Música

España

Camela, hay dos sin tres

Miguel Ángel Cabrera anuncia la salida del grupo por discrepancias con los otros dos integrantes

Elgrupo musical, en la Puerta del Sol de Madrid
Elgrupo musical, en la Puerta del Sol de Madridlarazon

Hace veinte años, España aún suspiraba con abrirse camino dentro de Europa. Nuestras carreteras se bañaban con el sol al son de una rumba de Triana, un Renault 12, una secundaria que se perdía en el horizonte y cómo no, una pata de buen jamón y un toro de Osborne. Mientras, en alguna discográfica de Madrid, tres personas de San Cristóbal de los Ángeles, en el sur de la capital, firmaban su primer contrato discográfico. Llevaban tiempo haciendo maquetas. El sonido resultaba tremendamente atractivo. La sensación era extraña porque no terminaba de sonar ni a pop ni a rock; utilizan, además, un teclado curioso, unas melodías muy agudas y una estructura rompedora. ¿Rumba? ¿Tecno? No suenan a nada conocido, son auténticos: Camela es su nombre. Y sus integrantes Dionisio Martín, Miguel Ángel Cabrera y Ángeles Muñoz (hermana de la mujer de Dionisio).

Hoy, después de 20 años juntos, altibajos, éxitos, giras interminables y constantes discusiones de por medio, Camela ha puesto punto y final a una era, a una época sin Migue, como le conocen en su círculo. Él, que nunca fue de palabra fácil, ha abandonado el grupo después de demasiados desencuentros. Las tensiones y el reparto de los «royalties» han hecho saltar la chispa de los reyes de esa España popular y cañí de la que cada vez quedan menos iconos. Y es que Camela no es moco de pavo, es el icono de dos décadas, y por mucho que a la gente le cueste reconocerlo, sus sucesores son gente como Bisbal, pero sin complejos, que saben lo que hace y que no tienen más pretensión que darle a la gente lo que viene a buscar, a ellos mismos. Ese sonido tecno pop que sólo el mítico Daniel Muneta ha sabido llevar a lo más alto y que consiguió cerrar una época en la que se han editado un buen puñado de discos, se han vendido más de siete millones de copias y que devuelve ese orgullo patrio al que escucha en sus melodías. Porque Camela nos pertenece a todos.

Sin embargo, y a pesar de las apariencias, llevan años cantando, guardando las apariencias, sin llevarse bien y eso solamente lo hacen los profesionales de verdad. Hay quien piensa que han estado demasiado tiempo en la cuerda floja, han sufrido las presiones en su entorno y la rivalidad entre el trío ha sido insostenible. Tiempo atrás, Dioni, el motor de Camela, editó un disco en solitario que cayó como un jarro de agua fría dentro de la banda. Podía comprenderse, dado que él y su hijo siempre han sido los principales compositores del grupo, por lo menos, los que han firmado más éxitos. Ese tira y afloja por demostrar quién poseía más talento del trío, llevó a Camela a una situación bastante insólita, kakfiana casi, en la industria discográfica: para la grabación de su duodécimo álbum, «Te prometo el universo» (2007), en su línea de techno rumba, cada miembro se presentó por separado para grabar con un productor diferente, lo que obligó a su casa de discos a contratar a un cuarto para que mezclara de forma imparcial las canciones aportadas por el trío. El problema llegó a la hora de repartir los «royalties» entre tantos participantes que reclamaban su bocado del pastel.

Pero independientemente de esas relaciones inexistentes, Camela siempre ha sido más profesional que cualquier otro grupo y por eso han obtenido increíbles resultados en ventas. Si había que estar a las siete de la mañana en una autopista para montar una sesión de fotos, ellos llegaban un cuarto de hora antes; no se miraban a la cara pero una vez conectado el flash volvía la magia y se plasmaba en las imágenes. Hubo un tiempo en el que vetaron las gasolineras, odiaban ese mito que les perseguía de grupo de carretera. Parecía como si hubieran olvidado esos orígenes cuando aún eran los tres adolescentes y se pagaban las maquetas en casets entre todos los amigos del barrio. Ésas que se vendían en bares y gasolineras y que arrasaban cada semana pidiendo más y más copias de esa techno rumba que te calaba hasta las entrañas. Así les llegó la oportunidad y el éxito, aunque les molestaba enormemente que no valoraran su trabajo. Ayer, ante la rumología de su separación, Dioni y Ángeles, las voces del grupo, no tardaron en emitir un comunicado conjunto en el que confirmaban la salida de Miguel Ángel Cabrera, pero que no suponía, dicen ellos, su separación, y continuarán como hasta ahora lo han hecho. Con lo que confirma la buena decisión tomada por Miguel, que cada vez era menos tenido en cuenta. Ahora, el equipo pierde a un miembro y dejará en esa marcha parte de su esencia. Y es que el equipo que forman Dioni y Ángeles siempre ha sido más fuerte. Son cuñados, y además de eso, él aporta al grupo la figura de su hijo, Rubén, el compositor de sus mayores éxitos y quien más dinero gana de Camela por los royalties.

Tercer grupo más vendedor

Camela ha obtenido números que ya les gustaría a la mayoría de los cantantes españoles. Su resultado ha sido el esfuerzo de publicar 14 discos de estudio y 11 recopilatorios en 19 años. Sus primeros discos, los 7 primeros, superaron el medio millón de copias vendidas. Las cifras no mienten y están ahí: han vendido más que Estopa, David Bisbal, Luz Casal, Sabina, Rosana, Alaska, Héroes del Silencio, Los Rodríguez, Ella Baila Sola y Azúcar Moreno, entre otros. Los dos únicos grupos españoles en superar las ventas de sus siete millones de álbumes despachados han sido Mecano (25 millones de discos vendidos) y La Oreja de Van Gogh (9 millones). ¿Cómo se come eso? Pues con jamón, que para algo es Camela.