
Gastronomía
Ronda de bares: Bar Bosch: el llonguet como religión
El oficio lo marca la liturgia del llonguet, ese panecillo alargado con la humildad de un santo y la versatilidad de un tahúr

En el corazón palpitante de Palma, donde la piedra antigua se mezcla con el rumor de las terrazas y el aire salobre, se alza desde 1936 un tabernáculo que no es bar, sino institución: Bosch. No hace falta preguntar por la dirección; el propio paseo te conduce hasta su barra larga de madera y su terraza, donde el sol se posa como cliente fijo. Aquí han dejado huella políticos de bigote, literatos de verbo y futbolistas de postín. Y lo curioso es que todos, famosos o parroquianos de a pie, se igualan al acodarse en el mostrador.
El oficio lo marca la liturgia del llonguet, ese panecillo alargado con la humildad de un santo y la versatilidad de un tahúr. Se ofrece desde las primeras luces, cuando Palma bosteza, hasta las tardes de bulla en que el vermut pide compañía. Rellenos hay tantos como anécdotas: sobrasada que arde en el alma, jamón que se desangra en la miga, tortilla que huele a patio de abuela, y hasta algún guiño forastero que nunca desplaza a los clásicos. El llonguet aquí no es un bocadillo: es un sacramento.
En la barra, «el Notario» toma café con leche mientras corrige mentalmente los errores de los demás. «Johnny la Mopa» presume de haber compartido mesa con un actor francés que ni él recuerda. Y en la terraza, «la Dama del Ventilador»-nombre ganado en los veranos de bochorno- reparte sonrisas con la misma naturalidad que el camarero sirve el aperitivo. La vida pasa, el tráfico zumba, pero en Bosch parece que el tiempo se sienta a conversar. Este bar no es un decorado para turistas, aunque abunden; es un espejo donde Palma se mira cada día, orgullosa de su panecillo totémico. Como escribió Cunqueiro, «la cocina es memoria comestible»: en el Bosch la memoria se come con las manos y se acompaña con caña fresca. Porque las modas son fugaces, pero un llonguet bien hecho se defiende como un toro con trapío. Y ya se sabe: en la barra, quien se deja ver, existe.
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