Barcelona

Haneke dirige mejor películas que ópera

El director estrenó «Così fan tutte» en el Teatro Real
El director estrenó «Così fan tutte» en el Teatro Reallarazon

El ambiente era expectante en el Teatro Real con el debut de Michael Haneke, que el domingo consiguió un Oscar por su desgarrada película «Amor». Un canto y un sacrificio sentimentales. Además, consiguió para Emanuelle Riva, de 86 años, una merecida nominación a la dorada estatuilla, aunque finalmente se la llevó Jennifer Lawrence. El trabajo de Riva –inolvidable ya por «Hiroshima, mon amour»– era digno de este galardón. Realiza una interpretación que nada tiene que ver con el papel por el que ganó la suya Penélope Cruz, cuya labor fue insulsa pero resultona. El jurado, a veces, despista por arbitrario.

Y, precisamente, también despista Haneke con su interpretación de la ópera más difícil y enigmática de Mozart tomada como algo «giocoso». Pese a la ausencia de Haneke, resultó una noche en el Teatro Real de gran gala vespertina azotada por el viento gélido. Paula Vázquez resaltó con unos coloristas pantalones de Saint-Tropez, Anne Igartiburu rebosó ternura con su hija mayor y Carmen Iglesias llegó apenas reconocible, porque se abufandó hasta la nariz. Hacía mucho frío, pero Rafael Spottorno acudió a cuerpo gentil y eso que chorreaban comentarios sobre la Casa Real. No escapó del repaso, ni perdió su característica sonrisa. Charló con Luis María Anson, tan melómano y entendido, y habló sobre Bárcenas, Garzón y Jorge Trías Sagnier, al que conocí bien cuando Nati Abascal se lió con Ramón Mendoza, entonces presidente del Real Madrid. Al romper, le exigió una indemnización. Un despropósito que no pasó de ahí, un poco al aire de lo que me pareció la versión de Haneke de su compatriota Wolfgang Amadeus. El reparto no es de figuras consagradas y la versión entristece al aire de desafío vibrante que hemos disfrutado en representaciones del Liceo o en la grabación de Karl Böhm con Schwarzkopf, Christa Ludwig y Alfredo Kraus. Son palabras mayores evocadas ante Gabilondo y Lola Carretero, que lució un broche decó como el de Ángela Molina en los Goya.

Qué tiempos aquellos, caracterizados por las retransmisiones desde Barcelona no archivadas, como «Madame Butterfly», en la que Caballé conoció a Bernabé Martí. Un tesoro desaparecido con la excusa de necesitar material renovable. «Pagamos todos y se fuman la historia», señalaban algunos asistentes ante Gallardón. Mar Utrera contó lo feliz que está porque su hijo ha regresado de Brasil. Beatriz de Orleans lució un cuello de esmoquin en visón rosa, que combinó con unos elegantes guantes, un accesorio a recuperar, especialmente en la ópera. «Veo que esto no es el Liceo», me comentó un compañero de Barcelona, cuyo Liceo, valga la redundancia, sí programa el dramón japonés de Butterfly y nunca arriesga en propuestas «snobs» como este apagado «Così fan tutte».