Nueva serie
La oscura historia de Nadiuska, de icono sexual a mendigar en Madrid
La emisión de la serie "El enigma Nadiuska", de Atresmedia, la cara y cruz de un icono sexual.
La emisión de la serie documental "El enigma Nadiuska", en Atresmedia, me traslada a una etapa de la vida de la actriz que muy pocos conocen a fondo. La Nadia que yo conocí, cuando éramos vecinos en el Paseo del Prado madrileño, era una mujer lúcida y hermosa. Simpática y cariñosa. Recuerdo que nos veíamos en la piscina y su cuerpo exuberante volvía locos a los hombres. En un edificio cercano se apostaban los fotógrafos para inmortalizarla en biquini. Era un objeto de deseo y cuando yo le decía que la estaban eligiendo como objetivo, se reía y contestaba: "Que salgan mis fotos para que más de una sienta envidia de mi físico".
Pero un buen día dejó de aparecer y desapareció por completo de la vida pública. Dos años más tarde me llamó por teléfono para contarme que tenía nuevos proyectos. Quedamos en la localidad de El Molar y estaba espléndida. Nada hacía presagiar que sería víctima de la esquizofrenia.
Pero aquellos proyectos se fueron al traste y Nadia se escondió de todo y de todos. Su paradero era una incógnita hasta que mi amigo Jaime Peñafiel me desveló que la actriz estaba malviviendo en un pequeño apartamento cercano a la plaza de Alonso Martínez.
Fui hasta allí, toque el timbre y la mujer que me abrió la puerta no tenía nada que ver con el icono sexual de antaño.
Despeinada, desaseada, con la mente perdida, apenas recordaba datos de su pasado. La estancia se encontraba a oscuras, tan solo con un pequeño rayo de luz que entraba por una ventana tapada por una sábana negra.
El portero de la finca me contó que la famosa inquilina aprovechaba la noche para bajar al cuarto de basuras y buscar comida entre los cubos.
Al poco tiempo la echaron del apartamento y se instaló en un hostal de la zona de Cuatro Caminos. Nueva desaparición y su pista me condujo a un banco en medio de la calle Alcalá, donde pedía limosna y dormía al raso..
De allí, se fue a un cobertizo cercano a una gasolinera de Guadalajara. Los servicios sociales la internaron en un hospital, ya no se acordaba de sus éxitos cinematograficos ni reconocía a esos amigos que intentaron ayudarla llevándole comida y objetos de aseo al oscuro apartamento de Chamberi.
Cuando llegue al hospital no se encontraba allí. El final de esta triste historia nos conduce a un centro psiquiátrico de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en el pueblo de Ciempozuelos.
Su vida es muy sencilla, pasea por los jardines, va a Misa y se relaciona con otros internos. Ve pasar las horas con la mirada perdida en el horizonte. Dicen que ha mejorado de su enfermedad, pero que allí ha encontrado la paz que le faltaba tras los muros del sanatorio. Y que se siente feliz lejos del mundanal ruido.
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