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La Cubana ameniza el veinte aniversario de la revista «Shangay»

Paloma San Basilio enla fiesta «Shangay»
Paloma San Basilio enla fiesta «Shangay»larazon

Va para largo. Hasta dos años se alargará la gira de despedida que Paloma San Basilio prepara por el mundo. «Me llaman de todas partes», anunció en el veinte aniversario de «Shangay», la revista que nació como ventanal gay, y que ahora resulta imprescindible para seguir la actividad escénica o musical. Miguel Bosé falló a última hora, pero no la Terremoto de Alcorcón, revestida con la mejor guardarropía de La Cubana revisteril, que la disfrazó de Josephine Baker con palmera cual tocado de su émula en «Aída», la de Verdi. Fernando Tejero derrochó hosquedad –su santo y seña– en una noche tan festiva, en la que el dúo Baccara volvió a encandilar como lo hacen en Europa, donde no paran de actuar. Fueron de nuestras mejores eurofestivaleras y lo demostraron como fin de fiesta, donde la alcaldesa madrileña fue parodiada –luciendo taza y café con leche– con el sutil y, a veces incomprendido, buen humor del grupo catalán, que marcó época con «Cómeme, el coco negro», un éxito reverdecido ahora con este irónico «Campanadas de boda». Al ser castellanizado incluso supera la versión catalana. Así, recrean situaciones tan descacharrantes como el evidente homenaje a la señora Aznar, a la que ponen –pura fábula– en el compromiso de casar a una pareja gay. Un buen remate donde, al final, con los acordes del «Celeste Aída», aparece bajo palio y rodeada de esclavos luciendo un tipazo inefable. Incluso repartieron peras y manzanas para más inri de la alcaldesa caricariturizada. La verdad es no le faltó detalle a esta clónica de la regidora: desde pelucón alborotado como prodiga últimamente, visón sobre los hombros y gesto tan cansado como el de Fernando Tejero, que no triunfa en «La que se avecina», emparejado a una magnífica e imprescindible Antonia San Juan. Logra el personaje de su vida como Estela Reynolds, a la que Fernando Esteso –que ahora trabaja en «Torrente 5» como pareja de Mary Carmen y sus muñecos, que parecen el otro apellido de la conquense que ahora se relanza– «chupó un pezón». Es uno de los inefables gags de la serie que bate récords. Parece que durará si cuaja la nueva orientación que a veces despista con desmadres como el del bebé del último capítulo. Así lo reconocían algunos ante Jordi Milán, director de La Cubana, que ya piensa en su debú valenciano, donde entenderán cada gracieta del montaje, que aúna buen teatro con los aires arrevistados que también vuelven. Única es la versión coreada del inmortal «Paraules d'amor» de Serrat, todo un hit que que ensalzó colectivamente al tiempo que se reían al ver cómo versionaban a la alcaldesa. El resentido auditorio le gritó de todo porque tiene fino a este colectivo con sus restricciones censoras en la cabalgata gay que antaño alegraba la destartalada Gran Vía, ahora casi estercolero madrileño. No es el mejor espejo capitalino con malolientes olores a pescado rancio, ¿o podrido?, que vierten desde el mercado de Los Mostenses. Parecen imponer una urgente revisión sanitaria. Atufan el principio de la Gran Vía-Plaza de España, reconocía Eduardo Mendicutti, que vuelve a triunfar con «Otra vida para vivirla», su última novela, a la que define «de bolero». David Delfín lució pamela, que le endilgaron como gag del show, aunque fue la San Basilio quien mejor ladeó el alerón. No le faltó estilo que realzó su ejecutivo trajecito negro anidado con cuerpo de pedrería que admiró Encarnita Polo, unida al pintor Antonio Montiel, que se regocijaban por tan cálida celebración, que también sacó buena punta a la crisis teatral que aporrea Madrid por culpa del 21 por ciento. Es desmesurado y nada europeo.