Se la presenté como a una estrella mundial en Latinoamérica y en España y a partir de ahí saludaron, se dieron un beso y le dijo que estaba guapísima. El príncipe chapurrea español pero yo me retiré por respeto para dejarles hablar solos. Tuvieron un «small talk»y entonces les hicimos una foto con nuestros móviles.
¿Cuántos años lleva usted acudiendo al Baile de la Rosa en Mónaco?
Mi primera gala fue el Baile de la Cruz Roja en 1992, en la que además cantó Shirley Bassey.
Está considerado como un icono del transformismo pero le hemos conocido más por la invitación de Isabel. ¿Se ha sentido poco reconocido en España?
Sí, en ese sentido sí. Yo estoy en este mundo desde hace más de 30 años, ya he perdido la cuenta. A mí me hubiese gustado mostrar en España lo que hacíamos en Alemania. Pero no era la época y no era el momento. Y nos ha pasado a todos los transformistas españoles y a los artistas que hemos tenido que irnos fuera de España para poder trabajar y triunfar.
¿Cómo llega un transformista de Barcelona hasta Berlín en 1991?
Yo empecé a actuar con 18 años en el cabaré «Barcelona de Noche» y en el ambiente de los transformistas se sabía del Trío Opal, que ya estaba en Berlín. Ana Lúpez, mi mentora, le dijo a Fidel Rodríguez, cuyo nombre artístico era Funny Boy, que si alguna vez necesitaba alguien que bailase para el trío que me escogiera a mí porque lo hacía muy bien. Poco después, el que llevaba la parte bailada se dio de baja y Fidel (a quien le debo que mi vida haya sido de esta manera) me dijo que si me iba con él a Alemania. En ese momento esa frase era como decirte: «¡Oye mira te vienes a Las Vegas a ser protagonista de un espectáculo de un hotel». Era lo más, el top en esta profesión. Y entonces le dije que sí, cómo no iba a ir.
Y allí aterrizó en el «Chez Nous», local del que era dueño Thomas Schmider, su ahora marido. ¿Fue amor a primera vista?
Cuando yo conocí a Thomas, éste tenía pareja, pero ya llevaban muchos años y eran más compañeros de vida. Entonces él quiso algo conmigo pero yo le dije que había ido a trabajar a Alemania y que en cinco o diez años me volvía a España cuando pudiese comprar un piso para vivir en Barcelona, otro para alquilar y asegurarme la vejez, y comprarme un coche grande para meter mis cosas e irme para mi país.
Pero eso no sucedió. Se quedó en Alemania por amor y por trabajo.
Thomas y yo empezamos una relación en el 92 siempre con el consentimiento de Peter, la tercera persona implicada, que era en aquella época el director artístico del Chez Nous. La idea era que Peter y Thomas se fueran a Montecarlo a vivir y que yo, que era más joven, estuviera cada vez más al cargo del cabaré a nivel artístico. Yo he tenido formación en baile y Peter me enseñó como se hacía el espectáculo.
¿Tenían una relación a tres?
Era una relación a dos y lo que había entre nosotros solo lo sabíamos nosotros. Nunca le dije a los compañeros nada porque no querían que dijeran que me había liado con el jefe. Peter era la pareja (oficial) de Thomas y ellos siguieron viviendo juntos. Nosotros nos íbamos a comer y a cenar juntos e incluso de viaje. Desgraciadamente, Peter cayó enfermo en 2001 a causa de un cáncer y se nos fue en siete meses. Antes de fallecer, Peter me pide en una de las visitas al hospital, puesto que estuve muy cerca de él durante todo el proceso, que por favor no dejase solo a Thomas.
Y no lo hizo.
No. Después de la terrible pérdida, yo continué mi relación con Thomas y en 2019 nos casamos en Las Vegas. Además, tomé el cargo de director artístico del cabaré hasta que lo cerramos en 2008.
Debutó en la profesión con solo 18 años y no se puede decir que le fuese nada mal. ¿Se ha retirado ya?
No estoy retirado del todo pero cada vez hago menos cosas porque hay que ser consciente de que una retirada a tiempo es un éxito, y yo en el escenario no solo interpreto sino que bailo. Además, ahora hay una avalancha de artistas maravillosos y yo prefiero verlo desde el otro lado. Si me ha ido muy bien porque siempre he tenido la cabeza muy puesta en el sitio.
