Casas reales

Carmen Duerto: «Cuando se enamora, lo vive intensamente»

La Razón
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Diez años de investigación y dos frente a la pantalla del ordenador para dar forma a «La reina que nunca fue», trabajo periodístico sobre la vida de la primogénita de Don Juan Carlos. Un relato elaborado por Carmen Duerto que permite conocer más de cerca a Doña Elena.

–Con sus 49 años recién cumplidos, ¿la ve como una mujer feliz? ¿libre?

–Supongo que tan feliz, con la difícil situación que atraviesa su familia, no será. Sobre si es libre, sí se puede asegurar en tanto que ella, por ejemplo, se casó completamente enamorada y pensando que era para toda la vida, ese plan de matrimonio lo deseaba y creía en él, dadas sus fuertes convicciones religiosas. Es católica practicante; por ejemplo, en las competiciones hípicas, daba igual el país en el que estuviera que si era domingo ya se las arreglaba para ir a misa. ¿Libre por no ser princesa de Asturias? Pues ahí sí se puede sentir más liberada, ni fue preparada para ello ni tuvo inclinación o celos porque lo sea su hermano pequeño.

–El Día de la Fiesta Nacional, la Infanta «se estrenó» en la Tribuna de invitados y dejó la de la Familia Real. ¿Cómo lo interpreta?

–Supo por boca de su padre a primeros del mes de octubre, en el palacio de la Zarzuela, que sería excluida del palco y del besamanos posterior. Lo entendió porque esa medida no se tomaba por ella, sino por el matrimonio Urdangarín. Dada la imputación del consuegro del Rey es socialmente reprochable que figure al lado de la máxima institución de nuestro país, el jefe del Estado. No había establecido nada sobre este tipo de figuraciones en ningún reglamento, por lo tanto no ha habido que modificar nada. Se toma la decisión un día de gran relevancia social para que todos tomemos nota.

–¿Doña Elena «tira más» por su padre o por su madre?

–Sin dudarlo, por su padre. Tienen las mismas aficiones, disfrutan juntos. Hay dos anécdotas que lo dejan claro. Cuando los reyes «no eran nadie» –expresión que usaba Doña Sofía para referirse antes de ser coronados– y tenían las agendasm uy libres, Don Juan Carlos iba con frecuencia a recoger a las niñas al colegio. Cuando salía Elena, se agarraba al cuello de su padre y juntos se ponían a bailar en la acera. En otra ocasión, el Rey se iba a los toros y les dijo a Cristina y a Felipe, delante de Doña Sofía: «Venga, veniros a los toros, ¿quién me acompaña?». Y enseguida Elena, tal cual estaba, se subió al coche con él. Los otros se quedaron con su madre.

–A menudo se la presenta como una mujer de carácter. Al ahondar en su vida, ¿ha podido constatarlo?

–Genio, carácter y un pronto tremendo. Así como tiene ese impulso, al rato es capaz de regresar como si no hubiera pasado nada, e, incluso, de pedir disculpas.

–¿Se podría decir que es una madre estricta con sus hijos?

–Le gustaría, pero en Froilán tiene un reflejo de lo perezosa que ella fue para hacer los deberes. A Elena le costaba prestar atención, necesitaba horas para resolver los deberes. Tenía fuerza de voluntad para lo que le gustaba, no le importaba madrugar para montar a caballo, pero las matemáticas, la lengua y etc...no eran su devoción y necesitó profesores de refuerzo hasta en las vacaciones. Ella les llama para decirles que hagan los deberes y se preocupa de ello, pero con Felipe Froilán está viviendo un calco de lo que ella fue.

–En los últimos meses, han salido a la palestra mediática algunos posibles romances de la Infanta. Al margen de la veracidad de los mismos, ¿es Elena una mujer enamoradiza o profundamente racional?

–Es enamoradiza, generosa, sentimental, no hay nada más que ver esas imagenes de ella llorando, es emotiva. Y, cuando se enamora, se enamora intensa, antiguamente de cartas diarias y horas de teléfono encerrada en la habitación, ahora whatsapp, SMS o emails.