Espectáculos

Addy Ventura: «Soy enemiga del desnudo»

Supervedette

«Paco Umbral era admirador mío, siempre venía al camerino»
«Paco Umbral era admirador mío, siempre venía al camerino»larazon

Es todo lo contrario de lo que se presupone que debía ser una vedette de revista, la chica plumada con muslos de oro y sonrisa como pintada. Addy es pudorosa, reservada, fiel y conservadora. No ha conocido más hombre que al padre de su hijo, su buen marido. Addy, en el escenario; Adelina, en la calle. Divertida, frívola y sexy sobre las tablas; fuera de ellas, casera y formal. «Nunca iba a fiestas; salía del teatro y me iba a casa a ver la tele o a pasear con mis perros; no me gusta el ambiente teatral: hay mucha mentira y vanidad», me dice.

–Pero usted tenía ojos de mujer fatal...

–Era el maquillaje. Nunca lo fui. No fui jamás libertina ni fresca.

–Picarona, sí. «Lo tengo rubio» fue uno de sus títulos inolvidables...

–Picarona en el escenario. Aquella revista fue un bombazo. Hacía el número de la vendedora de tabaco que decía: «Lo tengo rubio, lo tengo negro, lo tengo picado...» Y una vez, uno del gallinero gritó: «¡Lo que hace falta es que lo tengas limpio!». Fíjese. El público estalló en carcajadas.

Empezó a los 14 años en el ballet de Antonio, luego fue pareja de Rafael de Córdova, de Caracolillo... A los 19 era vedette con madre siempre al lado. Le digo que no debía ser fácil mantener alejado a Matías Colsada, el empresario. «Una vez me comentó que si quería acompañarle a París para elegir vestuario, y yo le respondí: ''Espere a que venga mañana mi novio y se lo preguntamos''. Nunca más se insinuó». Eran los tiempos de «Las alegres chicas de Colsada». Y Addy, o Adelina, puntualiza: «Sí, las alegres chicas de Colsada, que salían con una cara de mala leche...»

–Curioso: muere Franco y al poco muere la revista.

–Sí. El destape mató a la revista: no le sentaba bien el desnudo. La revista era insinuar sin enseñarlo todo. Era picardía, humor. Cuando el destape, yo salí más vestida que nunca: fue mi peor año como empresaria. Hubo un tiempo en el que Ethel Rojo y yo competíamos a ver quién sacaba el bikini más pequeño, aunque a mí no me gustaban los bikinis. Siempre preferí los trajes, sexys, pero trajes. La revista murió también porque la sociedad cambió. La gente quería otra cosa, y la tele tuvo mucho que ver. Ofrecían buenos espectáculos, y gratis.

–Paco Umbral escribió en el año 80: «Addy es la reliquia nacional de un género que ya ha muerto, es la última gran vedette...». ¿Lo fue?

–Creo que sí, que fui la última. Paco era un gran admirador mío. Siempre venía al camerino a saludarme. Yo fui como creo que debe ser una vedette: bailarina, cantante, actriz y guapa.

–Pero no se desnudaba...

–Siempre fui enemiga del desnudo. No me pongo en top-less ni en la playa. «Interviú» me ofreció su portada, ni siquiera hablamos de dinero; les dije que no sin más. No lo entendían. «Pero si lo ha hecho hasta Lola Flores», me decían. «Bueno, pues que lo haga Lola, pero yo no». Nunca hice un strip-tease, nunca quise hacerlo, me dieran lo que me dieran.

–El tópico: los muchos amantes...

–Sólo tuve uno, el padre de mi hijo, mi marido. Y sigo con él después de 48 años.

–Otro tópico: los ramos de flores con alguna joya entre los pétalos...

–Nunca me regalaron joyas, y si me las hubieran enviado, las habría rechazado. Bombones, flores y perfumes, sí. Joyas, nunca. Nadie regala algo así por simple admiración o simpatía. Siempre quiere algo a cambio.

Historias de la censura: un día, para evitar la multa, al encenderse la bombilla roja que alertaba de la presencia de censores, Addy saltó de la pasarela a los bastidores. «Teníamos los bajos de las faldas prendidos con alfileres para poder subirlas o bajarlas según hubiera luz roja o no. Algunos censores se enamoraron de mí, y eso era peor, porque eran más duros: no querían que se me viese nada; pero lo cierto es que nunca me hicieron proposiciones indecentes». Después de medio siglo en los escenarios, Addy se despidió en el Pasapoga. «Lo dejé, y lo que más me extraña es que no echo nada de menos el teatro; bien es verdad que me hubiera gustado que me tocara el Gordo para despedirme con un espectáculo por todo lo alto, pero...».

–No sé si para una vedette envejecer resulta especialmente cruel...

–Para mí, no. Me miro al espejo y me conformo con lo que veo. Le pregunto al espejo: «¿Eres Addy?». Y no me contesta. No me contesto. Hombre, me gustaría tener 20 años menos, pero por razones de salud.

El precio por 50 años de baile con altos tacones lo pagó con una dura operación de espalda. El doctor Villajero le puso placas de titanio y clavos hace un año. Tiene jardín, huerta y tres mastines, pero se pasa el día sentada, viendo la televisión. Ya tiene, a los 73, la vida casera que nunca tuvo.