
Confesión
Paris Jackson: "Si el público viene vestido como mi padre, me distrae, no tiene sentido"
La hija del "Rey del Pop" reflexiona sobre su independencia artística, la presión del legado familiar y su proceso de sanación personal en una sincera entrevista con Elle

Paris Jackson no busca parecerse a nadie, ni siquiera a su padre. La hija de Michael Jackson ha aprendido a forjar su propio camino en la música, en la vida y en la manera de enfrentarse a un apellido que, desde su nacimiento, la situó en el centro del huracán mediático. Hoy, con 27 años, la modelo, actriz y cantante se sincera en una entrevista para Elle con motivo del 80 aniversario de la revista, donde protagoniza una de sus portadas más comentadas.
La artista confiesa que, aunque agradece profundamente el amor que el público siente por su padre, a veces esa devoción se convierte en una carga sobre el escenario: "Si el público viene vestido como mi padre, me distrae mucho, y no tiene sentido para el tipo de música que yo hago", explica. Su sonido, más cercano al folk alternativo y al rock indie, se aleja deliberadamente del universo pop que convirtió a Michael Jackson en un icono global. Paris quiere que su arte se escuche sin filtros, sin comparaciones, y sobre todo, sin nostalgia impuesta.
Su único vicio: la oración
En la conversación con Elle, Paris muestra una madurez serena y una espiritualidad que considera "lo más importante" en su vida. "Acabo de dejar la nicotina y la cafeína, que eran mis últimos vicios", revela con orgullo. "Mi superpoder es la sobriedad. El único vicio que me queda es la oración". Una declaración de principios que refleja su búsqueda constante de equilibrio, después de años de turbulencias emocionales y mediáticas.
Ser hija del "Rey del Pop" nunca fue tarea sencilla. Paris recuerda que la presión y el escrutinio empezaron demasiado pronto: "Me han estado destrozando desde que tenía 13 o 14 años... y ha llegado un punto en el que, finalmente, estoy empezando a divertirme con las redes". Esa reconciliación con la exposición pública llega tras un largo proceso de aceptación y autocuidado: "Me he sentido juzgada todo el tiempo, es la historia de mi vida. Así que trato de aprender a ser amable conmigo misma".
Su relación con el dinero heredado -una fortuna estimada en 65 millones de dólares procedente del patrimonio de su padre- también deja entrever su deseo de independencia. Paris asegura no sentirse cómoda con esa cifra y prefiere centrarse en construir su propio camino artístico. "Disfruto más cuando estoy sola con mi guitarra", confiesa, definiendo la música como su refugio y su forma de conectar con lo esencial.
Sobre el escenario, dice, lo que más le importa es la conexión real con el público: "Si responden y veo que conectan con mis canciones, es divertido". Pero cuando la audiencia transforma su concierto en un homenaje al pasado, la experiencia se vuelve confusa. "No tiene sentido para lo que hago", insiste.
Lejos de ser una sombra del mito, Paris Jackson parece haber encontrado la luz en su autenticidad. Sobria, centrada y libre, la artista se distancia de la etiqueta de "hija de" para consolidarse como una voz propia, imperfecta y profundamente humana. Porque si algo ha aprendido es que el verdadero legado no se hereda: se construye.
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