
Gastronomía
Ronda de bares: Un bar chicharrero
"Lo más parecido a los guachinches de Tenerife en Santa Cruz se llama El Puntero"

Lo más parecido a los guachinches de Tenerife en Santa Cruz se llama El Puntero. Tal vez el último bar clásico de la ciudad. Un reducto irreductible del tapeo con historia, donde toman escaño desde el mismísimo Presidente de Canarias hasta el último paisano con gorra de pescador y mirada de náufrago urbano. Ahora lo regenta Manolo, nieto del fundador allá por los años cincuenta, llamado igual que sus predecesores, como si el nombre fuese parte del recetario. Aquí no hay carta ni falta que hace. Hay memoria. Y hay barra.
Tipismo sin impostura en esta casa de comidas que arranca con una barra para dejarse caer, al sol o a la sombra del cherne, del tollo, del vino. Comida de mareas y memoria, de plancha seria y escaldón de los que abrazan. El local tiene la traza de una pequeña venta rural trasplantada a la ciudad. Una taberna sin cursilería, con paredes que transpiran calima y secretos. Manolo, que puede parecer algo desaborío, como mandan los cánones del buen tabernero, domina los fuegos con la misma naturalidad con la que despacha vino blanco afrutado a galeristas, políticos, pescadores y algún turista desviado por fortuna.
Porque El Puntero es ya estación obligatoria para quien busca autenticidad sin márketing. Un garito de bandera donde se celebra la vida con plancha, vinos locales y sentencias socarronas. Manolo lo resume a su modo: “A la gente de la cultura le gusta el pescado y el vino”. Y tiene razón.
En el baño, sobre el inodoro, una maceta. A modo de instalación conceptual sin pretensión. Y uno se pregunta, como quien se mira en el azulejo: ¿dónde está el centro? Encima de la barra, un cartel de toros. Paco Camino, El Cordobés… y El Puntero. El primero de la saga era feriante. Y eso aún se huele.
Bodegón El Puntero,
Calle San Clemente, 13. Santa Cruz de Tenerife
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