¿Tuvo claro a lo que quería dedicarse desde el principio?
No. Yo de pequeño me ponía la falda de mi hermana, me hacía playbacks de la Carrà delante del espejo… Cuando conocí con 18 años el ambiente de Barcelona y descubrí a los transformistas me di cuenta de que eso era lo que me gustaba: interpretar, estar vestido de mujer… A raíz de ahí me presenté a un concurso, lo gané y me contrataron en «Barcelona de Noche». Siempre he tenido mucha suerte con la gente que se ha cruzado en mi camino. También hay que valer para ello, porque si no no te cogen. Yo tenía una base de baile clásico y contemporáneo y no tuve problema a la hora de subirme a unos tacones y andar, aunque 'pantojas' y 'jurados' nunca quise hacer porque a mí lo que me gustaba era representar a figuras internacionales.
¿Fue difícil ser transformista en la España de los 80?
Imagínate decirle a mi madre que, de tener una plaza fija de celador en el Hospital de Bellvitge, yo lo que quería era ser transformista. Le pedí que me dejara intentarlo y que si me salía mal siempre podía volver. Tras verme tan decidido, y después de acudir a una actuación mía, me dijo: «si te quieres dedicar a esto, intenta ser el mejor».
Diría que su vida da para un documental, pero en realidad ya existe. Se llama «The man behind the woman»y está dirigido por Enrique del Pozo. En él explica que el transformismo es un mundo complicado, también entre los propios compañeros.
Hay de todo, como en todos los sitios. Yo siempre he intentado no dejar cadáveres por el camino porque hoy eres compañero pero mañana ese compañero puede ser empresario. Nunca se sabe quién tienes al lado. El show tiene que ser siempre al 100%, aunque haya cinco personas en el público. Y eso es lo que a mí me sucedió. En realidad el tren pasó delante de mí dos veces porque Thomas vino a Barcelona a finales de los 80 en busca de artistas y me vio en «Barcelona de Noche» cuando yo acababa de empezar. De todos los que vio le gusté yo, pero le dijeron que era muy joven y que no era el momento. Entonces Thomas, al no encontrar a nadie, se fue a Cannes y ahí contrató a Fidel y al Trío Opal en 1988 para trabajar en Berlín.
El «Chez Nous» ha sido testigo de grandes estrellas sobre su escenario desde que abriese sus puertas en los 60.
Cuando se cumplían aniversarios redondos se invitaban a estrellas mundiales. Han estado las hermanas Kessler, que eran amigas, han estado Amanda Lear, Marlene Dietrich, Kessler, Liberace y Coccinelle, entre otras.
Y allí es donde su marido hizo fortuna.
Él hizo giras muy importantes con artistas por Alemania, Suiza y Austria. Yo le digo que inventó ‘Gran Hermano’ porque metió a ocho artistas en un autobús y a tres técnicos y los mandó de gira durante nueve meses por Europa.
¿Visita España de vez en cuando?
Sí, con mucha frecuencia. Para ver a mi madre que vive en Granada y a mi hermana, que reside en Barcelona. Además, tengo amigos por todo el país: Benidorm, Madrid, Vigo, Canarias...
¿Le gusta volver al lugar que le vio nacer?
Sí pero prefiero Madrid porque tengo muchos amigos allí, conozco a muchos actores y mucha gente de la profesión y debo decir que la vida que tiene Madrid no la tiene Barcelona. A Barcelona se la han cargado a nivel cultural. Ya no tenemos «El Paralelo», cuando yo trabajaba allí, las salas de fiesta, todo lo que había… Prefiero la capital porque da igual el día que sea de la semana que sales a la Gran Vía y puedes ir a musicales. Es el ambiente en el que yo me muevo y el que me gusta.
Es joven aún pero ha tenido una vida muy intensa, ¿qué deseos le quedan por cumplir?
Lo peor que me ha pasado fue la pérdida de Peter y hace solo unos meses la de mi perrita Niña. Ahora solo deseo vivir en paz, ser feliz e intentar hacer feliz a la gente que tengo a mi alrededor. También me encantaría seguir aprendiendo y seguir creciendo.
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