Gente
Julio Iglesias, de Isabel Preysler a la viagra
Óscar García Blesa publica la biografía no autorizada del cantante, para la que ha recopilado gran cantidad de información sobre la vida de este irredento conquistador, desde su nacimiento hasta hoy, pasando por todas sus mujeres
Esta es la historia de un mito, escribe el autor de «La biografía» (Aguilar), Óscar García Blesa, que conoció al protagonista un caluroso verano de 2001. Cuenta que arrastraba una ligera cojera y que iba impecablemente vestido a pesar del sofoco estival. Julio Iglesias seguía siendo ese truhán, señor también, con una lista interminable de conquistas resbalando por las sisas del traje. Mujeres que –se niega en estas páginas– fueran esas tres mil de las que un día habló o le hablaron, a estas alturas qué mas da, y a cuya cabeza se sitúa por derecho propio Isabel Preysler. No fue la primera, ese amor de colegio de nombre María; tampoco Gwendoline. Isabel aterrizó en su vida desde la lejana Filipinas. La mandaba la familia, bien situada y con nombre en la isla, para olvidar quizá a un amor que le había partido el corazón, un playboy que le sacaba diez años y que no era buen partido. Lo mejor, poner el océano de por medio. No sabía ella que le esperaba otro que lo iba a romper en pedazos.
El autor cuenta que se conocieron en la primavera de 1970 en una fiesta de gente guapa en la casa de Juan Olmedilla, amigo del cantante. Ella formaba parte de ese grupo heterogéneo en el que había un poco de todo y lo mejor de cada casa. Tenía 19 años y el cantante se fijó en ella en cuanto la vio. A ese encuentro siguió otra fiesta ofrecida por Tomás Terry, quien ya tenía un nombre para la joven de rasgos exóticos: «La filipina». Aquella noche no consiguió su número de teléfono, según afirma el autor remitiendo a su anterior biografía, «Entre el cielo y el infierno» (Planeta). «Ya te lo daré, pero hoy no, aunque no te va a servir de nada porque yo me marcho a Filipinas inmediatamente. En el otoño regresaré y entonces hablaremos». El cantante tenía novia en Londres, Jean Harrington, con quien había protagonizado «La vida sigue igual», pero Preysler le había entrado por el ojo. Él llevaba la voz cantante. No quería que se le escapara y quedó con ellas en varias ocasioness. Como dato de los celoso de su carácter, García Blesa cuenta que en un concierto de Juan Pardo le pidió que se situara de espaldas al cantante, bastante más guapo que Iglesias, para que así le mirara a él. Ella, mientras, le trataba con cierto desdén al tiempo que él la soñaba como la mujer de su vida. En Navidad de ese mismo año 70 la pareja se casó. Ella estaba embarazada. La imagen prefabricada del artista podía sufrir un revés, pero cualquiera que haya seguido su trayectoria en estos cincuenta años se da cuenta de que no significó un inconveniente. Se casaron un 20 de enero de 1971, y el 3 de septiembre de ese mismo años nació su primera hija en Cascais. El cantante no estuvo presente. Los compromisos y el anteponer su carrera a la vida personal han sido una constante en su vida («De tanto correr por la vida sin freno/me olvidé que la vida se vive un momento...», cantaba en «Me olvidé de vivir»). Empezaron a llegar las primeras decepciones, las largas ausencias, las giras por medio mundo, los hijos y las sospechas más que fundadas de laa infidelidades del cantante, un hombre, según lo retrata el biógrafo, tan celoso que apunta a que pudo haberle un puesto un detective para comprobar que mantenía una relación con otro hombre, lo que nunca pudo demostrar Iglesias. El matrimonio de este seductor irredento tocó fondo. Y volvió a saltar el nombre de una mujer, el de la argentina Graciela Alfano. Preysler se lo dijo una vez. No lo tuvo que repetir. Carmen Martínez-Bordiú, que se había convertido en íntima suya, la había cambiado. Ya no era esa chica apocada. Le llamaba al hotel para comprobar que estaba, que no le mentía. Y él, a pesar de su fama de «macho», tenía verdadero miedo a que su esposa le descubriera en una mentira. Se separaron en 1979. No estaba dispuesto a renunciar a su carrera, a los millones de discos vendidos, a tener una amante en cada país.
La paciencia de la flaca
La lista de conquistas crecía como la espuma y la casa de Indian Creek, en Miami, era un hervidero de mujeres que se dejaban ver primero y querer después. En los 80 llega a su apogeo. Señor y truhán, latin lover que canta sin fatiga al amor. «Dile a esa chica si quiere cenar conmigo», era la frase que no se le caía de la boca al cantante. Sidney Rome y Giannina Facio fueron dos amores de portada. Él no confirmaba, pero se dejaba retratar. Después vendría La Flaca, Virginia Sipl, a quien quiso solo un poco menos que a Preysler, pero que también se cansó de ausencias y medias verdades. La mujer a la sombra. «Jamás un ser humano me aguantó tanto, me quiso tan por derecho», recordaba ella en 1981. O Vaitiare, exótica y menor de edad a quien conoció con 17 años y cuya virginidad respetó hasta la mayoría de edad, según cuenta. Se acercaba a los cuarenta años, según recoge el autor «el mejor momento de mi vida, pero yo no me quería». La soledad es compañera inseparable, tanto que lo llevará a una depresión. «No he estado con muchas mujeres, sino que he estado con muchos amores», escribe García Blesa. Le gustaban exóticas, latinas, azafatas y con mucho pecho.
Cuando se cruzó por primera vez con Miranda, en diciembre de 1990, dicen que dijo: «Esa va a ser mi mujer». Lo fue y lo sigue siendo. Su primer hijo en común nació en 1997, Miguel Alejandro. Le seguirán otros tres más. Su esposa huye de los focos y cuida de la prole mientras él empieza a acusar el paso del tiempo. La discreta ex modelo tiene ascendencia sobre el patrimonio del artista. García Blesa cita dos sociedades a las que ella está vinculada: Androsemo S. L., con un capital de 6 millones y medio de euros y de la que es administradora única, y Bellevue Costa Sol S. A., con otro de 4.600.000 del que también es administradora única.
El tiempo también hace mella en el conquistador. El siglo XXI le sitúa en los sesenta, la voz ya no es la misma. El físico también se resiente, la espalda, sobre todo, e incluso el corazón, con el primer aviso que le da en 2008, justo cuando está a punto de cumplir 65. El hombre que no se había acostado con 3.000 mujeres confiesa en voz alta en 2009 que necesitaba Viagra. Lo dice desde el escenario durante un concierto en Bolivia: «Antes era una obsesión hacer el amor antes de cantar, ahora si hago el amor ya no canto. En serio, necesito Viagra». Durante el verano de 2015 no puede cumplir con algunos de sus compromisos tras ser operado de la espalda. Tiene más de 70 y se da de bruces con la realidad. Son otros tiempos. Ya no vende millones, aunque es imposible no reconocer la magnitud de su carrera.
Operaciones de estética
El inexorable paso del tiempo hizo que Julio Iglesias se decidiera a pasar por el quirófano, algo de lo que se arrepentiría tiempo después. El galán de blanca sonrisa y eterna juventud se convirtió en un hombre al que se la apreciaban demasiados lo retoques. La piel, permanentemente quemada por el sol de Miami o de Punta Cana, complicaba aún más su paso por el quirófano.
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