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La nueva vida de José Ortega Cano
Boda por lo civil y posible venta de Yerbabuena
Ortega Cano afronta los próximos meses con resignación y el convencimiento de que el recurso de sus abogados contra la sentencia que le condena a dos años y medio de cárcel saldrá adelante. Tiene pánico a entrar en prisión, se lo ha dicho a sus íntimos: «Si me meten en la cárcel, qué será de mis hijos», confiesa. El torero se plantea dar un cambio radical a su vida, y en esa transformación hay tres factores muy importantes: la más que probable venta de su finca Yerbabuena (dicen que tiene una oferta de seis millones de euros), el traslado a su chalet de Madrid o a una nueva casa en la localidad de Sanlúcar, de donde es su pareja, Ana María Aldón, y la idea de casarse con la madre de su hijo.
Los recursos judiciales y las futuras, si se necesitan, apelaciones a instancias superiores, pueden retrasar muchos meses ese posible encarcelamiento, pero José quiere dejar todo atado por si sucede. Por eso, ya ha hablado con Ana María de la boda, nada que ver con la suntuosa ceremonia que le unió a Rocío Jurado. Sería muy íntima, con la única presencia de los familiares más cercanos y por lo civil. La llegada al mundo del hijo de ambos en febrero, José María, ha sido un bálsamo para un padre que no se entiende como quisiera con su otro hijo, el adoptado José Fernando.
Aspecto desmejorado
De hecho, casi ni se hablan y Ortega está harto de los quebraderos de cabeza que le da el muchacho. Por eso, apunta un familiar, quiere plantearle muy seriamente en los próximos días que enderece su futuro, que deje las malas compañías y colabore en lo posible en los negocios paternos. Pero José Fernando no parece estar por la labor. Él conoce bien las debilidades de su hijo, se desvive para desviarle del mal camino. Ésa es una de sus luchas, quizá la principal, en un momento de su vida en el que el fantasma carcelario le ha quitado hasta el apetito. Porque hoy, su vida es muy simple. Apenas sale de Yerbabuena, recibe personalmente a los autocares que llegan en visita turística cada día a su propiedad, está en contacto continuo con sus abogados y se ocupa de Ana María y del bebé. Come poco, muy poco, ha adelgazado varios kilos, y su aspecto desmejorado asusta a los que le rodean. Aparte de su pareja sentimental, sus incondicionales son su hermano Paco, el hijo de éste, sus cuñados, Gloria, Aniceto y José Antonio, y, naturalmente, su hija Gloria Camila, que actualmente estudia en Madrid. José echa de menos el apoyo de Rocío Carrasco, con la que apenas tiene trato. Yerbabuena sigue siendo un santuario dedicado a La Jurado, algo que a Ana le molesta. Posiblemente Ortega sigue sin comprender que Rocío es el pasado y su actual pareja el presente y el futuro. La sanluqueña es la que más insiste en dejar esa finca llena de recuerdos tonadilleros.
Ante la adversidad, el torero sigue imbuido en su profunda fe, y todavía, a pesar de los pesares, cree que «Rocío nos protege desde el cielo a mí y a mis hijos. Igual que mi madre». Más protección terrenal va a necesitar si finalmente se confirma la sentencia de prisión.
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