Suiza
Josef Ajram: «No sé dónde está el límite, pero sí sé dónde no está»
«Day trader» y deportista extremo
Josef Ajram llega a la entrevista con un vaquero, un polo azul marino, una gorra y un montón de maletas. De no ser por su 1,90, sus piercings y sus tatuajes, parecería un turista más. Le acompaña Sulaika, su novia, que nos deja solos para que hablemos. En realidad tenemos mucho público, porque el Hotel de Las Letras, donde estamos, tiene una cristalera enorme que da a la Gran Vía y más de uno se entusiasma cuando reconoce a Ajram. Pero nosotros a lo nuestro, que a Josef no le gusta perder el tiempo. «Odio la impuntualidad. Odio llegar tarde o que me hagan esperar». Y no me extraña, si no cuidara de sus minutos no podría repartirse entre la Bolsa, el deporte extremo, la escritura, las conferencias y las colaboraciones en medios de comunicación. ¿«Dónde está el límite» de este joven de 35 años, de padre sirio y madre catalana, que parece haber vivido ya varias vidas? «No sé dónde está el límite, pero sí sé dónde no está».
–Le ha quedado muy bien ese último libro, «Dónde está el límite». Sorprende que hable y escriba tan bien y que no lea...
–No leo. Te lo juro. Y siempre lo digo, además. Bueno, me acabo de leer el último libro de Risto Mejide..., ¡pero es que me relajo tanto leyendo que me duermo!
–Viendo su trayectoria y escuchando cómo se expresa diría que la lectura no le hace ninguna falta... ¿Cómo consigue llegar a todo y hacerlo bien?
–Tengo un don especial para detectar talento y tengo mucho a mi alrededor. Si no, no podría hacer tantas cosas. Soy un gran «delegador». No sé si existe la palabra, pero delego mucho. El trabajo en equipo es muy importante en mi vida...
–Para mí que algún don tiene. No todo el mundo conseguiría ser un exitoso «day trader» de Bolsa sin estudiar. ¿Tiene una cabeza privilegiada?
–No. Lo importante es ser muy eficiente y dedicar a cada cosa el tiempo que merece. Hay que detectar qué sabes hacer bien y una vez lo has detectado, transmitirle pasión. Que la línea entre trabajo y afición sea ridícula. Y ése es mi caso. Mi suerte es que supe desde muy joven que quería trabajar en la Bolsa, así que dejé ADE en segundo curso y me fui allí cada día a ver cómo funcionaba... En el fondo sé hacer muy pocas cosas bien.
–Alguna más de las que reconoce. Como despertar simpatía. Ayudan su cercanía, su sonrisa y quizá también, sorprendentemente, sus tatuajes. ¿Cuántos tiene?
–Tengo 22 sesiones. Tatuajes no se cuántos. El primero fue una chiquillada. Un sol en el ombligo. Y luego, a los siguientes vas buscándoles argumentos, hasta que acabas tatuándote porque sí. O sea, que el tatuaje es un claro síntoma de impersonalidad que tengo, porque siempre que me hacía uno, decía que iba a ser el último. A mi madre, que es superclásica, le decía: «No te preocupes, mamá, que tengo un brazo para mí y otro para ti», y ya ves... Lo que jamás hubiera imaginado es que tatuarme la mano, por ejemplo, cambiaría mi vida. Despierta la curiosidad y marca la diferencia y al final hace pensar: «Ese tío de la Bolsa que va con la mano tatuada, o le echa cara o es bueno». Y eso me ha permitido conocer a gente muy interesante.
–Quizá «ese tío de la Bolsa tatuado» no sería tan interesante si no fuera un extreman, con carreras míticas en su haber como la Marathon Sables, la Titan Desert y hasta esa barbaridad del Epic5 que son 5 ironmans en 5 días. (Cada ironman son 3,8km nadando, 180 en bici y 42,95 corriendo).
–Puede ser. Pero también he sentido el fracaso. En la Bolsa perdí más de cien mil euros, y en el deporte tuve que abandonar el desafío de Red Bull, mi máximo patrocinador, de siete ironmans en siete días, uno en cada isla del archipiélago canario.
–¿Qué pasó?
–En la Bolsa se pierde la noción del dinero. Piensa que cada día se negocian cuatro mil millones de euros... Y en el desafío sufrí una deshidratación en la Gomera y tuve que dejarlo.
–¿Y cómo se remontan los fracasos?
–Hay que tener la habilidad de entender que no has fracasado, sino que has tenido un bache. Eso es muy importante y más en los tiempos actuales. Es un discurso que me preocupa mucho, porque la persona que ha estado trabajando diez años en una empresa y ahora está en la calle se cree fracasada. Y no lo es. Tiene un talento que ha desarrollado durante diez años y que ha permitido que su empresa ganara mucho dinero. Ha de creer en su talento para tirar para adelante.
–Necesitamos motivación, por eso se venden tanto sus libros...
–Escribir un libro de autoayuda y vender treinta mil ejemplares en tres meses es sorprendente, pero me encantaría que no se vendiera ni uno más, porque significaría que la gente está con fuerza. Tanto la sociedad como las grandes empresas están despistadas, perdidas... Y el deporte realmente te enseña esto: que dos más dos son cuatro. Lo que se te pasa por la cabeza en el kilómetro 60 en el desierto del Sáhara cuando vas corriendo es un conocimiento muy importante para un equipo de ventas o recursos humanos. Eso es lo que transmito en mis conferencias.
–Ya. Pero usted ahora, además de convencer a cualquiera de que puede correr quince minutos, sería capaz de vender cualquier cosa. Josef Ajram es una marca.
–Es cierto. Me ponen como ejemplo de «Brand Building» en empresas de marketing. Pero yo sólo vendo lo que he comprado; es decir, vendo Red Bull porque la cafeína está demostrado que va bien para el deporte (otra cosa es que salgas y te tomes cuatro con vodka) y con Biotherm me río mucho, porque hacía años que compraba el Latoscurve para los abdominales... Rechazo muchísimos patrocinios. No los puedo aceptar si no los he probado y si no creo en ellos.
–Debe de creer mucho en usted mismo para retarse, no ya con un triatlón, sino con un gigatlón, ¿qué es eso?
–Una prueba que se hace cada siete años. La descubrí precisamente hace siete, pero no estaba preparado físicamente ni me veía capaz. Ahora sí. Esta prueba cruza toda Suiza y hay que hacer cinco disciplinas: patinaje de velocidad por carretera, natación, correr, bicicleta y montaña y bicicleta y carretera. Serán unas 8 o 10 horas cada día. Es uno de los platos fuertes, deportivamente hablando, de mi vida.
–¿Es muy emocionante cruzar la línea de meta?
–Lo es. Y cuanto más adelante estés en la posición, mejor, no te lo voy a negar, pero para mí es más importante conocer sitios espectaculares, hacer grandes amigos, y mi día a día con Morgan Stanley, Banco de Santander o Merry Linch. ¿Sabes? Ésa es mi competición.
Personal e intransferible
Aunque alguien crea lo contrario, Josef Ajram no es un dios mitológico, sino un mortal de carne y hueso. Y no tiene más poción mágica que la disciplina. Como cualquier mortal, siente un orgullo incomparable por su hija Morgana. Tiene 19 bicis que siempre han de llevar el sillín a la misma altura, una conciencia solidaria extraordinaria, la idea de que no a todo el mundo le han engañado los bancos y acaba de descubrir que en la vida de pareja «has de ser colega, amigo y amante». Son cosas que le enseña Sulaika cuando se baja de la bici...
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